El domingo 25 de mayo los hermanos y hermanas consagrados fuimos recibidos en la Certosa de Valle Pesio para vivir un retiro Espiritual. Padre Francisco, los padres de la Consolata, las cocineras, nos dieron la bienvenida como a viejos amigos. El edificio de la Certosa, con sus grandes espacios, sus portones antiguos y los árboles seculares nos ayudaron a vivir bien los momentos de silencio y oración. Éramos unos cincuenta, entre los sacerdotes, los hermanos consagrados, las hermanas, y este año se sumaron tres postulantes. Algunos días tuvimos el don de estar con Madre Elvira y de rezar con ella el rosario caminado “speedy”, a lo largo de los caminos entre las verdísimas montañas del valle Pesio. Ella, siempre ‘despierta’ y lista para escuchar la voluntad del Padre , nos despierta haciéndonos caminar con pies y piernas, pero especialmente nos impulsa a avanzar en nuestro camino hacia el Señor. Para hacer este retiro Jesús nos llevó a un lugar aparte, lejano de las cosas para hacer, de la confusión, porque quiso encontrar a cada uno de nosotros, en lo más profundo de nuestro corazón, regalándonos la “perla preciosa”: su amistad. La oración silenciosa delante del Santísimo Sacramento, los paseos por la naturaleza, la Santa Misa y las catequesis del Padre Francisco y de nuestros sacerdotes nos ayudaron a vivir bien este encuentro con Jesús, así, al sentir su amor también podemos nosotros amarnos y aceptarnos más, haciéndonos compañía de quienes encontremos en nuestro camino. También reflexionamos sobre nuestro ser “misioneros”, que nos lleva a recibir e ir adonde Jesús quiera, no solo como lugar físico y geográfico, sino también saliendo de nosotros mismos para ir al encuentro de los demás y acortar distancias. Agradecemos al Padre Francisco, a los Padres de la Consolata y a las cocineras por la hospitalidad y el cariño recibido en estos días quedando unidos en la oración. Gracias.
|