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María mujer de Fe
Para Pascua hicimos una gran fiesta a Jesús Resucitado; alegrémonos con su presencia y hagámonos portadores de la alegría de la Resurrección como Su madre María, la primera Apóstol y misionera de la Resurrección.
Dentro de nosotros hay muchas cosas bellas, verdaderas, buenas y tenemos que vivirlas, no sólo en la Comunidad: tenemos que elegir vivir el bien, la paz, el amor recíproco; y cuando decimos “amor” decimos bondad, confianza, recomenzar, pedirse perdón el uno al otro. Todas “pequeñas” cosas que quizá nunca nos enseñaron pero  hoy la fe nos hace intuir y comprender la belleza de la vida, de la vida iluminada por Dios. ¡Estamos aquí una vez más para convencernos que nuestra fe es vida! Cuántas veces la Virgen se mostró en estos siglos para que podamos creer más profundamente en la fuerza de la fe. Porque la fe nos da fuerza, nos da seguridad, nos da paz; la fe es nuestra gran riqueza, y la Virgen vivió de fe, vivió sólo en la fuerza de la fe. También Ella se sintió perdida muchas veces: sabía – se lo había dicho el Ángel - qué sucedería con ese niño. Jesús era el Hijo de Dios, pero sufrió como todos los demás niños: Herodes quería matarlo, entonces… escapa… hay que llevarlo lejos… todos momentos de prueba. La vida de la Virgen y de Jesús fue sobre todo una vida de fe: Ella nunca se rebeló, siempre dijo que Sí a las situaciones que le llegaban, sin dudar, sabiendo que hay un Dios que no desilusiona.
Nosotros también podemos decir esto: nuestra Comunidad es un asombro día tras día, porque también nosotros comenzamos y continuamos viviendo de fe, de una fe robusta. Nuestra Comunidad quiere ser este misterio… que no es más misterio, porque el Señor quiso mostrarse ¡se dio a conocer!
María de Nazareth lo conoció, vivió con el corazón lleno de Dios y se transformó en todo lo que Dios esperaba de Ella – y que también espera de nosotros - belleza, honestidad, verdad, amor, todo luminoso, bueno, honesto, sabio, limpio.
También nosotros debemos dejar vencer la fuerza, la pureza, la gracia de la fe que tenemos, que Dios nos puso para que alcancemos su alegría y nos contagiemos… ¡Así nuestra felicidad será plena!

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