Virginia, Monrovia – AFRICA LIBERIA 3 de enero de 2012
Queridísima Madre Elvira, hermanas, hermanos, amigos, todos, es temprano a la mañana y le robo un poquito de tiempo a la carrera misionera liberiana para contarles un poco cómo esta caminando “the liberian misión”. Puesto que ya estamos viviendo en nuestra misión, es casi imposible usar la computadora, así que difícil mandar noticias escritas: disculpen, sé que están a la espera y que rezan mucho por nosotros y les agradecemos mucho. Les cuento estos días: cuando llegué, para la vigilia de Navidad, dormí con el hermano Enrique de las Hermanas Misioneras de la Consolata, nuestras amigas, que tienen una casa cerca del aeropuerto. Ellas nos vinieron a buscar al aeropuerto. Nuestros jóvenes no pudieron porque había toque de queda en la ciudad de Monrovia los días previos a la Navidad, toque de queda que bloqueó las pocas calles por la noche. Sucedió que hicieron limpiar las calles de la ciudad por Navidad a los estudiantes de las escuelas prometiéndoles pagarles y después no lo hicieron en seguida lo que desencadenó una noche de violencia donde rompieron muchas cosas y bloquearon las calles con la basura tirada y quemada por todos lados. Después, nunca falta el que agita a la gente, que aquí se encienden en seguida. El fuego de las guerras pasadas y de las heridas del corazón que todavía no encontraron la verdad y la misericordia de Dios, arde bajo las brasas y por poca cosa se incendia. Viví un poco de preocupación por la llegada de las hermanas al día siguiente, pero preferí no decir nada, rezar y esperar, y gracias a Dios , después de Navidad se calmó todo: el estado le pagó a los jóvenes, el que “echaba leña al fuego” fue arrestado y el camino se serenó. Después del reposo, la mañana del 24 celebré la Misa con las Hermanas de la Consolata, felices de tener la Misa en casa, cuando terminó tuvimos un lindo momento de compartir la vida mientras esperábamos que nos vinieran a buscar los nuestros. Una de ellas (todas tienen muchos años de misión) me preguntó si se podía confesar para prepararse bien para la Navidad, y les digo con sinceridad que el escucharla me conmovió el corazón: me hubiera arrodillado yo delante de ellas al pensar todo lo que vivieron y sufrieron , permaneciendo fieles a Dios y a esta tierra. Fui feliz de poder derramar sobre ellas la Misericordia y la fuerza de la Gracia de Dios. Cuando llegamos a nuestra misión, luego de un viaje tremendo entre el caos de Monrovia, lleno de gente por las calles, me alegré mucho al ver todo lo que hicieron los misioneros con lo poco que tenían y en tan poco tiempo. ¡Lo poco vivido con fe . . . hace mucho!!! Trabajaron duro, con mucho empeño y sudor, al ritmo de “Glauco”: la casa se transformó, no está más abandonada ni hecha pedazos, sucia y en ruinas, sino linda, limpia, simple, luminosa y acogedora; tiene la cara “linda” de “nuestras casas”, y está pronta para recibir a las Hermanas y misioneras. En la capillita, también “resucitada” luego de muchos años de abandono, está la presencia de Jesús y se está bien con Él y entre nosotros, se reza bien. Los jóvenes, terminada la primera casa, se trasladaron a otra cercana, también ordenada y limpiada. Los encontré serenos , necesitados de una ráfaga de alegría, de unidad, de sonrisa, un poco sufridos por la dificultad vivida y por los sacrificios hechos, en forma físicamente a pesar del clima y de algún síntoma de malaria padecido en los meses anteriores: estaba seguro que llegamos en el momento justo y las Hermanas y las misioneras traerán esa ráfaga de alegría, sonrisa, que la mujer sabe dar y que la misión necesita luego de los primeros meses de duro trabajo. Es como que también la misión da un paso nuevo y Dios sabe que es la hora justa. La vigilia de la Navidad la pasamos en la parroquia del P. Adrián, antes (a las siete) del toque de queda de la noche de Navidad. Fue un lindo momento de fe recibir a Jesús