CATEQUESIS P. BERNARDINO GIORDANO Dar la vida con el ‘Gran Amor’ de Jesús : ‘Doy todo por ti ,Señor’ (Jn 15, 12-17)
Importa conocer y comprender en qué momento Jesús dice estas palabras. Lo dice en la Última Cena; esos 3 días, sobretodo en la Última Cena, son las horas que preceden a la Pasión y sintetizan toda la vida de Jesús, todo lo que dijo e hizo. El sentido que Él quiso dar a su vida , focalizado como con una lente de aumento. Es como si nos dijera: ‘En esta noche yo te explico todo el sentido de mi vida.’ Es un momento espléndido de su vida, está junto a los suyos, a sus amigos, con los que vivió y sufrió toda su historia, pero a la vez es trágico: sabe que alguno lo traicionará, que lo van a abandonar, lo van a negar, lo van atacar, en ese momento íntimo de sus últimas horas les dice eso. Pero antes de la ofensa les dice: ‘Ustedes son mis amigos’. Él lo sabe. Y sin embargo, quiere dar su propia vida. El nivel más alto de entrega es dar la vida por los amigos. ¿Qué clase de amor es el que Jesús grita? ¿Qué quiere decir ‘dar la vida’, ‘amar? ¿Qué significa ‘dar fruto’ para Jesús? El querer ‘amar’, ‘dar la vida’ por los amigos en la experiencia del amor tiene que ver con las relaciones. No damos la vida a los perros, a los gatos, a las plantas, damos la vida a las personas que están al lado nuestro, a ese hombre, a esa mujer, a ese hijo, al abuelo, colega del trabajo, a las personas que están al lado. ¡ ‘ La vida’ es para la persona que tengo cerca! Estoy llamado a dar la vida a la persona que el Señor puso a mi lado. ¡Qué difícil! Ya sea en la Comunidad, en casa, etc. Fuiste llamado a dar la vida en un contexto de relaciones, de vínculos, porque para vivir necesitas vincularte, relacionarte, no cerrarte, aún si eres soltero. Cuántas veces los jóvenes piensan que lo importante es casarse, porque entonces las cosas cambian y llegó el momento de amar.. . No, estás llamado a amar desde el vientre de tu madre. Nacemos para amar. Qué desilusión cuando no eres capaz de amar y te casas. Cuando no eres capaz de amar y te haces sacerdote . Que desilusión cuando no eres capaz de amar y vives en Comunidad o haces otras elecciones. Todos tenemos esa capacidad de amar impresa en nuestro ADN. Casarse, ser esposos, es sólo una estación en este camino del amor. La óptica de Jesús de ‘dar la vida’, de ‘amar’ , es en un contexto de vínculos, de relaciones. A veces es solo dejarse amar, el otro siempre me debe dar porque ‘yo soy el centro, un rey para que todos me sirvan.’ Esa no es la óptica de un Dios que da la vida por los amigos para recuperarlos a todos. Por eso la importancia de esta capacidad de amar porque en ella descubro quién soy, mi identidad. Descubro quién soy en el momento en que soy capaz de dar la vida, de amar hasta el fin, dar todo. Quizás la mejor manera de ver hacia dónde vamos, y eso a cualquier edad, es ver si soy capaz de ofrecer todo a quien tengo al lado. ¡Cuántos frenos tenemos para no dar este ‘todo’! A este no le doy ‘todo’ porque tengo miedo, o me da vergüenza, dar todo con lo que tengo, lo que soy y lo que hice. . . ¡Cómo voy a dar todo ! Sí, hoy estás llamado a dar todo, porque Jesús ha dado todo ese día de la Última Cena y sigue dando todo hoy, continuamente. En la Adoración Eucarística es Jesús que se ‘da todo’ de nuevo, a mí , hace mucho tiempo y también hoy, ahora, en este momento. Como Él, estamos llamados a ‘dar todo’. Ustedes esposos están locos al casarse. Porque ante Dios dijeron : ‘Yo, las 24 horas del día te ‘doy todo’. Este dar todo significa lo que Tú, Señor nos diste, la grandeza y la belleza de ‘dar todo’. También nuestro cuerpo está llamado a dar todo. Mi cuerpo de hombre está llamado a dar todo. Mi cuerpo de mujer está llamado a dar