BENEDICTO XVI
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 17 de diciembre de 2008
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy comienza la novena de Navidad, que nos prepara inmediatamente para la fiesta en la que conmemoramos el nacimiento del Señor, fiesta que canta también el don de la vida. La contemplación del Niño Dios en el pesebre nos hace pensar en los niños pobres, en los que, concebidos, son rechazados o, apenas nacidos, no tienen medios para sobrevivir. Descubramos los auténticos valores de la Navidad, dejando de lado todo lo que ensombrece su genuino significado. En estos días santos, los cristianos no conmemoramos el surgir de un gran personaje, y menos aún el comienzo de una nueva estación. La Navidad recuerda un hecho fundamental: en la oscuridad de la noche de Belén se hizo una gran luz. El Creador del universo se encarnó uniéndose indisolublemente a la naturaleza humana y, sin dejar de ser realmente Dios de Dios y luz de luz, se hizo al mismo tiempo verdadero hombre. El Verbo encarnado es una Persona que se interesa por cada persona, es el Hijo de Dios vivo, que se hizo pequeño para vencer nuestra soberbia y hacernos auténticamente libres, libres para amarlo.
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Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española, en particular a los alumnos del Instituto “Ángel de Saavedra”, de Córdoba, y a los demás grupos venidos de España, México y otros países latinoamericanos. Pidamos a la Virgen María y a san José, que nos ayuden a prepararnos a la celebración de la Navidad con el gozo de la fe, y que el encuentro con el Niño Jesús nos haga personas abiertas a las necesidades de los hermanos. Feliz Navidad.
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