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Peregrinación a Medjugorje

           Fuimos ciento veinte, entre padres, amigos de la Comunidad y jóvenes, acompañados por el P. Massimo. Pasamos tres días intensos de peregrinación a la Virgen y de encuentro con la Comunidad, recibidos por los chicos y chicas del Cenacolo.

         Madre Elvira nos abrazó a todos, uno por uno, al comenzar el año nuevo, haciéndonos sentir hijos amados y esperados en la Comunidad, donde muchos tenemos nuestros hijos en camino. Se sucedieron fuertes testimonios en el “Campo de la Alegría”, donde nos contaron cómo comenzó la aventura de la casa de las chicas, de los ladrillos que uno tras otro se fueron convirtiendo en edificio que al colocarlos reconstruían  el corazón de los jóvenes que trabajaban: la casa de las mujeres se llamó “Campo de la Alegría”, porque nació de la alegría del corazón de los jóvenes que viviendo y trabajando allí hicieron una experiencia de alegría  limpia y verdadera.

         La subida al Monte de las Apariciones, el Podbrdo, fue un momento fuerte para todos nosotros: para el que subía por primera vez, para el que ya lo había recorrido varias veces, cada uno dejó a los pies de la Virgencita algún pensamiento,  una oración, un pedido, alguna lágrima.

         En el encuentro con los chicos nos contaron los comienzos de “Campo de la Vida”, cuando algunos de ellos vivían en carpas los primeros pasos de ese gran milagro realizado en ese Campo, hoy visitado diariamente por miles de peregrinos que se sorprenden y conmueven por las historias de resurrección cotidianas de nuestros hijos.

         No menor fue el banquete de dulces y manjares que los chicos nos habían preparado; nos sorprendió y nos reveló la gran atención y cuidado que tienen estos chicos a los que creíamos insensibles, distraídos, intolerantes, cuando estaban en el mundo; hoy los redescubrimos vitales, sonrientes, ellos mismos sorprendidos del cambio profundo que la Gospa hizo en sus corazones en Medjugorje.

         Fueron días muy intensos,  llevamos en el corazón un gran agradecimiento por todo lo que Dios obra en nuestros hijos, estamos convencidos que su resurrección también es la nuestra, que se sanan ellos y nos sanamos nosotros en este encuentro con la Vida.

¡Gracias!

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