todo. Debemos recuperar la belleza de nuestro cuerpo en ese dar todo, porque estamos llamados a amar, incluso con las heridas que tiene, hoy está llamado a amar, a ‘dar todo’. Cuántos tatuajes nos hicimos que nos recuerdan un pasado, una relación! ¿Y dónde te llevaron? ¿Qué pasó? Pero con ese cuerpo que tienes, hoy estás llamado a dar todo porque estas llamado a amar. Tal vez no nos damos cuenta, pero ‘dar todo’ es: la experiencia de amar con lo que somos, como somos, con lo poco que tenemos. Jesús en esto nos da un horizonte de lo que quiere decir ‘dar todo’, amar hasta el fin. Hace falta también la humildad de saber pedir, porque a veces decimos que ya sabemos todo. Para aprender, alguien te tiene que enseñar. Experimentar a Jesús nos enseña una lengua nueva: aprender a amar. Entonces tú y yo reconocemos quiénes somos. Pero me tengo que jugar por mis relaciones. Cuando nos cerramos delante del otro comienza el ‘cálculo’, empiezo a ‘calcular’: si yo hice esto, entonces tú tienes que hacer esto y esto, yo lo hice ayer, ahora te toca a ti. . . disminuye el amor, Dios se va. No solo en la Comunidad sino en nuestra vida porque estamos llamados a dar todo para ser amigos, a dar fruto, no somos árboles que solo dan sombra, somos árboles que dan fruto. Y ser árboles frutales significa que otros pueden gozar de nuestro fruto, que entregamos la semilla, como nosotros la recibimos de otro. ¿Cómo aprender a ‘dar todo’? El modelo es justamente Jesús y su dar es ‘dar la vida’. ¿Hasta dónde tengo que amar para dar todo? ¿Hasta qué punto tengo que amar a mi mujer que tiene mal carácter? ¿Hasta dónde tengo que amar a mi marido siempre enojado, ser paciente, soportarlo? Amar a quien tengo al lado, a un hermano de la Comunidad. ¿Se puede avanzar así? ¡Pero si él , si ella no cambia. . .! ¿Cómo hacemos para seguir adelante? Forzosamente tienes que decidirte y dar un paso y preguntarte hasta que punto estás llamados a amar , hacerse preguntas. Cuántas preguntas hace el ángel custodio a su ‘hijo’: ¿pero todavía no entendiste? ¿todavía no te despiertas? ¿porqué estás sin hacer nada? ¡Me pones nervioso! Sin embargo, tú estas llamado a amar, y la presencia de Jesús la encuentras allí, en ese vínculo que estás viviendo. Jesús en la Cruz nos dice de una manera extraordinaria: ¡tienes que amar hasta el fin! Entonces, en la Adoración que vivimos recién y en la Eucaristía que celebraremos hoy, allí justamente me está dando todo y nosotros también tenemos que ‘dar todo’ con fe. Vivir la Adoración, la Eucaristía para conocer el significado pleno de nuestra vida: entonces llego a amar con el estilo y la totalidad con que Jesús amó, y puedo sacar a la luz esa capacidad de amor que Dios puso dentro de cada uno de nosotros. El Señor puso con su Amor una capacidad de amar extraordinaria dentro de cada uno de nosotros . Todos la tenemos: es quererse bien a uno mismo reconocer que Dios amigo me dio una gran capacidad de amar . En el matrimonio, la belleza de la capacidad de amar es que yo, cónyuge, junto con Dios, estoy llamado a hacerte expresar esa belleza originaria que el Señor te dio. No estoy llamado a tratarte mal, a decirte lo que debes hacer o no, o si hiciste algo mal…estoy llamado a bendecir, a mostrarle al otro qué significa que Dios nos puso dentro un gran amor, a expresar la propia originalidad en mi forma de amar. Fíjense como el pecado del pasado, ya cerrado, nos encierra en una no- belleza, en la falta de originalidad. Pero la Comunidad me está devolviendo la vida al mostrarme cuán bello es lo que puso el Señor en mí, en todos: Dios no descarta a nadie. Esto es ‘morir por amor’, darle un significado a lo que hago, no solo ‘vivir juntos’. El amor significa sacrificarse. También entre