HISTORIA DE LA FRATERNIDAD NUESTRA SEÑORA DE LUJAN PILAR – BUENOS AIRES - ARGENTINA
La historia de la Fraternidad Nuestra Señora de Luján comienza mucho antes del 8 de diciembre de 2005 y muy lejos de Argentina: comienza en Medjugorje.
Durante los años noventa muchos peregrinos argentinos van al Santuario de la Reina de la Paz, y conocen la Comunidad Cenacolo. Dentro de muchos corazones generosos de laicos y de sacerdotes, se instala la inquietud por abrir una casa en la Argentina, donde la droga, la pobreza y la falta de sentido de la vida de los jóvenes estaban creciendo en forma alarmante.
Dos chicos argentinos luego de fracasar con varios tratamientos convencionales, solicitaron a la Comunidad que los recibiera y ya estaban haciendo su camino en Medjugorje.
En Semana Santa de 2003 fue a Medjugorje el P. Eduardo Pérez dal Lago y conoció la Comunidad con sus propios ojos. Cuando regresó reunió un grupo de personas que tenían algo en común: el deseo de servir a Dios en el carisma de la Comunidad. Claro que al principio no sabían para qué se habían reunido. Este grupo verdaderamente fue reunido por Dios: no eran amigos, casi no se conocían, había pobres y ricos, doctores y amas de casa… pero Dios quería que trabajaran para su obra.
Nos juntábamos una vez por semana para rezar, también nos transmitíamos las novedades: insistir en Saluzzo tratando de conmover a sor Elvira para que abriera la casa en Argentina y encontrar el lugar apropiado.
Finalmente logramos que vinieran a conocer la Argentina: en abril de 2004 llegaron P. Stefano, Maurizio de Mogi (San Pablo) y Albino de USA. Todos los amigos hicimos un largo viaje en combi on ellos para mostrarles las casas que teníamos en vista como donación probable. En la Argentina las distancias son grandes: estuvimos todo el día andando y andando; terminamos en San Nicolás, con una Celebración Eucarística en el Santuario de María del Rosario.
El resultado no fue muy alentador. Ellos ya se iban: habíamos pasado unos días hermosos conociéndonos más, habían dado una charla en un auditorio para presentar la Comunidad, estábamos todos excitados y alegres . . . pero todavía no. La consigna era que debíamos encontrar un lugar cerca del aeropuerto y cercano a un santuario mariano.
Seguimos juntándonos los martes, rezábamos, conversábamos, discutíamos, nos poníamos de acuerdo, perdonábamos y Dios nos fue regalando la amistad entre nosotros. Para muchos era una experiencia nueva salir de su vida cotidiana y entrar en este compartir diferente. Una señal de la obra de Dios es que el grupo original continúa unido: seguimos discutiendo y pensando con la Comunidad.
Luego de pasar años en esta actitud, siempre golpeando a la puerta de la Comunidad Cenacolo en Saluzzo, en junio de 2005 milagrosamente se acercó la señora Luisa, perteneciente a la Legión de María. Tenía 30 hectáreas en Pilar, que habían recibido las Legionarias como donación con la finalidad de hospedar una comunidad católica para recuperación de jóvenes drogadictos. Dios iba uniendo lo que era tan difícil para nosotros. Con mucha cautela, nos entregó cinco hectáreas en “comodato”, en préstamo. La Primera Santa Misa, que concelebraron el P. Eduardo Pérez dal Lago y el P. Carlos Chaves, fue el 9 de julio de 2005, fecha simbólica para Argentina porque es el “Día de la Independencia”.
En seguida nos sentimos en “nuestra “casa”: una imagen de la Inmaculada Concepción nos estaba esperando para darnos la bienvenida. También había un galpón bastante espacioso, una casa alpina de madera, algo muy raro en Argentina porque aquí no nieva, una torre de agua con dos habitaciones y una pequeña y destruida vivienda prefabricada. El lugar estaba semi abandonado, con la maleza crecida, sucio, descuidado, lleno de escombros, basura y alimañas.
Cuando escribimos a Saluzzo mostrando las fotos y los planos, aún antes de verla Sor Elvira y P. Stefano estuvieron de acuerdo en que era la casa justa, cercana al Santuario Mariano Nuestra señora de Luján.
A principios de diciembre ya llegaron los siete primeros misioneros: Francesco (Buba), Francesco (Tito), Stefano, Vedran, Andrea, Santiago y Marino… A los pocos días vinieron unos chicos de Brasil para ayudar y el 8 de diciembre de 2005 se inauguró la casa con la presencia de sor Elvira, P. Stefano ¡y cientos de amigos que todavía no sabían qué pasaba, de qué se trataba, pero respondían al llamado!
En los días que estuvo sor Elvira se aceleró la construcción de la capilla, que era provisoria; ella trabajó junto a los chicos y diseñó la primera capilla, con lo poco que teníamos. Le dio su sello: los ventanales, la luminosidad que todavía hoy la caracteriza, siempre recordamos cada detalle que realizó. Esta fraternidad lejana atesora todo lo que ella nos enseñó.
Los vecinos del tranquilo Parque Sakura estaban un poco alarmados por la presencia de tanta gente y más aún cuando se iban los amigos y quedaban los “drogones” solos. Hoy son amigos muy solidarios con la Comunidad que desde el principio estuvo dispuesta a darles una mano y colaborar con los vecinos.
Los chicos trabajaron muchísimo para hacer un lugar limpio y habitable. La primera cocina la colocaron en la puerta de la “alpina” conectada a una garrafa; la despensa y la heladera estaban en el galpón, más o menos . . . ¡a 150 metros! Las moscas y mosquitos de ese primer verano fueron una prueba más.
