“Hay dos aspectos en el amor. Primero: el amor está más en el dar que en el recibir. Y el segundo es: el amor está más en las obras que en las palabras.” Papa Francisco
Queridísima Madre Elvira, Padre Stefano, hermanas, hermanos, familias y misioneros cenacolinos, Les escribimos desde la misión de Bahía en la vigilia de la Fiesta de la Vida. Estamos rezando por ustedes y ya casi terminamos la Novena de preparación de la fiesta. En este último período vivimos muchas alegrías, comenzando por el entusiasmo y la alegría que trajo la visita de Padre Eugenio. Nuestro sacerdote llegó justo a tiempo para ver con nosotros el primer partido de Brasil en la Copa del Mundo. Nos pintamos la cara con los colores de Brasil, amarillo, verde y azul, e hicimos la hinchada con tambores, coros, sambas improvisadas ¡hasta llegamos a golpear cacerolas! Padre Eugenio nos donó su tiempo haciendo una corrida maratónica: en tres días habló con todos los tíos y tías de la misión, a veces sin almorzar y olvidándose totalmente de sí para entregarse. Sus homilías también encendieron el corazón de nuestros niños: gracias al don de la simpatía pudo involucrar a todos y hacer participar a nuestros adolescentes, más conscientemente, de la Eucaristía. La adoración del jueves a la noche fue emocionante y luego, Padre Eugenio compartió con nosotros lo que vivió en el viaje a Perú y a Mogi. También vivimos momentos simples como el torneo de fútbol organizado el viernes a la tarde, en el que participaron tíos, tías, adolescentes y niños, y nuestro sacerdote hizo un gol de cabeza. El sábado a la mañana, antes de partir, Padre Eugenio celebró la Santa Misa en la capilla principal, muchos lloramos. Invocamos la fuerza del Espíritu Santo con los ojos cerrados y las manos abiertas y se sintió fuerte su presencia y su acción purificadora. Después Padre Eugenio fue invitado a un almuerzo ítalo-croata-brasilero. Todas las casas se reunieron en el comedor grande y comimos juntos la pizza hecha por tía Natasa y los adolescentes. Luego comenzaron los preparativos para la gran fiesta de San Juan, que es muy importante aquí en Brasil. Los tíos decoraron nuestro patio con hojas de palma, cañas y bambú y banderines de colores. Este año tuvimos el don de festejar dos veces a San Juan, porque el 19 de junio, fiesta de Corpus Christi, un grupo de personas amigas de la misión se hicieron Providencia. Prepararon platos típicos de la cocina brasilera y junto a ellos organizamos juegos para los niños durante toda la tarde. Todos llevábamos el uniforme “joanico”: camisa a cuadritos y sombrero de paja. A la noche de ese día nos vino a buscar el pulman de la parroquia de Pojuca, un pueblito cerca de nuestra “fazenda”. Padre Claudio, en efecto, nos invitó a la Santa Misa de Corpus Christi. Padre Claudio pasó con el Santísimo Sacramento en medio de la gente: muchos lloraron. Como es tradición, los tíos y tías hicieron una escena de “matrimonio caipira” que da inicio a los bailes y la fiesta. Tía Valeria, vestida como María Bihita, se casó con el tío Mauro Sergio, o sea Cornelium, un joven que no quería casarse pero que fue obligado por la familia porque era culpable de haber dado un beso a la bella María. Abierto el baile por los recién casados, los niños y las parejas bailaron la típica ‘cuadrilla’ brasilera y el ‘Forró’, baile del día de San Juan. Las tías habían preparado dulces, pizzetas y carne asada que había llegado como Providencia un día antes. Fue un momento de alegría y simplicidad en el que los niños respiraron mucha unidad y clima de familia. Ahora estamos volviendo a la normalidad. Los niños volvieron a la escuela luego de un mes de pausa por el Mundial. Y es justo en la cotidianeidad que descubrimos lo extraordinario de la presencia de Dios. Cada vez viene más gente a nuestra casa a estar un poco de tiempo y conocer nuestra realidad. Son muchos los que nos comparten: “Este es un lugar especial, lleno de paz y serenidad; nos sirve para desenchufarnos y para respirar un aire diferente que nos colma.” Esta mañana, por ejemplo dos estudiantes de la universidad trajeron mucha providencia para los niños chiquitos, y bastantes dulces. También hoy estábamos preocupados porque en la despensa ya no quedaba ni un paquete de porotos, indispensables en nuestra dieta cotidiana. Dos horas después llamaron de la Prefectura de Pojuca para que fuéramos a retirar unos alimentos: ¡muchísimos porotos! ¡Gracias Jesús que te podemos reconocer en las pequeñas cosas de cada día! Te agradecemos Madre Elvira porque aprendimos de ti, y lo seguimos aprendiendo, a reconocer a Dios en las pequeñas cosas. Queremos seguir renunciando a nuestros deseos, placeres, a morir a nosotros mismos para vivir el verdadero “dar con alegría”. Estamos contigo, siempre unidos en Jesús. Te queremos mucho, |