las hermanas Dios puso una belleza originaria que están llamadas a sacar afuera: entonces soy verdadero amigo. Cuando alguien te quiere, cuando es un amigo de verdad, acepta también el reproche. Si me siento amado acepto lo que me dices, aunque sea negativo para mi vida, es la ocasión para crecer. Por eso es necesario en tus relaciones, en tus afectos y ternura, expresar cuánto Dios te quiere para que tú puedas decir: soy amado, estoy llamado a vivir, estoy llamado a ‘dar la vida’. A veces pasa que los novios y los esposos no son amigos en la verdadera amistad, solo quieren tomar y no ‘dar la vida’. Muchas situaciones de los matrimonios cuestan en la actualidad porque ya desde antes costaban algunos temas. Y no crean que una bendición en la Iglesia te soluciona la vida, no crean que pueden huir: antes o después el problema surge. Se deben afrontar y es justo allí, en el ‘dar la vida’, en el aprender a ser amigos, que descubro quién soy y descubro el gran significado de estar juntos. Este amar hasta el fin para aprender a ser amigos es cargar sobre sí los defectos y pecados de quien está al lado, tomar los límites de mi cónyuge, tomar los límites de la persona que está cerca mío en la Comunidad, no para confrontar y pelear sino como posibilidad de un amor más grande, tomar estos defectos para transformarlos. Comprendes también el motivo por el que Jesús dijo: ‘Padre , perdónalos porque no saben lo que hacen’. Porque hay un amor más grande, aunque el otro no se dé cuenta. Cuántos silencios que hay, cuanta ‘calma chicha’, en la que el otro no reconoce lo que tú haces. El que está a tu lado no reconoce el amor grande que estás poniendo y muchas veces te rechaza, a menudo te insulta. Pero en una óptica ‘grande’ estás llamado a realizar gestos ‘grandes’, en la presencia de Dios. La Eucaristía , la Palabra de Dios son es la fuente donde nos acercamos a beber y donde hacemos la experiencia de la amistad verdadera porque atrás hay un gran amor. Los verdaderos amigos tienen un gran amor a Dios en lo que hacen. ¿Creció nuestro ‘nosotros’ como matrimonio? ¿Creció ‘nuestra’ amistad en el camino comunitario? Crecer en la comunión me hace incomodar pero también reconozco los frutos. También reconozco que todas las oraciones, todas las adoraciones, todas las Eucaristías que tengo y hago me impulsan para poder dar este ‘amor grande’ a los hermanos. La experiencia que hacemos con Dios se tiene que traducir en la cotidianeidad de este gran amor, de este amor humano. Quizá el verdadero discernimiento de una vida sea preguntarse si soy capaz de ‘dar todo a todos’ en la vida cotidiana, en la lucha cotidiana. Y es en la cotidianeidad donde se juega la relación de amistad con Dios, no solo en las grandes ocasiones. En la cotidianeidad yo espero, creo, amo, hoy, ahora. De entrada eliminemos algunos pensamientos como que algunas relaciones nos interfieren el camino, que si estuviera solo. . .me entregaría más, si no tuviera esa suegra , te amaría más , si no tuviera que hacer ese trabajo nos veríamos mucho más, nos querríamos más. . .si tuviera trabajo…o si no me doliera la espalda.. . si no tuviéramos ese hijo nos amaríamos más, o esa hija. . . Es en nuestra cotidianeidad, en nuestra vida normal, donde buscaremos la plenitud de nuestro ‘dar todo’. A veces se buscan alternativas inútiles: nos mudamos, vacaciones…sí…pero no son 20 días de vacaciones que van a acomodar los otros 345 días del año. Son los 345 días vividos que me hacen descubrir el significado de mis vacaciones. Si salgo de la Comunidad , cambio. . . No. . . vive bien ahora! descubre ahora el sentido! como si la propia vida siempre estuviera en un futuro ideal. No, es en el cotidiano que el Señor nos llama a amar hasta el fin. Y