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La vida es un misterio como el ser humano  es un misterio,  ya que cada uno de nosotros es libre  para hacer sus elecciones. Desgraciadamente, la familia de hoy  a menudo no educa en el bien y entonces, los jóvenes no eligen la vida.  Somos nosotros los adultos  quienes  debemos tener el coraje de vivir la verdad con los niños, con los jóvenes, tomándonos en serio su  crecimiento.

A veces en los testimonios, los jóvenes de la Comunidad dicen: “Tenía muchas cosas, auto, televisor, dinero, independencia, pero…”  Estas palabras revelan una verdad sacrosanta: ¡las cosas materiales no saciaron nuestra búsqueda de la felicidad!  Los drogados que sufren la oscuridad, la tristeza, la angustia, la muerte del corazón  son los profetas de nuestro tiempo, que con  su vida y sus elecciones equivocadas nos gritan: “¡Tuvimos todo pero fracasamos!”  Nos anticipan la única verdad del corazón humano: todos necesitamos a Dios.

 

Hoy, muchos de ellos están en la Comunidad y todos ustedes pueden ver que son felices, pero llegaron sin nada, cargando una vida destruida y  muchas veces sin ninguna esperanza de encontrar la verdadera alegría.  A menudo nos comparten: “Buscaba  paz de corazón, amistad  verdadera, buscaba gente coherente con lo que dice, alguien en quien confiar…” Cuántas “traiciones” tempranas tuvieron nuestros jóvenes, cuántas lágrimas ocultas derramaron: allí nacieron los miedos, el mutismo, la soledad, la timidez.

 

Para hacer felices a estos jóvenes basta ayudarlos a encontrar justo lo que buscaban: la paz, la verdad sin máscaras, fuerza para vivir la bondad, la humildad,  la paciencia, saber perdonarse…en una palabra: la vida cristiana.  Porque la verdadera libertad que todos buscamos está en ser buenos, como lo fue Jesús ¡estamos hechos a imagen de Dios!  Nacimos para ser amados,  todos buscamos el amor, pero si queremos ser verdaderamente felices tenemos que aprender a amar a cualquier precio.

 

En estos últimos días de preparación   para la Pascua del Señor, podremos contemplar y conocer mejor lo que Jesús hizo por nosotros, ¡Su Amor “hasta el fin”!   Allí está la fuente  de nuestra capacidad  de amar y dar la vida,  la que nos llevará a una vida plena, verdadera, luminosa… aún en los momentos de cruz.

Pidamos  ayuda  a  la Virgen, que a los pies de la Cruz de Su Hijo se transformó en nuestra Madre y Maestra, guía segura para cada uno de nosotros.

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