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Viernes 13

CATEQUESIS  P. BERNARDINO GIORDANO
Dar la vida  con el ‘Gran Amor’ de Jesús : ‘Doy todo por ti ,Señor’
(Jn 15, 12-17)

Importa conocer y comprender en qué momento Jesús  dice estas palabras.  Lo dice en la Última Cena; esos 3 días, sobretodo en la Última Cena,  son las horas que preceden a la Pasión y sintetizan toda la vida de Jesús, todo lo que dijo e hizo. El sentido que Él quiso dar a su vida , focalizado como con una lente de aumento.
Es como si nos dijera: ‘En esta noche yo te explico todo el sentido de mi vida.’ Es un momento espléndido de su vida, está junto a los suyos, a sus amigos, con los que vivió y sufrió toda su historia,  pero  a la vez es trágico: sabe que  alguno lo traicionará,  que lo van a abandonar,  lo van a negar, lo van atacar,  en ese momento íntimo de sus últimas horas les dice eso. Pero  antes de la ofensa les dice: ‘Ustedes son mis amigos’.
Él lo sabe. Y sin embargo, quiere dar su propia vida. El nivel más alto  de entrega es dar la vida por los amigos.
¿Qué clase de amor es el que Jesús grita? ¿Qué quiere decir ‘dar la vida’, ‘amar?  ¿Qué significa ‘dar fruto’  para Jesús?
El querer ‘amar’,  ‘dar la vida’ por los amigos en la experiencia del amor  tiene que ver con las relaciones. No damos la vida a los perros, a los gatos, a las plantas, damos la vida a las personas que están al lado nuestro, a ese hombre, a esa mujer, a ese hijo, al  abuelo, colega del trabajo, a las personas que están al lado.
¡ ‘ La vida’ es  para la persona que tengo cerca!  Estoy llamado a  dar la vida a  la persona que el Señor puso a mi lado.  ¡Qué difícil!  Ya sea en la Comunidad, en casa, etc.
Fuiste llamado a  dar la vida en un contexto de relaciones, de vínculos,  porque para vivir necesitas vincularte, relacionarte,  no cerrarte, aún si eres soltero.
Cuántas veces los jóvenes piensan que lo importante es casarse, porque entonces las cosas cambian y llegó el momento de amar.. . No, estás llamado a amar desde el vientre de tu madre. Nacemos para amar. Qué desilusión cuando no  eres capaz de amar y te casas. Cuando no eres capaz de amar  y te haces sacerdote . Que desilusión cuando no eres capaz de amar y  vives en Comunidad   o haces otras elecciones. Todos tenemos esa capacidad de amar  impresa en nuestro ADN.  Casarse, ser esposos, es sólo una estación en este camino del amor. La  óptica de Jesús de ‘dar la vida’, de ‘amar’ , es en un contexto de vínculos, de relaciones.
A veces es solo dejarse amar, el otro  siempre me debe dar porque ‘yo soy el centro, un rey para que todos me sirvan.’
Esa no es la óptica de un Dios  que da la vida por los amigos  para recuperarlos a todos.  Por eso la importancia de esta capacidad de amar porque en ella descubro quién soy, mi identidad. Descubro quién soy en el momento en que soy capaz de dar la vida, de amar hasta el fin,  dar  todo.
Quizás la mejor manera de ver hacia dónde vamos, y eso a cualquier edad, es ver si soy capaz de ofrecer todo a quien tengo  al lado.
¡Cuántos frenos  tenemos  para no dar este  ‘todo’!  A este no le doy ‘todo’ porque  tengo miedo, o me da vergüenza,  dar todo con lo que tengo, lo que soy y lo que hice. . .  ¡Cómo voy a dar todo !  
Sí, hoy estás llamado a dar todo, porque  Jesús ha dado todo ese día de  la Última Cena  y  sigue dando todo hoy, continuamente.  En la Adoración Eucarística es Jesús que se ‘da todo’ de nuevo,  a mí ,   hace mucho tiempo y también hoy, ahora, en este momento. Como Él, estamos llamados a ‘dar todo’.
Ustedes  esposos están locos al casarse. Porque ante Dios dijeron :  ‘Yo, las 24 horas del día  te  ‘doy todo’.  Este dar todo  significa lo que Tú, Señor nos diste, la grandeza y la belleza de ‘dar todo’.
