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Brasil

Historia en Brasil  | 

¡Buen día! Soy Ilaria, y vivo en la misión de Mogi das Cruzes desde hace casi un año y medio. Vivir acá es el don más grande que Dios me haya dado -después de la vida, naturalmente-, porque la misión te hace «renacer de nuevo», justo como dice Jesús a Nicodemo, que debemos renacer de lo alto. Es un renacimiento y una sanación continua y real, gracias a la presencia de los niños que te «exprimen» la energía, la voluntad, los pensamientos, los sentimientos, y hacen salir de vos el mejor «jugo». Ellos son el verdadero tesoro que nos hace descubrir qué linda es la cotidianeidad en sus  diversos  matices y cuánto colma el corazón servir sin interés.  Vivo momentos de auténtica alegría cuando los ayudo en los deberes de la escuela, en sus pequeños trabajos o simplemente cuando los lavo. Nunca había pensado  que iba a vivir esto, siempre   creía que sería feliz sólo  teniendo un título y  un trabajo prestigioso.

Comparto y lucho en este período con las «doce piedras preciosas» de Paoletta y Mauricio, junto a la tía Marion, y agradezco cada día por el don que todos ellos son para mí, porque me ayudan a quererme por lo que soy ,  a levantarme cuando caigo, sin condenarme. Los niños son los maestros de la misericordia y en esto me están enseñando mucho. Por primera vez puedo decir que no querría estar en ningún otro lugar si no aquí, y no cambiaría una coma de lo que estoy viviendo. Cada día es un nuevo descubrimiento y siento que a medida que camino se fortifica la esperanza en mi corazón, que para Dios nada es imposible ¡y estos niños son la prueba! La felicidad más grande es verlos sonreír y ver la esperanza florecer en sus corazones.

¡Agradezco y mando un abrazo a la cada vez más numerosa familia del Cenacolo!

 

 

Hola a todos, me llamo Mario, desde hace un año y medio vivo en la Misión «Nuestra Señora de la Ternura» de Mogi das Cruzes, en Brasil. Quiero contarles con simplicidad mi cotidianeidad: vivo, con otros dos tíos, en una familia  de niños preadolescentes que, continuamente, me educan en mi ser su padre y su madre. Me impresiona mucho su dignidad no obstante todo lo que han sufrido , muchas  veces, me hacen sentir pequeño pensando en todo lo que tuve y que tengo y no sé apreciar.

Vivir con ellos me  ayuda muchísimo a acercarme todavía más a Dios,  cada día  descubro mis pobrezas, mis límites ,  aumenta mi fe  el saber aceptarlos  y volver a comenzar  cada día en la coherencia, la paciencia, el amor. Seguir a los niños en los deberes de la escuela, en las mil situaciones cotidianas, me hace sentir la responsabilidad de  un padre,  me hace pensar en lo que mis padres lucharon y sufrieron por m. Hasta los fracasos que encontraré en mi recorrido los quiero vivir con Dios y confiar a Él la voluntad que tengo de amar. Es una experiencia que me toca en lo profundo, descubriendo cada día la importancia de la vida en cada uno de los niños. Hago también pequeños trabajos con estos niños, por un  tiempo me ocupé de la huerta y ahora nos ocupamos del mantenimiento del jardín, para educarnos juntos en el respeto a la naturaleza.

Dentro de poco viviremos la Fiesta de Nuestra Señora  Aparecida, el Día del Niño: ¡es la fiesta de la Virgen y de los niños!

Me di cuenta, con la llegada de cada niño, que mi vida fue hecha para ser donada, que la vida de cada uno de ellos está en primer lugar; los niños me ayudan cada día a no perder de vista esto y a no preocuparme por aspectos más superficiales. ¡Agradezco a Dios y a la Comunidad por lo que puedo vivir cotidianamente!

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