Le agradezco a Dios ser una “Hermana Misionera de la Resurrección” y porque el pasado 25 de marzo festejamos el primer año de vida de la Asociación: una flor que el Espíritu Santo decidió hacer nacer en el seno de la Comunidad Cenacolo
El 25 de marzo de 2010, durante la Santa Misa celebrada en nuestra fraternidad de Envie, nuestro Obispo, Monseñor Giuseppe Guerrini, anunciaba públicamente el nacimiento de las “Hermanas Misioneras de la Resurrección”.
Cuando recibimos este anuncio, mi primer pensamiento fue:”Qué bello, hoy la Iglesia nos abraza y finalmente tenemos un nombre y un rostro.”
Mi vocación fue tardía, pero gracias al Amor de Dios y a su fantasía que deseó esta nueva realidad de vida religiosa, también yo pude encontrar mi lugar. Las “Hermanas Misioneras de la Resurrección” hoy son mi familia y estoy muy feliz de servir y amar en este carisma. Deseo agradecer a Dios porque este año me llamó a estar cerca de sor Piera, una de las hermanas que siguió a Madre Elvira desde el principio de la Comunidad. Sor Piera fue una mujer fuerte, valiente, amante de la verdad, y sirviéndola, amándola y estando cerca de ella aprendí muchísimo. Ella me ayudó a crecer como hermana, a abrazar más el carisma de la Comunidad y a desear ser una consagrada enamorada y fiel.
El Padre la llamó a Su Casa justo en la víspera de la Fiesta de la Anunciación, en la vigilia de nuestro primer “cumpleaños”: creo que Dios la quiso con Él en el Paraíso para que intercediera y rezara por nosotras, “Hermanas Misioneras de la Resurrección.”
Gracias sor Piera, por tu vida entregada, reza por nosotras y pide a Dios Padre el don de santas vocaciones en nuestra Comunidad y en toda la Iglesia.
Sor Lina
Siempre admiré a los misioneros y recuerdo que algunos años antes de entrar en la  Comunidad ya quería ir de misionera, pero ahora me doy cuenta que todavía no era el momento.
Hoy soy una novicia de las “Hermanas Misioneras de la Resurrección” y ese deseo de amar a los pobres que viven en tierras lejanas se transformó en la certeza de que un día lo viviré como hermana en nuestras misiones. Hace un año, cuando supe que seríamos llamadas así, me conmovió porque encerraba ese deseo escondido: ¡ser una verdadera misionera!
Hace cuatro meses comencé a preguntarme seriamente: ¿Cómo debe vivir una misionera? Y me di cuenta que todavía me falta mucho camino: soy egoísta, busco mi satisfacción, a veces no veo la necesidad de los otros, soy cerrada, amo la soledad. . .pero a pesar de todas mis debilidades tengo mucha voluntad de ir adelante, de aprender a amar cada día más, no sólo a las personas y a Jesús, sino también las correcciones y los sacrificios. Busco esforzarme para darme cuenta de las pequeñas cosas y hacerlas bien, para decir “sí” con la sonrisa, para estar siempre lista a abandonar mis razones, para perdonar rápido, para no juzgar, para mirar con mucho amor a las personas que Dios pone a mi lado cada día. . .Estos son mis “ejercicios”, mis pequeñas y grandes “resurrecciones cotidianas”.
Desde que vivo en la Casa de Formación junto a las otras hermanas, el Señor me está enseñando que la verdadera resurrección ocurre después de la muerte. En un año y medio fueron al cielo dos tías mías, una tía y mi padre y creo que no es una casualidad que el Señor haya llamado también a sor Piera junto a Sí, justo el día del primer “cumpleaños” de las Hermanas Misioneras de la Resurrección. ¡Jesús quiere sanar mi miedo a las separaciones, al abandono y le grita a mi corazón que Él está vivo y que la vida eterna existe!
Recibí el don de la vida y no quiero desperdiciar este precioso don: quiero dar, servir y amar y prepararme para el gran pasaje de la tierra a la eternidad, donde estaré sumergida en el Amor y gustaré en plenitud la alegría eterna sin fin. ¡Esa es mi esperanza! ¡Esa la causa de mi sonrisa permanente!
Brigita
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