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Con enorme alegría agradecemos a la Comunidad el gran regalo de haber podido participar en la peregrinación a Czestochowa, Polonia, entre el 17 y el 25 de agosto. El deseo de ver a la ‘Virgen Negra’ fue más fuerte que el cansancio físico y pudimos llevarle a través de los nueve días de caminata y los 250 kilómetros recorridos, el agradecimiento por la vida recobrada en estos años de Comunidad. Salimos unos treinta chicos y chicas de la Comunidad Cenacolo, y el punto de partida era en nuestra fraternidad más joven de Polonia, en Tarnow. Nuestro grupo-Beata Carolina- estaba compuesto por 200 personas de todas las edades y era sólo uno de los muchos que formaban la caravana de cerca de ocho mil peregrinos de la diócesis. Estaba organizado como una “Novena Caminada”: Santa Misa, rosario, cantos y bailes, testimonios, compartir y risas fueron marcando el ritmo de nuestro camino desde el alba hasta la noche, y fue muy bello experimentar el amor, la comprensión y la misericordia de cada integrante del grupo, que se nos acercaban haciéndonos parte viva y festiva de su peregrinación. Fue emocionante ver muchos jóvenes, empujados por el amor a la Iglesia y a María, caminar alegres, rezando y cantando todo el tiempo, luchar contra el cansancio y las ampollas en los pies para llevarle de rodillas al altar las alegrías y los deseos que tienen en el corazón, también ver cada mañana, en la Santa Misa, rigurosamente celebrada al aire libre en una cancha de fútbol, muchas personas recogidas en oración y largas filas para recibir la comunión. Al principio fue difícil cantar las canciones y decir las oraciones en polaco pero luego de unos días ya habíamos entrado en la atmósfera que nos llevaba a la Virgen. A las cinco de la mañana levantábamos las carpas y empezábamos a caminar junto a muchos otros grupos, hacia Czestochowa. Al pasar por los campos y los pueblos, cerca de casas pobres pero dignas, éramos muy bien recibidos por los niños que nos saludaban, por las familias que nos daban agua fresca, fruta, pan, ramos de flores para llevar a la Virgen... Los momentos de pausa y de la comida eran muy divertidos, se compartía lo que había con los peregrinos vecinos. Cuando llegábamos al final de la jornada, luego de 20,30 ó 40 kilómetros encontrábamos las carpas ya armadas y una comida ‘típicamente italiana’ preparada por algunos hermanos de la Comunidad. Cuando llegamos al santuario de Jasna Gora fue el momento más fuerte. En la calle frente al santuario había un enorme río de jóvenes esperando para postrarse ante la Reina de Polonia, espera que pasamos cantando y bailando las canciones de ‘acoglienza’ en honor de la Virgen Negra. Frente al Santuario todos juntos nos arrodillamos y besamos la tierra, antes de encomendar a la imagen de la Virgen las intenciones que cultivamos en el corazón durante los 9 días de caminata. Cuando volvíamos, vivimos otro momento fuerte de oración en el Santuario del Beato Juan Pablo II en Cracovia, que custodia una reliquia, después en el Santuario de Santa Faustina Kowalska, delante de la pintura del Jesús Misericordioso y también en el campo de concentración de Auschwitz, donde muy conmocionados encomendamos a Dios, fuente de Misericordia, todas las almas víctimas del holocausto. Estamos convencidos que la Virgen Negra, como una Madre, nos tomó de la mano y nos llevó a sus pies para hacernos experimentar en los momentos simples pero intensos de la peregrinación, que con la oración, con la fe, el abandono total y la confianza es posible renacer a una vida nueva y para eso hay que reconocer y ofrecer - como en este caso - algún pequeño sacrificio.
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