También nuestro cuerpo está llamado a dar todo. Mi cuerpo de  hombre está llamado a dar todo. Mi cuerpo de  mujer está llamado a dar todo.  Debemos recuperar   la belleza de nuestro cuerpo en ese dar todo, porque estamos llamados a amar, incluso con las heridas que tiene, hoy está llamado a amar, a ‘dar todo’. Cuántos tatuajes nos hicimos que nos recuerdan  un pasado, una relación! ¿Y dónde te llevaron? ¿Qué pasó?  Pero   con ese cuerpo  que tienes, hoy estás llamado a dar todo porque estas llamado a amar.
Tal vez no nos damos cuenta, pero ‘dar todo’ es: la experiencia de amar con lo que somos, como somos, con lo poco que tenemos.
Jesús en esto nos da un horizonte de lo que quiere decir  ‘dar todo’, amar  hasta el fin.  Hace falta también la  humildad de saber pedir, porque  a veces decimos que ya  sabemos todo. Para aprender, alguien te tiene que enseñar.
Experimentar a Jesús nos enseña una lengua nueva: aprender a amar.  Entonces tú y yo reconocemos quiénes somos. Pero me tengo que jugar por mis relaciones. Cuando nos cerramos delante del otro comienza el ‘cálculo’, empiezo a ‘calcular’: si yo hice esto, entonces tú tienes que hacer esto y esto, yo lo hice ayer, ahora te toca a ti. . . disminuye el amor,  Dios se va.
 No solo en la Comunidad sino en nuestra vida porque  estamos llamados a dar todo para ser amigos, a dar fruto, no somos árboles que solo dan sombra, somos árboles que dan fruto.
 Y ser árboles frutales  significa que otros pueden  gozar de nuestro fruto, que  entregamos la semilla, como nosotros la  recibimos de otro.
¿Cómo aprender a ‘dar todo’?
El modelo es justamente Jesús y  su dar es ‘dar  la vida’.
¿Hasta dónde tengo que amar para dar todo?  ¿Hasta qué punto tengo que amar a mi mujer que tiene mal carácter?
¿Hasta dónde tengo que amar a mi marido siempre enojado,  ser paciente, soportarlo?   Amar a quien tengo al lado, a un hermano de la Comunidad.
¿Se puede avanzar así?  ¡Pero si él , si ella no cambia. . .!
¿Cómo hacemos para seguir adelante?  Forzosamente tienes  que decidirte y dar un paso y preguntarte hasta que punto estás llamados a amar , hacerse preguntas. Cuántas preguntas hace el ángel custodio a su ‘hijo’:  ¿pero todavía no entendiste? ¿todavía no te despiertas?  ¿porqué estás  sin hacer nada?  ¡Me pones nervioso! Sin embargo, tú estas llamado a amar, y la presencia de Jesús la encuentras allí, en ese vínculo que estás viviendo.
Jesús  en la Cruz  nos dice de una manera extraordinaria: ¡tienes que amar hasta el fin! Entonces, en la Adoración que  vivimos recién y  en la Eucaristía que celebraremos hoy, allí justamente me está dando todo y nosotros también tenemos que ‘dar todo’ con fe.  Vivir  la Adoración, la Eucaristía para conocer  el significado pleno de nuestra vida: entonces llego a amar con el estilo y  la totalidad con que Jesús amó,  y puedo sacar a la luz esa capacidad de amor que Dios puso dentro de cada uno de nosotros.
El Señor puso con su Amor  una capacidad de amar extraordinaria dentro de cada uno de nosotros . Todos la tenemos: es quererse bien a uno mismo reconocer que Dios amigo me dio una gran capacidad de amar .
En el matrimonio,  la belleza de la capacidad de amar es que yo, cónyuge,  junto con Dios, estoy llamado  a  hacerte expresar esa belleza originaria que el Señor te dio.  No estoy  llamado a  tratarte mal, a decirte lo que debes hacer o no,  o  si hiciste algo mal…estoy llamado a bendecir,  a mostrarle al otro qué significa que  Dios nos puso dentro un gran amor, a expresar la propia originalidad en mi forma de amar.
