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Tenemos un encuentro que nos espera

 

Nos espera una cita que no termina en Navidad. Cada uno de nosotros tiene un deseo en el corazón, algo verdadero, bello, grande…Y para estar bien por fuera debemos pedir dones interiores. Muchas veces hacemos cosas que nos desilusionan porque no las abrazamos con todo nuestro ser sino que las toleramos, como algo exterior a nosotros, no nos pertenece y por lo tanto no alimenta nuestro corazón, ni nos da alegría.
Estemos bien atentos para que el Niño Jesús no sea un momento superficial. Debe ser Alguien que nos da respuestas interiores, que nos da la fuerza para hacer elecciones verdaderas. Los invito a no pensar en las cosas negativas que tenemos ¡hagamos una linda sonrisa a Jesús! Dejemos caer todas las sombras, que se vayan, elijamos vivir en la luz, vivir en el esplendor de la Luz que traerán los ángeles en Su Nacimiento.
Y el primer regalo que tenemos que pedir a Jesús es el de estar bien con nosotros mismos, de estar en paz interior, serenos, ¡entusiasmados con nuestra propia vida! Tratemos de vivirlo en la presencia de Jesús: Él viene a la “tierra” de nuestra vida para darnos Su vida, para ponerse en nuestras manos. Quién sabe si seremos capaces de  recibirlo: ¡¿queremos o no queremos tener a Jesús?! ¡¡Cuando está Él, está todo!! Especialmente experimentamos una calidad de vida, de alegría, de amor, de paz, que antes nunca habíamos vivido.
Hace dos mil años que se repite esta historia y todavía hay gente que lo deja afuera como un mendigo… Él está afuera, en la puerta de nuestro corazón, está golpeando porque sabe que sin Él hacemos un “agujero en el agua”, siempre tenemos un gusto amargo en la boca, hasta cuando nos parece que hacemos cosas importantes: un diálogo profundo, una amistad verdadera… ¡al poco tiempo, todo se esfuma! Las cosas sin Jesús no duran mucho.
Entonces, lo primero es encontrar a Jesús, abrirle la puerta y dejarlo entrar en nuestra casa. Y veremos que todas las cosas bellas y auténticas apoyadas en Él se hacen alegría viva, esperanza viva, paz verdadera: es la verdadera alegría de la Navidad.

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