que nace pobre en esta tierra donde hay muchos pobres, y cantar el “Gloria a Dios en lo alto del cielo Y PAZ EN LA TIERRA”, en una tierra que tiene mucha necesidad de una paz duradera. Compartir con la gente este momento de espera y la llegada del Señor, en esta primera Navidad cenacolina en tierra africana, fue un lindo regalo. Padre Adrián está bien. Regresó luego de tres meses de reposo en Irlanda, su tierra, está mucho más sereno y pacífico, felicísimo de nuestra presencia y ahora más con la llegada de las Hermanas. El almuerzo de Navidad fue preparado con el corazón y gracias a las cosas que pudimos llevar tuvo un sabor “italiano”, pasta con salsa de parmesano, lentejas, pero lo más importante. . . un “Pandoro Bauli” que la Providencia me permitió llevar en el equipaje de mano, para alegría de todos especialmente de Giorgio “el misionero del caño” (como se define él): en la misión estas cosas pequeñas también dan alegría al corazón. El día de Navidad, por la tarde, fuimos con el P. Adrián a felicitar a nuestros vecinos pobres regalándoles y compartiendo con ellos en paquete navideño (una bolsa de nylon) un poco de Providencia que teníamos, no mucho en verdad, unas galletitas, un poco de arroz, fideos. . . pero lo que los asombró fue que les cantamos y compartimos nuestra alegría de estar aquí. Nos regalaron bananas, muchas sonrisas y agradecimiento. Fue un hermoso momento. El día siguiente a Navidad continuamos con los preparativos para la llegada de las hermanas y me di cuenta cuánto nuestros chicos con su presencia silenciosa de oración y de trabajo, se hicieron conocer y estimar por muchos. No pasa un día en que no vengan los niños que viven cerca para ver a los nuestros y traer su ráfaga de alegría corriendo y gritando, como hacen los niños. Alguno viene más de una vez, curioso y feliz de nuestra presencia. Son nuestros primeros amigos y la presencia de las Hermanas y de las misioneras será seguramente una bendición para ellos. La Providencia en estos meses nos regaló un buen auto, seis lugares y caja, un “trak” americano, y cuando va por las calles todos lo saludan con el infaltable grito “White men”, al que ahora se le agregó otro, dirigido sobretodo a PierFrancesco que es el que maneja “sabú, sabú” que significa “pelado, pelado”. . . y sonríen cuando saludamos. Menos mal que la Comunidad nos enseña a aceptar y reírnos de nuestros límites y defectos físicos, ¡si no, sería difícil aquí!!! Participé con P. Adrián, Martin y Pier en un encuentro de saludos navideños de todas las realidades cristianas presentes en la Diócesis, con la presencia del Arzobispo: la Iglesia católica es una presencia “pequeña” pero viva en esta tierra y nuestros jóvenes misioneros ya son conocidos, los saludaron muchos sacerdotes de la Diócesis y Hermanas, muchos de los cuales los han visitado en estos meses y los han invitado a dar testimonio. Cuando terminó, algunos sacerdotes contaron chistes y nos reímos juntos, compartiendo un momento simple y familiar. Cuando me saludó el Arzobispo me preguntó cuándo llegaban las Hermanas, le dije que al día siguiente y vi alegría en sus ojos por este arribo. Las Hermanas y las misioneras llegaron bien. Fuimos con Rainer y Pier al aeropuerto; estábamos preocupados porque no las veíamos salir. Había muchísima gente pero al final nos quedamos solo nosotros, todos nos miraban como diciendo “pero a quién están esperando todavía”, hasta que después salió una de las hermanas para decirnos que faltaban 6 valijas y tenían que hacer la declaración de la pérdida de equipaje. Suspiré aliviado después de muchos Avemarías y Ángel de Dios: se perdieron algunas valijas, pero las misioneras llegaron todas bien y felices, es lo más importante. Como no salía nadie más pudimos cantar sin vergüenza, ( lo digo por nosotros) el Aleluya africano y abrazar a las hermanas apenas desembarcaron en la tierra africana. Al llegar a la misión a la noche, luego de