ItalianoHrvatskiEnglishFrançaisDeutchEspañolPortuguesePo PolskuSlovakia     

 

Cristian

¡Hola! Estoy muy contento y algo emocionado de poder contar mi historia. Mi nombre es Cristian, entré en la Comunidad a los veintinueve años, luego de una vida  pasada en la falsedad del mal, gastada en  locales nocturnos, envuelto en una existencia de apariencia e ilusiones.  Crecí en una familia católica, que siempre trató de transmitirme una buena educación, mandándome a catecismo, proponiéndome ir a Misa los domingos, y por un tiempo fui monaguillo. En los primeros años de la escuela, nos mudamos a otra ciudad donde tuve dificultad para construir amistades, cerrándome cada vez más; así fueron creciendo mis primeros miedos e inseguridades. Desde niño que tenía el deseo de tener muchos amigos para jugar y bromear, pero con mi carácter cerrado y sensible siempre fue difícil.
Luego, con el paso del tiempo, a los dieciséis,  la necesidad de  enmascarar esta fragilidad fue creciendo y entonces comencé con las primeras drogas para sentirme más seguro, vencer la timidez, formar parte del “grupo” al que siempre había deseado pertenecer.  Los últimos años de la escuela fueron bastante difíciles: falsos ídolos, la música fuerte que me ayudaba a cerrar mis oídos a las advertencias que me hacía mi familia, las diversiones equivocadas. Vivía si una meta, mi palabra era “colgado”, no me importaba de nadie: una vida sin sentido porque “así lo hacen todos”, divirtiéndome de modo fácil con el dinero de mis padres, sin ganarme nada,  todo me “lo debían”.  Luego de varios años de rebelión, alcancé a terminar mis estudios y aburrido del  caos que me había construido alrededor, decidí ir un tiempo a Londres, alejándome de mi familia y escapando así de la realidad.
Quería olvidar que tras esa máscara se escondía el miedo de aceptarme como era, con mis complejos y mi inferioridad.  Ahora que estoy en la Comunidad, lo que hasta ayer  llamaba suerte, hoy le llamo Espíritu Santo, que es simplemente la mirada de Dios que me observa y me guía cuando ve que estoy en dificultad. En ese momento de mi vida, Dios me dio la gran ayuda de colocarme cerca de una persona que me quiso bien y me hizo salir, luego de un período de lucha, de esa ciudad que poco a poco me estaba absorbiendo. No fue fácil reinsertarme cuando  volví a Italia. Las dificultades  anteriores eran más grandes, mi falsedad me llevaba a ocultar mis problemas con la droga, que cada vez me hacía más esclavo.  Trabajar en la discoteca me llevo a vivir en un mundo de falsedad, pura ilusión, donde a nadie le importa cómo estás verdaderamente: lo importante es que estés “cargado” para “cargar” a quien viene a bailar. Me ilusionaba con que estaba bien, pensando que me bastaba el auto, el departamento, dos pesos en el bolsillo y alguno que otro que me quería; pero no mucha gente, para no escuchar  lo que tenía que hacer.  ¡Nunca hubiera pensado que ese estilo de vida me iba a hacer tocar fondo, arrancándome la dignidad y la voluntad, hasta dejarme hecho un trapo! Tuve un fuerte accidente que  me sirvió como señal de alarma. Por primera vez vi la muerte de cerca. En ese momento Dios me tomó y me salvó, haciéndome entender que la vida es un don: me di cuenta que lo único que realmente valía la pena eran las personas que tanto en la alegría como en el dolor  no me habían abandonado, como toda mi familia que solo esperaban el día en que golpearía la puerta de regreso pidiendo ayuda.
Decidí entrar en la Comunidad solo porque estaba cansado de vivir en la falsedad, de un trabajo que me obligaba a aparentar lo que no era, cansado de vivir esclavo en las manos del mal. Después de algunos coloquios entré y me sentí en seguida recibido y aceptado en la fraternidad. Tuve la sensación de que ese grupo de chicos eran finalmente los amigos que siempre había deseado tener.  Con paciencia me ayudaron a entender que  la vida es la “providencia” más grande, un regalo que Dios quiso darme y como tal, debo agradecerlo y respetarla. Mi ‘ángel custodio’, un joven que me guió en el primer tiempo de la Comunidad, no tuvo miedo de hacerme ver sus pobrezas y timidez y con mucha verdad, me enseñó a abrirme, a compartir lo que vivía, especialmente las dificultades, ayudándome día a día a sacrme las tristes y pesadas “mascaras” que tenía. Por primera vez comprendí que  estaba eligiendo algo por mi vida, que tenía un objetivo finalmente.
En este camino estoy orientando mis pasos hacia la verdad que descubro que se abre frente de mí en las cosas más simples, en las relaciones de sincera amistad, en trabajar y sudar todo el día e ir a dormir cansado pero feliz de haberme ganado el “pan cotidiano”, en compartir mi vida en la verdad, entregarme a quien me necesita. Estoy volviendo a creer, a rezar, a vivir mi vida con Jesús, con ese Dios que siempre lo tuve cerca pero que recién hoy es mi mejor amigo
Hoy agradezco a Dios por la vida que redescubrí como un don precioso; gracias a toda mi familia porque en el peor momento estuvieron unidos y listos para ayudarme a elegir el camino de la resurrección; gracias a todos los amigos que estaban cerca y queriéndome bien me guiaron a la Comunidad. Gracias a Madre Elvira, que siendo una “pequeña hermana”, abrió las puertas de esta gran obra de Dios, donde muchos chicos como yo encuentran la verdadera alegría sirviendo y amando, porque como ella siempre nos dice: “¡Servir es reinar!”

Stampa questa paginaStampa questa pagina