El camino comunitario de la oración
“¡La Palabra de Dios es Palabra de Vida Eterna!”
Papa Benedicto XVI
En nuestras fraternidades cada día leemos y compartimos la Palabra de Dios que la Iglesia, nuestra Madre, nos ofrece como “lámpara para nuestros pasos y luz en nuestro camino.” La Palabra se reza, se escucha, se comparte para que se haga “carne”, se haga vida. ¡Poner en práctica la Palabra es vivir la verdadera libertad!
“Tu palabra me hace vivir” Salm 118
Compartir significa, lo dice la misma palabra, “partir con”: partir con los demás el pan de lo vivido interiormente, aprender a comunicar en paz y simplicidad lo más profundo. Entonces se experimenta que la valentía de comunicar a los hermanos con sinceridad lo que eres, tus alegrías y tus dificultades, te hace experimentar un poco del inmenso amor de Dios, que da a tu alma alegría y paz.
La fuerza de compartir sinceramente, sin máscaras, la vida con los hermanos, nace de un encuentro que ilumina y libera: al entrar a la Comunidad se aprende a leer, escuchar y rezar la Palabra de Dios, la Biblia.
En el medio de tantas palabras que en el mundo te han confundido, haces la experiencia de una palabra que te aclara la conciencia, te libera de la niebla, te indica el camino, te guía, te corrige, te acompaña día a día, como una madre que cuida a sus hijos y los educa.
Todos los días en nuestras casas se lee la Sagrada Escritura: por turno, un joven recibe la tarea de preparar la lectura de la liturgia del día. Frente a la lectura, ese joven debe escribir una frase significativa de la Palabra del día, para que sea luz, guía y motivo de reflexión para la vida cotidiana de la fraternidad.
Primero debe leer las lecturas personalmente, rezarlas, dejarse interrogar por la Palabra, y luego ofrecer a toda la fraternidad, luego de haber proclamado la Palabra leyendo la lectura en voz alta, su propia reflexión.
El don de confrontarse con la Palabra vivido en oración, es que mientras se descubre la verdad de Dios, su amor por nosotros, también descubres tu verdad, descubres que eres un hombre frágil y pobre, y que aún así eres tan grande para Dios que fuiste creado a su imagen y semejanza.
Compartir lo que la Palabra suscita en el corazón de los hermanos, poner en comunión la verdad del propio vivir a la luz de Dios, es fundamental para conocerse y para caminar en la unidad entre nosotros. Es bello asombrarse de cómo Dios nos habla a través de un hermano que escuchó su voz, que capto algo en la Palabra, que es la respuesta a mi pregunta de hoy.
Poner en práctica la Palabra, vivirla en lo concreto de las situaciones, hacerla real hoy, nos hace experimentar que la Palabra es la “¡Verdad que nos hace libres!” Cuando la Palabra se hace carne en nosotros y se transforma en vida, nuestra pobre y frágil carne humana se hace “Palabra de Vida” para los hermanos.
“El Señor es fiel en todas sus palabras” Salm. 144
Nuestro camino comunitario está acompañado de la presencia cotidiana de la Palabra de Dios que nos guía y sostiene en este recorrido de vida. Descubrimos la belleza de caminar en la verdad, a la luz de la Palabra, hacia el sacramento del Matrimonio.
Como sucede en nuestras fraternidades, también decidimos llevar a nuestra vida familiar el escribir cada noche una frase de la Palabra sacada de la lectura del día, para que nos acompañe el día siguiente. Pensar en esa frase nos hace actuar unidos en la vida concreta y cotidiana. Cada día, leyendo la Palabra juntos, sentimos como familia, el deseo de ponerla en práctica para que ilumine nuestra jornada.
Muchas veces basta releer la frase que escribimos unas horas antes para encontrar la serenidad, dándonos cuenta que es Jesús quien vive en esa Palabra, real y concreto, “escrito” para hacerse entender y para poder responder a nuestras necesidades de familia. Vivir así nos relaciona en la paz y el perdón, en la unión de la verdad y la misericordia. Vivir la necesidad de entregarse, como lo hizo Él, a los demás, para descubrir la belleza de amar y de vivir, ya sea en la alegría o el sufrimiento.
Las veces que la rutina nos roba este momento, o lo apaga, convirtiéndolo sólo en un rito o un trabajo vacío, en seguida nos damos cuenta que nuestra calidad de esposos y de personas pierde su “sabor”. Y es siempre Él, que con paciencia y dulzura, nos recuerda que fuimos creados para caminar sostenidos por la fe en su Palabra. La certeza de que el Señor es fiel a su amor por nosotros y a nuestro Sacramento del matrimonio, nos da la fuerza para recomenzar siempre, sabiendo que con Dios y con la oración, “nada es imposible”.
Martina y Andrea
Dios tiene algo para decirme
Confrontar mi vida con la Palabra de Dios es, sin duda, lo que me da más luz y comprensión para entender y aceptar lo que vivo cada día. Relacionando la experiencia cotidiana con el Evangelio, descubro que Dios tiene algo para decirme hoy a mi vida, que quiere ayudarme a entender mejor lo que sucede dentro mío. Siempre me sorprende cómo la misma lectura, descendiendo en lo profundo de nuestro corazón y de nuestras heridas, provoca en los que la escuchamos distintas reacciones. En mi camino me sentí evangelizado al escuchar las diversas experiencias de oración o de intimidad con Dios que los hermanos tenían el coraje de compartir delante de todos. Pero la sanación más profunda vino cuando encontré yo el coraje para decirles a los hermanos la verdad sobre mí mismo y sobre lo que vivía. Fue el fruto del encuentro de mi vida con la Palabra de Dios que iluminó las debilidades y fragilidades que había tenido ocultas durante años. Experimenté varias veces que, luego de compartir sinceramente, nace en mí una fuerza más allá de mis límites. La luz que me da la oración y la serenidad de compartir sinceramente mis pobrezas, son hoy los pilares sobre los que se apoya mi camino de hombre nuevo.
Santiago
|