dos horas de viaje en auto, los misioneros esperaban en la capilla con velas en la mano y en dos filas, cantando emocionados “Vengan hermanas, el Cordero las invita, vengan, vengan a Liberia, aquí nace para nosotros Cristo el Salvador”, después explotó la alegría con el Aleluya africano y estrofas en italiano, con muchas hojas de palma y de banana agitadas en nuestras manos, y la sonrisa de todos. Los misioneros pudieron conocer la cara de las Hermanas y de las chicas arribadas, sabían que venían pero no quiénes. En Liberia es más fácil mantener un ‘secreto comunitario’ hasta el final. Cuando se despertaron fuimos con ellas a saludar a la Virgen , al “Shrine”, para arrodillarnos y encomendarle a Ella el camino: les pedí que se arrodillaran y besaran la tierra africana, como hicieron los misioneros. El África que como una madre nos ama recibiéndonos y que como hijos deseamos respetar y amar. Luego llegó de sorpresa el Arzobispo con el P. Adrián para saludar y bendecir a las Hermanas, para conocer y agradecer a los misioneros por lo que hicieron en estos meses; se ve que nos quiere y se siente a gusto con nosotros, que ama este lugar fuera de la ciudad inmerso en el verde. Hicimos juntos un simple momento de oración en la capilla, frente a un bello Niño Jesús de Belén que traje para la misión y al que todos le sonríen tiernamente. Las misioneras se asombraron del gran trabajo que hicieron los chicos en la misión: el agua desde el pozo llega a la casa, mosquiteros nuevos en las ventanas, las puertas arregladas, todo limpio y pintado, hay un lindo huerto que si lo permiten las cabras del vecino- pronto dará sus primeros frutos. El trabajo hecho habla de mucho amor verdadero, de mucho sacrificio. Por la tarde fuimos a pie con las misioneras (como lo hacían nuestros misioneros a la mañana y a la noche durante un mes ) a la parroquia del P. Adrián ( una buena hora y pico de camino) para animar con cantos un encuentro de jóvenes; pasamos por muchas villas, pueblitos y rostros curiosos de ver, además de a nosotros, a las Hermanas. Fue sumergirse en el mundo africano, entre niños que salían de todas partes. Saludamos a nuestros vecinos, sobretodo a las mujeres, los niños y los ancianos que salían al encuentro de nuestras Hermanas, abrazándolas conmovidos. Así se comenzaron a estrechar los primeros lazos del bien a través de gestos simples, aún el que todavía no habla inglés sí puede sonreír, saludar y abrazar: es la lengua del corazón. La noche de fin de año la pasamos en una vigilia desde las 22 hasta medianoche en la parroquia del P. Adrián. La gente en Liberia tiene la costumbre de finalizar y comenzar el año en la Iglesia: es un modo para “cerrar las cuentas del año con Dios”, para pedirle su bendición y prometerle nuevos empeños para el año nuevo. Fue muy bello: la Iglesia estaba llena, el coro “desencadenado” con cantos africanos gozosos bailados y cantados “desde las vísceras”, como nos comentaba asombrada sor Jennifer. Las Hermanas y las misioneras miraban maravilladas su primer momento africano de oración, justo en la vigilia de año nuevo, que para ellas será un año africano. Nosotros también cantamos un canto de Adoración en inglés y luego de la celebración felicitamos y abrazamos a muchos. El Primero de Año lo vivimos aquí en la misión con una bella Misa en honor a María Madre de Dios, finalizando con la bendición de los lugares donde ahora vivimos para que estén protegidos por Dios; después colocamos afuera, al aire libre una bella imagen de una Virgen Africana que me dio Madre Elvira y que llevé en la mochila en la espalda, para que proteja nuestra presencia aquí este año. Olvidaba decirles que las valijas perdidas en el viaje se encontraron. . .e hicimos fiesta, no matando el ‘ternero gordo’ (aquí no hay)… sino comiendo con alegría el primero de año el queso casi fundido. . . pero muy bueno para los tíos que sonreían felices! Compartimos un bello día con