Mientras vivían muy precariamente iban reconstruyendo también sus corazones heridos, uniéndose en una amistad que sólo en Dios es posible. Mientras se construía la cocina y el comedor nuevos, poco a poco comenzaban a golpear los primeros desesperados. Llegaban de los lugares más distantes del país, viajando uno o dos días para arribar: Neuquén, San Luis, y otras provincias argentinas.
Surgieron también algunas realidades de la familia del Cenacolo: la Fiesta y los amigos. Fiesta para agradecer a Dios y a María por la vida recobrada, por el don del trabajo, de la amistad, de la unión, y los amigos para acompañar a los jóvenes, para enamorarse de la Comunidad, para ser sanados…Ya desde el primer 16 de julio se hizo una pequeña Fiesta de la Vida, con “Baile de las Máscaras” que dejó a todos con la boca abierta. Sólo que aquí era invierno, mucho frío y lluvia, pero todos tenían el calor por dentro. Luego para cada Pentecostés y cada Día de la Inmaculada, se hicieron grandes fiestas. Con celebración de la Santa Misa, a veces concelebraron diecinueve sacerdotes, y el obispo Mons. Oscar Sarlinga –gran amigo de la Comunidad - Adoración Eucarística, rezo del Santo Rosario, almuerzo, cena, cientos de personas conociendo que se puede vivir de otra manera, que Jesús puede estar en todo lo que hacemos.
Siempre la Providencia mantuvo llena la despensa a veces con asombro de todos y especialmente de los propios jóvenes y las familias que no pueden creer que haya algo “gratis”, serio, total, verdadero que le cambia la vida a todo el que tiene el coraje de acercarse.
Desde el inicio hubo algunos amigos especialmente sensibles a la gracia de Dios, a la problemática de la droga, a la cordialidad del Cenacolo, a lo que veían con sus propios ojos y así Dios tocó el corazón de personas con gran generosidad que se hicieron providencia y pusieron a disposición de la fraternidad todo lo necesario para construir una nueva y bellísima casa, incluidos los arquitectos que llevaron adelante la obra. En dos años comenzó a hacerse realidad y fue inaugurada oficialmente por el P. Stefano junto al Obispo, Monseñor Oscar Sarlinga, el 8 de diciembre de 2009, imponiéndole a la capilla el nombre de María, Esposa del Espíritu Santo. El Testimonio fue otra de las realidades de la Comunidad que fue creciendo. Desde el primer testimonio en la Iglesia de Santo Domingo, realizado por Sor Elvira , oportunidad en que mucha gente la conoció y conoció a la Comunidad. Luego fueron invitados permanentemente a diversas parroquias, a lejanas provincias de Argentina: a la Patagonia, a Santa Fe, a Esperanza, a Salta donde viajaban en peregrinación y dando testimonio. Siempre en la alegría, en el canto, la alabanza a Dios por tanta vida resucitada.
Los siete misioneros iniciales partieron, llegaron otros jóvenes misioneros de diferentes nacionalidades que fueron aprendiendo a vivir en la pampa y continuaron recibiendo a los chicos argentinos y de toda latinoamérica que llegaban. Es asombroso cómo jóvenes tan diversos pueden estar juntos y compartir la vida comunitaria, a pesar de las diferencias culturales.
También fueron acercándose las familias que ahora son un gran grupo en camino que sábado a sábado acogen a otras familias.
La Comunidad en la Argentina creció rápidamente: muchos sacerdotes fervorosos se acercaron para ser Providencia espiritual de los jóvenes, algunos se enamoraron y continúan visitando a la Comunidad, muchas veces viajando en colectivo largas horas y renunciando a su días libres, y nutren con el Pan de la Vida y la Misericordia a las almas sedientas de amor, de verdad y de paz. Son amigos de Jesús que con gran generosidad se las ingenian para estar siempre firmes cuando se los necesita. Numerosos son los Bautismos, Primeras Comuniones y Confirmaciones que se han celebrado en la Comunidad.
Hoy hay 45 chicos que realizan su camino en la casa de Buenos Aires. Los coloquios se llenan de familias y chicos. Una vida que bulle, un lugar que fue sucio y desolado está hoy limpio y ordenado, lleno de vida y de ganas de vivir.
Los jóvenes realizan toda clase de trabajos rurales. Hay animales y cultivos, y siempre la construcción. También se trabaja en la carpintería, la herrería, el taller de íconos. El trabajo más importante en la Comunidad es el de conocerse y dejar entrar a Jesús en el corazón.
El Cenacolo en la Argentina está insertado dentro de la Iglesia: casi todos los chicos llegan por recomendación de un sacerdote, por los comentarios boca a boca.
La Virgen de Luján, patrona de la Argentina, que tiene una hermosa historia de amor a la tierra y a los pobres, quiso quedarse en esta fraternidad: el día de la primera Santa Misa, los amigos reunidos con P. Eduardo y P. Carlos, con frío y en el jardín afuera de la “alpina”, cuando todavía no habían llegado ni los misioneros ni nadie de Saluzzo, íbamos elegir un nombre para proponérselo a sor Elvira. Se colocaron en una bolsa papeles con los nombres de varias advocaciones de la Virgen y de algunos Santos. Una niña pequeña sacó un papelito y salió “Virgen de Luján”. Se volvieron a poner todos los papeles adentro, volvió a sacar . . .y nuevamente: ¡Virgen de Luján!
¡Ruega por nosotros, patrona de la Argentina y patrona de esta Fraternidad!
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