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La fe no es algo que se puede manejar o hacer lo que queremos; la fe es Alguien que actúa dentro nuestro y nos cambia la vida: ¡es el Espíritu Santo, el Señor que es vida, que da la vida! Debemos vivir en esta certeza porque nada de esto existiría ni estaríamos aquí sin la fe. Hablando, escuchando, trabajando, estudiando... en todo lo que vivimos a diario, vamos aprendiendo de a poco a concretizar nuestra fe. En cada situación que nos sucede repitamos en nuestro corazón: ¡yo creo en Dios! Si aprendemos a apoyarnos en Él, si nos encomendamos a Él, seremos mucho más buenos, mucho más sonrientes, mucho más capaces de amarnos. Aprendamos a vivir la fuerza de la fe, la luz de la fe, la alegría de la fe. La fe es la brújula que te guía durante todo el día, la fe nos transforma, nos cambia. A menudo me pregunto: ¿cómo todavía tenemos tantos miedos? ¿En qué punto está nuestra fe? Si creemos, la Palabra nos dice que el Amor y la Luz de Dios destruyen el miedo: “En el amor no hay temor”. ¿Pero para mí Jesús existe? ¿Jesús está vivo? ¿Ustedes acaso lo ven con sus ojos? ¡No! Pero con los ojos del corazón, en la vida interior, sabemos que sí, está vivo, existe, resucitó, lo veo. “Creo en un solo Dios”. Es la verdad que nos debe entrar, cada uno la debe sentir interiormente porque es un hecho, una realidad. Nosotros hemos contemplado, conocido y visto todo lo que se profesa en el Credo: un Dios que baja, se encarna, se hace cercano, el Crucificado Resucitado, el Hijo, el Espíritu Santo, el Padre... son las personas que nos dan la vida, la verdadera. Tenemos que hacer bajar estas palabras de fe desde la boca al corazón repitiendo: “Creo, creo, creo”. Así, la fe se hace el alimento de la vida: nos alimentamos con algo precioso que vive dentro de nosotros y que nos sacia el alma. Y después, poco a poco, cuando el “Credo” haya descendido al corazón, cuando sea el respiro de nuestro corazón, tendremos la necesidad de testimoniar a todos que si “Creo en Dios” la vida es más bella, más verdadera, más luminosa, más serena! ¡La fe es la verdadera riqueza de la vida!
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