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Visita del Santo Padre a Loreto

HOMILÍA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI  |  Audiencia general miércoles 10 de octubre  | 

     


Agradecemos a Dios el don de poder comenzar este “Año de la Fe” junto a nuestro amado Papa.
Hace cinco años, la Virgen de Loreto nos llamó donándonos una fraternidad muy cercana al Santuario y  ahora, la Comunidad Cenacolo con Madre Elvira fuimos invitados a la Santa Misa que celebró Benedicto XVI el 4 de octubre pasado frente a la Basílica donde se conserva la Santa Casa.
Éramos cien personas entre sacerdotes, hermanas y  jóvenes de la Comunidad: todos felices de poder vivir junto a Pedro, un poco de la historia de la Iglesia.
En efecto, hace cincuenta años comenzaba el Concilio Vaticano II, y justo el 4 de octubre, el Beato Juan XXIII , iba a Loreto, a la Casa de María para encomendar a la Madre ese momento tan importante para la Iglesia.
Nuestro Santo Padre quiso seguir las huellas de su predecesor poniendo en las manos de la Virgen este “Año de la Fe” recién comenzado y el Sínodo de Obispos para la Nueva Evangelización que se desarrolla  en Roma en estos días.
Fue muy emocionante cuando el Papa entró en la plazoleta de la Basílica porque se detuvo varias veces para alzar a los niños y bendecirlos y saludó a todos con alegría.
Nuestra Madre Elvira estaba tan feliz y emocionada por la llegada del Santo Padre que se subió a una silla para verlo y saludarlo mejor: ese gesto encerraba toda su libertad y simplicidad, pero también el profundo afecto que nuestra Madre le tiene al Papa y que siempre nos transmitió a nosotros, sus hijos.
En la homilía, Benedicto XVI nos recordó que es Dios el que libera nuestra vida, el que realiza un sentido pleno porque sólo con Él en el corazón podemos donarnos, servir, amar y agregó que contemplando a María tenemos que preguntarnos si también nosotros queremos estar abiertos al Señor y decirle nuestro “sí” como Ella.
Después de la Misa saludamos con afecto al Santo Padre aclamando su nombre, aplaudiendo y cantando, luego, siempre cantando con alegría regresamos a nuestra fraternidad para el almuerzo.
Todos estábamos emocionados por el don de haber participado en una Santa Misa tan especial. También fue un privilegio porque la plaza de la Basílica de Loreto no es muy grande y así pudimos estar muy cerca de nuestro amado Papa.
Después del almuerzo nos esperaba otro gran regalo: a la tarde, Benedicto XVI partía en helicóptero a Roma, justo  al lado de nuestra fraternidad, así que fuimos todos con muchas manos de colores, guitarras y carteles para saludarlo.
Había muchos carabineros que nos separaban de él, pero el Espíritu Santo derribó todas las barreras y le permitió a Madre Elvira llegar justo donde pasaría el  Santo Padre. En cuanto Madre Elvira lo vio llegar, le salió al encuentro decidida, se estrecharon las manos y se miraron largamente a los ojos, después, nuestra Madre, señalando las cien manos de colores que se movían alegremente detrás de la valla, le dijo: “¡Santo Padre, somos nosotros!”
Y sí, éramos nosotros, todos allí, para decir con la sonrisa, con el canto, con la alegría, los colores, en suma, a la manera cenacolina: “¡Santo Padre, estamos con Usted, lo queremos, gracias por este año de la Fe, nosotros creemos en usted, en Jesucristo, creemos en la Iglesia, creemos!!”
Al subir al helicóptero nos saludó una vez más y , mientras movíamos las manos y cantábamos con alegría para decirle nuestro adiós, en el corazón de todos había un grande, grande : “¡ Gracias, Papa Benedicto, es bello que tú existas!”

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