¡Recién terminamos el año viejo para vivir algo nuevo, entonces ya no podemos ser iguales a ayer! Pobres de nosotros si no tomamos en serio el amor de Dios….estamos en el mundo por Su amor, podemos vivir una vida plena y en la verdad, sin ‘compromisos’, pero tenemos que aprender a sufrir un poco, para que pueda vencer el bien y florezca la vida. Lo dijo Jesús: “El que pierde su vida la encontrará.” Probemos entregar, aunque sólo sea una sonrisa pero con el corazón limpio, sin buscar recompensa, entonces empezaremos a gustar otra calidad de vida. ¡Daremos nuestra vida y la recibiremos centuplicada y todos los que nos encontremos nos querrán porque en ellos hay una parte de nosotros! No podemos mendigar el amor de los demás si no somos capaces nosotros, en primer lugar, de hacer sacrificios para dar amor. Empecemos nosotros, y los demás responderán porque recibirán una gota de amor genuino, desinteresado, maduro, una gota que se difunde y rebalsa el ambiente en el que vives, ¡especialmente la familia! El Señor nos dijo que nos amemos porque sabía que es lo único que llena la vida y la hace nueva. Cuando hacemos una sonrisa nos hace bien a nosotros, cuando decimos una palabra buena, aunque nos haga doler, cuando nos corregimos con confianza, porque el amor también es decir la verdad, ser claro, decir ‘no’ aunque haga mal. Recordemos entonces que ya no somos más el rostro de ayer, y por “rostro” entiendo cómo caminas, cómo das la mano, cómo miras, cómo sonríes. El rostro es nuestra persona y no puede ser más igual al de ayer: hoy somos distintos, no olvidemos nunca que hemos sido transformados por el amor de Dios ¡más grande que todo nuestro pasado! En ese Amor, en la fuerza renovadora de ese Amor, les deseamos ¡Feliz Año Nuevo!! |