las Hermanas de la Consolata que vinieron para tener un día de fraternidad, querían recibir y saludar a nuestras Hermanas para continuar la amistad nacida con los misioneros. Las recibimos con bastones y cintas africanas que sor Jennifer hizo con un tejido del lugar. Estaban felices de encontrar hermanas que por la edad podían ser sus hijas o nietas. Rezamos en el “Shrine” de la Virgen el Rosario, y luego compartimos la Misa y el almuerzo, en el que nuestras Hermanas se presentaron y contaron su historia y vocación. Fue un momento intenso de sinceridad y emoción: muchas Hermanas “lloraban” de alegría al ver “fuerza joven” y entusiasta en la misión, creo que reviviendo un poco lo que habían vivido muchos años atrás. Después del almuerzo, por primera vez la danza “Dios Provee” y “Tú me elegiste” desembarcaron en África, pero sin grabador porque no hay corriente. Los misioneros cantábamos y las Hermanas bailaban: fue un éxito”. Después les pedimos que nos cuenten su experiencia y nos testimoniaron sus vocaciones, los sufrimientos vividos con un pueblo en guerra, tener durante años una valijita preparada debajo de la cama con los documentos y algo de dinero, siempre listas para partir en caso de guerra o peligro. La superiora, conmovida por el día vivido, nos pidió que rezáramos por ellas porque en pocas semanas tendrían la visita de sus superiores y era un momento difícil por la falta de vocaciones. Sentí que nuestra “juventud” y entusiasmo sumado al lugar de tanta paz en el que está la misión, las enriqueció. Volvieron a casa felices, llevando varios panes frescos que Glauco hace cada dos días a la manera croata en un piso de ladrillos, con una cubierta de hierro sobre las brasas. Aprendió a hacerlo así de los ancianos croatas en el tiempo de la guerra, es hermoso ver cómo cada cosa que se aprende en la vida se hace buena en el momento justo. Hoy esperamos la visita de las Hermanas de la Madre Teresa que también vendrán a visitarnos, y les preguntaremos cómo hacen para recibir a los niños en situación de extrema pobreza en la casa que tienen en el centro de la Monrovia, en el medio del caos; creo que disfrutarán poder respirar un poco de aire limpio y de paz. Espero que les lleguen estas noticias, trataré de mandar el mail: hubiera querido mandarles unas fotos de las Hermanas, pero ni siquiera lo voy a intentar porque le bloquearía la computadora de P. Adrián, así que por ahora confórmense con las palabras. . . las fotos se las mostraremos cuando regresemos. Gracias por las oraciones, por la mucha Providencia de materiales y alimentos enviada en las “big” valijas, gracias por todo. Ha comenzado otro gran paso en la misión africana con la llegada de las Hermanas y de las misioneras, estamos felices de seguir en el camino que nos preparó Dios, sin la pretensión de conocerlo pero con muchas ganas de vivirlo. Creo que dentro de poco llegarán los niños, Dios sabrá la hora, y entonces todo será todavía más alegre y vivo. Por ahora nos toca preparar una “familia” unida en el bien, en la verdad, en el bien para que el que venga y vea pueda sentir el calor de Dios vivo entre nosotros. Un fuerte abrazo de todos, en especial a Madre Elvira: quédate tranquila, todos los días se come un plato de arroz, a veces de pasta, al mediodía y a la cena, y también comienza a llegar la Providencia a través de los primeros amigos; todos estamos bien de salud, se corre, se trabaja, se reza, se vive. . .y debo decir que también se duerme bien, por la noche no hace mucho calor. Ahora los saludo porque se terminó el tiempo de la batería de la computadora, están casi descargadas. . . debo ir. Lo que falta se los contaré pronto. La Virgen María, Jesús Niño y San José nos mantengan unidos y protejan nuestros pasos. Con mucho, mucho bien. . .¡África los espera!!! ¡¡Vengan y vean!!!
Padre Stefano, hermanas, misioneros y misioneras de Liberia
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