Kitty (Italia) Te agradezco Señor Jesús por el don de la Eucaristía que nos ofreces gratuitamente en cada momento y en todas partes del mundo. No es simple describir con palabras lo que he vivido y lo que vivo gracias a la Eucaristía, un don tan grande y fuerte que no cabe en un escrito. Los diecinueve años de enfermedad de “Lele”, mi esposo, no hubiesen sido soportables por las dos niñas ni por mí sino hubiese sido por la referencia primaria y central a la Eucaristía. Una resonancia magnética: “esclerosis múltiple difusa”; por un lado todas las gravísimas dificultades cotidianas, con el aumento de los dolores físicos y morales, y por otro lado las ganas de luchar, de vencer y de hacer callar este gran dolor… de la desesperación a la Esperanza… Así hemos dado vuelta la página y hemos tratado de vivir lo mejor posible cada minuto, cada hora, cada día pensando sólo en el momento presente. La Palabra de Dios abierta en la habitación, cerca de su cama, para escuchar y acoger al Señor que nos guía; la oración del Santo Rosario que nos hace experimentar la cercanía y la ternura de María; el Espíritu Santo que nos da fuerza, esperanza, coraje y hasta la alegría de vivir con “incertidumbre” sobre el futuro, porque el amor de Dios es “real”… y sobre todo la posibilidad de llevar a casa la Eucaristía todos los días, por muchos meses, para mí y para mi esposo: un recurso excepcional, una medicina eficaz que ha sanado tantas heridas en nuestros corazones lacerados. Nuestra casa se trasformó así en una casa de alegría y de paz. Muchos amigos nuevos que con simplicidad nos dan una mano: chofer, médicos, cocineros, sacerdotes… y luego el grupo de oración semanal, con quienes seguimos rezando luego de quince años. El encuentro con Madre Elvira y con la Comunidad Cenáculo me hace descubrir que muchos chicos, que antes estaban desesperados y heridos, se levantan por la noche y se ponen de rodillas frente a Jesús Eucaristía. Entiendo que también yo puedo estar unida a ellos en la adoración al mismo Jesucristo que contemplo en el cuerpo sufriente de Lele, mi marido, y desde aquel momento en adelante todos los miedos del sufrimiento lentamente desaparecen. Ahora Lele se fue a la vida eterna, cuando nos dejó estábamos todas abrazadas con él en un único abrazo, unidos juntos por aquel Pan recién recibido por los cuatro. Desde aquel día en adelante me conmoví cada vez más por el hecho de que un Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo se humille tanto como para volverse un pequeño pedazo de pan, para que cualquiera pueda alimentarse de Él y sumergirse en Él que es el Amor. Todavía hoy le pido a Jesús “no olvidar sus muchos beneficios” sino “gustar y ver qué bueno es el Señor”. Estar de rodillas delante de la Eucaristía es el modo mejor para preparar el corazón para recibir a Aquel que viene en la celebración de la Santa Misa. En realidad es Él, es Jesús que una vez más me quiere dar la alegría, me indica el camino de la felicidad, me pide que me deje amar y que reciba y acepte este don gratuito que va más allá de mi pecado y de mi superficialidad. No renuncio más a Él, no nos dejemos engañar más por falsos sueños que desvían nuestra vida y nos impiden desear a Aquel que nos transforma para volvernos “luz del mundo y sal de la tierra”. Gracias. Kitty.
|