EL CAMINO COMUNITARIO DE ORACIÓN La Adoración Eucarística ( Parte II)
“Formamos un solo Cuerpo en Cristo” (Rom 12,5)
Rezar juntos delante de Jesús Eucaristía es la fuente de nuestra unidad, del amor entre nosotros, del perdón que nos da amistad, de la paz para enfrentar los momentos difíciles, de la esperanza que sostiene nuestro camino de resurrección. La dimensión comunitaria de la Adoración Eucarística hace de nuestras fraternidades una familia unida en la Luz de Cristo.
La historia y el camino de nuestra Comunidad están profundamente ligados a la fuerza que nace de la presencia de Jesús Eucaristía en nuestras fraternidades. Desde el comienzo, en la primera capillita surgida en la Casa Madre de Saluzzo, este don silencioso pero potente fue el corazón de nuestras jornadas y de la vida fraterna. Fue delante de la Eucaristía que muchos chicos y chicas decidieron cambiar sus vidas porque encontraron a Jesús vivo. También está la experiencia, “impresionante” muchas veces, de los jóvenes que apenas entran en Comunidad y van a la capilla por primera vez, y se encuentran decenas de jóvenes, que antes estaban tristes y desesperados, y que ahora están arrodillados todos juntos frente al Pan de la Vida en la Adoración comunitaria, hablándole espontáneamente a Jesús como a un amigo. Desde el principio, aunque todavía no crea, queda muy tocado por esa presencia que parece un poco extraña y misteriosa. Luego llegan los primeros consejos de los hermanos para el camino de fe y así comienza a ir 10 minutos a la capilla por la noche antes de ir a dormir para reflexionar sobre lo vivido ese día, o quizá a la mañana temprano para entregar la jornada a eso que le dijeron que era Jesús. Pruebas, confías y te das cuenta de que comienzas a estar mejor, en cambio si le falta ese momento a tu día sientes que le falta algo importante. La experiencia de la Adoración Eucarística que se hace en Comunidad es simple y práctica. Te das cuenta de que hablas con ese “pedazo de pan” como con un amigo, si abres el libro de tu vida con sinceridad y pides ayuda, algo se sacude dentro de ti y se ven los frutos en la vida cotidiana. Estabas lleno de rabia hacia tu familia, comienzas a perdonar; no sabías callar frente a las provocaciones, logras hacer silencio y tener más paz en el corazón; los recuerdos del pasado todavía te “mordían” haciéndote sufrir, ahora logras ser más fuerte ante la tentación del mal. Poco a poco aprendes que ese momento vivido en la presencia de Jesús es el más importante de tu día y que ¡si rezas bien, vives bien! De la calidad de tu oración depende la serenidad de tu vida. Este es el “secreto” de la propuesta comunitaria y por eso cuando se abre una nueva fraternidad ya es tradición que el primer lugar que se prepara sea la capillita; el primero que se recibe en nuestra casa es Aquel que en realidad hace tiempo que nos esperaba: Jesús. Sin Él falta el corazón de la Comunidad. Quizá todavía no está la cocina o el comedor, las habitaciones están todas rotas, pero la capilla debe estar, es el lugar indispensable. Se puede estar bien aun comiendo de pie, o durmiendo en el piso pero sin Jesús no se vive bien. Esto es lo único que Madre Elvira pide de rodillas a los Obispos de las Diócesis donde abrimos nuestras casas: que nos hagan este don. Con mucha alegría, en toda nuestra Comunidad, está Jesús Eucaristía gracias al “sí” de los Pastores de la Iglesia. La Adoración Eucarística comunitaria es la fuente de nuestro ser hermanos y amigos, ya que frente a Él estamos todos de rodillas, en el suelo: allí no hay viejos ni jóvenes, responsables o recién llegados, ciudadanos o extranjeros. . .allí todos somos hijos y somos “un solo cuerpo con Cristo Jesús”. Año a año, la Adoración Eucarística fue constituyéndose en cimiento, parte fundamental, insustituible, en el camino de la reconstrucción de nuestra vida. Hubo algunos momentos de este camino particularmente significativos y conmovedores: en enero de 1991, para el cumpleaños de Madre Elvira, todas las fraternidades le “regalaron” la adoración perpetua. Desde ese día en adelante, día y noche, cada hora del día, en alguna de nuestras fraternidades esparcidas por el mundo, hay dos chicos delante de Jesús rezando por todos. Esto fue un “cambio de marcha” en la historia de la Comunidad: empezaron a llegar jóvenes de todas partes, nacieron las “misiones”, luego las primeras vocaciones de familias dedicadas a la obra del Cenacolo y los primeros hermanos y hermanas consagrados. En esos años también nació la Adoración nocturna comunitaria de los sábados a la noche: los jóvenes decidieron que los sábados, en el corazón de la noche, de dos a tres, cada fraternidad se reúne para vivir una hora de adoración juntos, rezando por los jóvenes que en ese momento buscan la alegría en los placeres ilusorios del mundo, se “disparan”, arriesgando la vida en un accidente o por una sobredosis de droga o alcohol. Nuestros jóvenes que eran los especialistas en las tinieblas, ahora se arrodillan en el corazón de la noche para que la luz de Jesús ilumine la oscuridad del corazón de muchos “perdidos”. Después vinieron los “primeros sábados”, donde jóvenes de todas partes se reúnen en una fraternidad para vivir una velada de Adoración frente a la Eucaristía, sostenida y guiada por los cantos y oraciones de la Comunidad. Cada día, donde la Adoración Eucarística comunitaria está viva, renace y resurge la Iglesia.
