Unas pocas semanas antes de la llamada imprevista a la vida eterna, Andrea y su marido Zvone, testimoniaron su fe frente a muchos jóvenes en un encuentro de la Comunidad. Publicamos su testimonio, el “testamento espiritual” de Andrea, para agradecer al Señor la fe auténtica que les dio, fe que se transformó en fuerza en la “hora” de la prueba y el dolor. Agracemos al Señor y a la Virgen por todo lo que Andrea vivió, compartió y nos legó a todos.
El momento en el que mi mujer Andrea dio todo por mí fue cuando entró en la Comunidad como experiencia para estar cerca de mí y entender más profundamente mi camino de renacimiento. Fue un acto de amor que me dio mucha fuerza. Reconocí sus dificultades, el sacrificio que hizo para dejar todo y estar cerca de mí. Agradezco a Dios que también ella fue marcada profundamente por la vida comunitaria, que no se limitó a esperarme pensando que era yo quien tenía problemas. Esa fue nuestra salvación. Nuestro casamiento también tomó un nuevo rostro. Ya no éramos sólo Andrea y Zvone, con nosotros estaba el Señor, hicimos de la oración nuestro corazón. Una vez le preguntaron: “¿Tú por qué entraste?” Y ella dijo: “Quería entender quién era.” Pero yo me dije: “Lo hizo por mí, porque me amaba. Simplísimo.” La Comunidad nos “puso de rodillas”, nos enseñó a rezar. Durante tres años vivimos en distintas fraternidades, y nos habíamos puesto el empeño de levantarnos todas las noches a las dos e ir a la capilla a rezar uno por el otro. Todas las noches, cuando iba a la capilla, sabía que Andrea estaba delante de Jesús en otra casa, y ella sabía que yo estaba con ella. Aprendí a sacrificarme, si no iba por Jesús lo hacía por ella; quería ser fiel a esa cita, quería serle fiel. Lo hicimos durante tres años. Jesús nos unía, esta primera unión la vivimos en silencio, sin hablar. Había muchas cosas para decirnos, para compartir, pero cuando nos veíamos no había tiempo. Más adelante hicimos el curso de oración del Padre Gasparino en Cuneo; pensé que allí podríamos compartir todo lo que teníamos adentro. ¡Pero todos los encuentros pasaron en silencio y oración! Sin embargo nos comunicamos mucho más en el silencio, de manera que no es fácil de explicar, pero nos comunicamos más. Era como si Jesús nos hubiera dicho: “Dejen de lado las palabras, dejen de lado el pasado, todo lo que se dice con los labios”. Hoy hay algo más que hacemos desde que elegimos esta vida, todos los meses vamos al Santuario de Vicoforte, rezando el Rosario en el viaje, para acercarnos el Sacramento de la Confesión; vamos sin hablar. Siempre es bello, cuando salimos del confesionario nos miramos como diciendo: “¡Somos libres, ahora podemos recomenzar, somos libres!” Nos miramos con luz en los ojos y también hacemos una pequeña fiesta: un café y dos masitas. Para nosotros esto es una cita importantísima que nos ayuda a caminar y a crecer en el amor. Este año el Señor le pidió a Andrea que lleve “los clavos” en las manos y a mí que me ponga el “delantal” porque desde hace un año vivimos la enfermedad. Hace justo un año le diagnosticaron un tumor en el pecho. Fue difícil aceptarlo, pero gracias a la fe y al amor lo atravesamos juntos. Andrea estuvo seis meses en la cama por la quimioterapia y tuve que atenderla. Andrea sufría mucho y a mí me costaba estar allí, junto a ella, sin poder hacer nada, impotente. Esta cruz, vivida en la fe, nos hizo crecer en el amor, por eso nunca pensamos que era una desgracia sino una gracia. Cuántas veces me despertaba a la mañana y en el silencio decía, mientras ella dormía: “Señor, déjamela un poco más, la necesito.” Tenía miedo de perderla, comprendí qué importante era para mí vida. Todos estos sufrimientos los superamos gracias a la oración y a la gracia de Jesús que recibimos en la Eucaristía. Zvone
También para mí la imagen de Jesús poniéndose el delantal para servir a los suyos está viva en mi corazón. Hoy agradezco por todas las veces que lo vi a Zvone hacer eso por mí con amor, sin lamentarse jamás. Yo creo que “ponerse el delantal” es darle todo al otro, hacer silencio, pedir disculpas, ir más allá de lo que me fastidia de él. Hay cosas de nuestro carácter, nuestras pobrezas, que siempre estarán, y “ponerse el delantal” también significa aceptarse y amarse como somos. Seguro que para nosotros fue una gran ayuda vivir cerca de Madre Elvira, que muchas veces nos recordó la importancia de saber pedir perdón, de ir más allá de las pobrezas de cada uno para lograr que en nuestra casa reine la paz y el amor, que nuestros hijos crezcan serenos, que vuelvan a la casa con gusto. Madre Elvira siempre nos decía: “Siempre se puede recomenzar, ahora, en este momento, no a partir de mañana sino de ahora.” Zsvone habló de la enfermedad que entró en nuestras vidas. ¡Una prueba más! Hablando con el Señor le dije: “¡Pero… ahora esto!!” Ya había miles de cosas, muchos sufrimientos por los que habíamos pasado. Muchos nos decían: “Tú no te lo mereces, ¿cómo puede ser?” Incluso gente que cree. Pero nosotros nunca pensamos que alguien se merece una desgracia o una enfermedad. Pienso que hace falta aceptar: te pide que lleves la cruz y la llevas, la aceptas y vas adelante. Ahora tenemos que recomenzar todo, la enfermedad volvió y hay que operar de nuevo. Hubo un momento de desaliento: “Rezamos todos, toda la Comunidad, desde Brasil a Croacia, los niños, nosotros, ¡quién no ha rezado por nosotros! ¿Señor, Tú no escuchaste, eh?” Y te viene la duda: “¿Por qué no hace un milagro? Si Él quiere, lo puede hacer.” Quizá también te viene rabia y dices: “¡Bueno, no rezo más!” Pero cuando te pones de rodillas en la Eucaristía y ves que el sacerdote eleva a Jesús, dices: “¡Mama mía… Él murió por mí, también por mí!” Entonces, no puedo dejar de creer que Él me quiere también de esta manera. Creo que seguramente todo esto servirá para algo que todavía no entiendo. Ya ahora nuestro matrimonio, nuestra relación es diferente y maduró con mucha paciencia, mucho servicio. Nos encontramos en una situación nueva, no sabíamos cómo hacer, en cambio ahora es otra experiencia en la que crecimos en el amor y gracias a la que nos acercamos aún más al Señor! Andreja
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