todos estamos llamados a amar a lo ‘grande’. No hay ninguna herida, ninguna, que pueda hacer dar marcha atrás al amor, ni las del pasado. Allí vamos a encontrar el alimento para nuestra vida que necesita nutrirse todos los días. Con Dios se vive en el momento presente y es bello porque nos impulsa a no detenernos, a hacer crecer el amor ordinario, sabiendo que Jesús en su amor ordinario partió del hecho que :‘quien da un vaso de agua al hermano ya merece el Reino de los Cielos’. Es el gesto pequeño, el gesto concreto hecho por amor, en la óptica del ‘doy todo’, por ti Señor. No hagamos mucho discurso porque si empezamos a hablar sobre lo que quiere decir ‘amar’ estamos perdiendo el significado del verdadero amor que está hecho de gestos concretos. El amor de Jesús no hace de los defectos y del pecado una ocasión de distancia, de acusación, de indiferencia. También la herida entregada es oportunidad de amar, amar ‘por’ los defectos que tienes. Es un amor llamado a hacer crecer, a hacer salir del otro lo mejor , lo más bello. Con este amor, en el fondo, tú recreas a la persona, creas un hombre nuevo. Es la experiencia de la confesión, el Señor nos hace nuevos en lo que hacemos. Pero lo podemos hacer sólo si tenemos un Amor más grande que nos precede. Jesús dijo: ‘Tengo sed’. El amor que se entrega provoca sed: necesito que me respondas, que en mi sufrir me des una respuesta. A veces los silencios prolongados , los golpes de puertas, los gritos, dicen el ‘Tengo sed’ de ese ‘amor grande’ que tú no me ofreces , y sigo con la sed de amor. Puedes responder con el vinagre: te doy sólo lo que te mereces, lo que tú esperas. ¡Pero no! En ese ‘tengo sed’ hay una Presencia que envuelve el hecho de que estoy llamado a amarte aún así, y solo lo calmamos con el agua que nos puede dar el Señor. Un amigo verdadero es un amigo de Dios, y más amigo de Dios eres, más buen amigo. Porque la amistad Alguien me la enseñó. Espero que muchas parejas en la Comunidad encuentren en el cónyuge un amigo verdadero, que muchos chicos en la Comunidad construyan amistades verdaderas, fundadas sobre la presencia de Jesús porque esa amistad no pierde el color, aunque no te veas por un tiempo, está, hay un lazo con Dios que le da eternidad a lo que realizamos. Dar todo es dar también las heridas que tenemos. El Señor resucitó, un Dios herido, y lo primero que hace es mostrarse a los suyos con sus heridas. Te dice de un amor grande, lo que significa dar la vida. También nosotros con las heridas que tenemos, retornamos a los que nos las provocaron para decirles: ‘estoy contigo de nuevo’. Las heridas son el signo de tu conversión y el motivo por el que recibes mi amor. El Resucitado es una persona herida que va a los que lo hirieron. Si me hieres, regresar a ti me cuesta, pero te dice el gran amor que te tengo y es el motivo de tu conversión: vale la pena. Esposos, novios, vuelvan al cónyuge con sus heridas para decirle cuánto vale para ti, qué ‘amor grande’ tengo la intención de darte, y solo así nos encontraremos y como esposos viviremos una realidad de Dios, no solo ‘soportarnos’ en la vida. En cada pareja deben decirse: ‘Aquí se ve a Dios en la experiencia del gran amor que estamos llamados a dar’; estamos llamados a entrenarnos en este gran amor, para no dejar más de amar. Todo lo que hagamos o digamos pongámoslo delante de la Eucaristía porque allí nos jugamos la vida. Busquemos más tiempo para escuchar nuestra conciencia, a la que el Señor le habla. El protagonista siempre es Él. Y agradezcamos mucho al Señor porque tenemos su Presencia, con nuestras dificultades y debilidades, porque cuando agradeces significa que tienes en el corazón esa presencia.
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