Benedicto XVI – Encíclica “Spe Salvi” Un lugar primero y esencial de aprendizaje de la esperanza es la oración. Cuando ya nadie me escucha, Dios todavía me escucha. Cuando ya no puedo hablar con ninguno, ni invocar a nadie, siempre puedo hablar con Dios. Si ya no hay nadie que pueda ayudarme –cuando se trata de una necesidad o de una expectativa que supera la capacidad humana de esperar-, Él puede ayudarme. Para que la oración produzca esta fuerza purificadora debe ser, por una parte, muy personal, una confrontación de mi yo con Dios, con el Dios vivo. Pero, por otra, ha de estar guiada e iluminada una y otra vez por las grandes oraciones de la Iglesia y de los santos, por la oración litúrgica, en la cual el Señor nos enseña constantemente a rezar correctamente. En la oración tiene que haber siempre esta interrelación entre oración pública y oración personal. Así podemos hablar a Dios, y así Dios nos habla a nosotros. De este modo nos purificamos y llegamos a ser capaces de Dios e idóneos para servir a los hombres. Así nos hacemos capaces de la gran esperanza y nos convertimos en ministros de la esperanza para los demás: la esperanza en sentido cristiano es siempre esperanza para los demás. Y es esperanza activa, con la cual luchamos para que las cosas no acaben en un « final perverso ». Es también esperanza activa en el sentido de que mantenemos el mundo abierto a Dios. Sólo así permanece también como esperanza verdaderamente humana.
La Hora de la Misericordia La grandeza de la Adoración Comunitaria es que no estás solo sino que hay toda una Comunidad que reza contigo, por ti y por todos. El Espíritu Santo eligió para nosotras, las Hermanas Misioneras de la Resurrección, una hora especial. Cada tarde a las tres - la “Hora de la Misericordia”- vamos a la capilla todas juntas con Madre Elvira y allí ella nos enseña a ser libres y verdaderas con Jesús. Cada una le agradece o le pide perdón en voz alta, sin tener miedo de lo que pueden pensar los demás. Estoy yo y está Jesús. No hacen falta muchas intenciones de oración sino honestidad y humildad, que me libera a mí y a la hermana que escucha. Cuántas veces experimenté la fuerza de rezar juntas, al sumergirme en el océano de la Misericordia infinita de Dios. Sor Adevania
Poder decirle todo Recuerdo las primeras veces que en la Adoración Comunitaria sentía la necesidad de gritarle a Dios todo el sufrimiento que tenía en el corazón, de sentirme finalmente libre de poder decir todo de mí, hasta lo más profundo. Lo que siempre me conmueve de la Adoración Comunitaria es que en cualquier lugar y con cualquier persona al lado, frente a Jesús Eucaristía no hay diferencia. Siento que formo parte de la numerosa humanidad que encuentra en Él la esperanza y la alegría de vivir. Hoy vivir la Adoración Comunitaria para mí es un regalo donde puedo encontrar mi verdad delante de Dios, de los hermanos y hermanas, puedo compartir con Jesús las alegrías y los sufrimientos de la vida cotidiana; puedo descubrir que mi propia vida es un don para los demás. Gracias Señor porque en tu infinita humildad te hiciste pan para todos, gracias porque te podemos tener con nosotros “todos los días hasta el fin del mundo.” Laura
La verdadera libertad Un gran don que viví últimamente fue el de animar la Adoración Eucarística con los detenidos en la cárcel. Muchos de ellos no creían ni sabían qué era la Eucaristía, pero con el paso del tiempo algunos se fueron interesando en la oración comunitaria y pidieron para poder vivir la Adoración Comunitaria una vez por semana. El momento en que me encontré junto a ellos frente a la Eucaristía fue muy conmovedor: miraba a estos hombres que hicieron mucho mal, que todavía tienen tanta ravia adentro pero que hoy tienen el deseo de ser libre. Nuestros sacerdotes siempre les dicen que la verdadera libertad es la del corazón, la libertad interior. Yo verdaderamente lo creo: en cualquier lugar que me encuentre, ya sea con los jóvenes, con los presos o en la capilla nuestra de la Comunidad, ¡está Jesús! Él no hace diferencia, acepta y escucha a todos, es un tesoro para mi vida y para la de todos. Martín
Cantar la alegría de haberlo encontrado Vivir la Adoración del primer sábado del mes desde el lado de la organización de la velada, junto a tantos jóvenes que vienen a rezar con nosotros, es muy bello y un gran crecimiento. La mayor dificultad es “despegar” el corazón de los miedos, de la agitación, de las preocupaciones para dejar entrar a Dios en nuestro canto y música. Como nos enseña Madre Elvira nos esforzamos para “poner el corazón” en lo que hacemos, algo más que cantar bien “técnicamente”. Es necesario dejarse guiar por el Espíritu Santo más que por los razonamientos del tipo: “ensayamos así y así debe ser”. Vivir a menudo estos momentos nos ayuda a ser más determinados , a transformar nuestro corazón lleno de miedo en un corazón que deja pasar la gracia de Dios y la alegría de haberlo encontrado Se trata de abandonar lo que uno esta viviendo personalmente para que Jesús se pueda manifestar como Él lo desea. Damos gracias a Dios que nos permite ser instrumentos para acompañar en oración la vida de muchos jóvenes. Sara y Nicola
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