Fíjense como el pecado del pasado,  ya cerrado, nos encierra en una no- belleza, en la falta de originalidad. Pero la Comunidad me está  devolviendo la vida al mostrarme cuán bello es lo que  puso el Señor en mí, en todos: Dios no descarta a nadie. 
Esto es ‘morir  por amor’, darle un significado a lo que hago, no solo ‘vivir juntos’.
El amor significa  sacrificarse. También  entre las hermanas Dios puso una belleza originaria  que están llamadas a  sacar afuera:  entonces soy verdadero amigo.
Cuando alguien te quiere,  cuando es un amigo de verdad,  acepta también el reproche.    Si  me siento  amado  acepto lo que me dices, aunque sea negativo para mi vida, es la ocasión para crecer.  Por eso es necesario en tus relaciones, en tus  afectos y ternura, expresar cuánto Dios te quiere  para que tú puedas  decir: soy amado, estoy llamado a vivir, estoy llamado a ‘dar la vida’.
A veces pasa que los novios y  los esposos no son amigos  en la verdadera amistad,  solo quieren tomar y no ‘dar la vida’.  Muchas  situaciones de los  matrimonios  cuestan en la actualidad  porque ya desde antes costaban algunos  temas. Y no crean que una bendición en la Iglesia te  soluciona la vida, no crean que pueden huir: antes o después el problema surge. Se deben afrontar y es justo allí, en el ‘dar la vida’, en el aprender a ser amigos, que descubro quién soy y descubro el gran significado de estar juntos.
Este amar  hasta el fin para aprender a ser amigos es cargar sobre sí los defectos y pecados de quien está al lado,  tomar los límites de mi cónyuge, tomar los límites de  la persona que está  cerca mío en la Comunidad, no para confrontar  y pelear sino  como posibilidad de un amor más grande, tomar estos defectos para  transformarlos.
Comprendes también el motivo por el que Jesús dijo: ‘Padre , perdónalos porque no saben lo que hacen’.  Porque hay un amor más grande, aunque el otro no se dé cuenta. Cuántos silencios que hay, cuanta ‘calma chicha’,  en la que el otro no reconoce lo que tú haces. El que está a tu lado no reconoce el amor grande que estás poniendo y muchas veces te rechaza, a menudo te insulta.
Pero en  una óptica ‘grande’ estás llamado a realizar gestos ‘grandes’, en la presencia de Dios.  La Eucaristía , la Palabra de Dios son  es la fuente donde nos acercamos a beber y donde hacemos la experiencia de la amistad verdadera porque atrás hay un gran amor.  Los verdaderos amigos tienen un  gran amor a Dios en lo que hacen. 
 ¿Creció nuestro ‘nosotros’ como matrimonio?  ¿Creció  ‘nuestra’ amistad en el camino comunitario? Crecer en la comunión  me  hace incomodar pero también reconozco los frutos. También reconozco que todas las oraciones, todas las adoraciones, todas las Eucaristías que tengo y hago me impulsan para poder  dar este ‘amor grande’  a los hermanos.
 La experiencia que hacemos con Dios se tiene que traducir en la cotidianeidad de este gran amor, de este amor humano. Quizá el  verdadero discernimiento de una vida sea  preguntarse si soy capaz de ‘dar todo a todos’ en la vida cotidiana, en la lucha cotidiana. Y es en la cotidianeidad donde se juega la relación de amistad con Dios, no solo en las grandes ocasiones.  En la cotidianeidad yo espero, creo, amo, hoy, ahora.
De entrada eliminemos algunos pensamientos   como que algunas relaciones nos interfieren  el camino, que  si estuviera solo. . .me entregaría más, si no  tuviera esa suegra , te amaría más , si no tuviera que hacer ese trabajo nos veríamos mucho más, nos querríamos más. . .si tuviera trabajo…o si no me doliera la espalda.. . si  no tuviéramos ese hijo nos amaríamos más,  o esa hija. . .
Es en  nuestra cotidianeidad, en nuestra vida normal, donde buscaremos la plenitud de nuestro ‘dar todo’.
A veces  se buscan alternativas inútiles: nos mudamos, vacaciones…sí…pero no son 20 días de vacaciones que van a acomodar  los otros 345 días del año. Son los 345 días   vividos  que me hacen descubrir el significado de mis vacaciones.
 Si salgo de la Comunidad , cambio. . . No. . . vive bien ahora! descubre ahora el sentido!  como si la  propia vida siempre estuviera en un futuro ideal. No, es en el cotidiano que el Señor nos llama a amar hasta el fin. Y todos estamos llamados a amar a lo ‘grande’.
No hay ninguna herida, ninguna,  que pueda  hacer dar marcha atrás al amor, ni las del pasado. Allí vamos a encontrar el alimento para nuestra vida que necesita nutrirse todos los días.  Con Dios  se vive en el momento presente y es bello porque nos impulsa a no detenernos, a  hacer crecer el amor ordinario, sabiendo que Jesús en  su amor ordinario partió del hecho que :‘quien da un vaso de agua al  hermano ya merece el Reino de los Cielos’. Es el gesto pequeño, el gesto concreto hecho por amor, en la óptica del ‘doy todo’, por ti  Señor.
No hagamos mucho discurso porque si empezamos a hablar sobre lo que quiere decir ‘amar’  estamos perdiendo el significado del verdadero amor que está hecho de gestos concretos.
 El amor de Jesús no hace de los defectos y del pecado una ocasión de distancia, de acusación, de indiferencia.
También  la herida  entregada es  oportunidad de amar, amar ‘por’ los defectos que tienes. Es un amor llamado a  hacer crecer, a hacer salir del otro lo mejor , lo más bello.
Con este amor, en el fondo, tú recreas a la persona,  creas un hombre nuevo.  Es la experiencia de la confesión, el Señor nos hace nuevos en lo que hacemos.  Pero lo podemos hacer sólo si tenemos un Amor más grande que nos precede.
Jesús dijo: ‘Tengo sed’.
El amor que se entrega provoca sed: necesito que me respondas, que en mi sufrir me des una respuesta. A veces los silencios prolongados , los golpes de puertas, los gritos,  dicen el ‘Tengo sed’ de ese ‘amor grande’ que tú  no me ofreces , y sigo  con la sed de amor.  Puedes responder con el vinagre: te doy sólo lo que te mereces, lo que tú esperas. ¡Pero no! En ese ‘tengo sed’ hay una Presencia  que envuelve el hecho de que estoy llamado a amarte aún así, y solo lo calmamos con el agua que nos puede dar el Señor.
Un amigo verdadero es un amigo de Dios, y más amigo de Dios eres, más buen amigo.
Porque la amistad  Alguien me la enseñó.   Espero que muchas parejas   en la Comunidad encuentren en el cónyuge  un amigo verdadero, que muchos chicos en la Comunidad  construyan amistades verdaderas, fundadas  sobre la presencia de Jesús porque esa amistad no pierde el color, aunque no te veas por un tiempo, está,  hay un lazo con Dios  que le da eternidad a lo que realizamos.
Dar todo es dar también las heridas que tenemos.  El Señor resucitó, un Dios  herido, y lo primero que hace es mostrarse a los suyos con sus heridas. Te dice  de  un amor grande, lo que  significa dar la vida. También nosotros con las heridas que tenemos, retornamos  a los que  nos las provocaron para decirles: ‘estoy contigo de nuevo’. Las heridas son el signo de tu conversión y el motivo por el que recibes mi amor.
El Resucitado es una persona herida que va a los que lo hirieron. Si me hieres, regresar a ti me cuesta, pero te dice el gran amor que te tengo y es el motivo de tu conversión: vale la pena.
Esposos, novios, vuelvan al cónyuge con sus heridas para decirle cuánto vale para ti, qué  ‘amor grande’ tengo la intención de darte,  y solo así  nos encontraremos y como esposos viviremos una realidad de Dios, no solo ‘soportarnos’ en la vida. En cada pareja deben decirse: ‘Aquí  se ve  a Dios en la experiencia del gran amor que  estamos llamados a dar’; estamos llamados a entrenarnos en este gran amor, para no dejar más de amar.
Todo lo que hagamos o digamos pongámoslo delante de la Eucaristía porque allí  nos jugamos la vida. Busquemos más tiempo para escuchar nuestra conciencia, a la que el Señor le habla.  El protagonista siempre es Él. Y agradezcamos mucho al Señor porque tenemos su Presencia, con nuestras dificultades y debilidades,  porque cuando agradeces significa que tienes en el corazón esa presencia.

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