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Sor Nina

¡Buenos días Espiritu Santo! ¡Buenos días vida mía!
Soy Sor Nina y desde hace unos años que estoy en esta familia, la Comunidad Cenacolo. Con gran alegría en el corazón deseo compartir lo que Jesús hizo en mi vida, llevándome de las tinieblas de una vida que no era vida a la luz de la resurrección.
          Mi familia no creía. Mis padres eran gente humilde, honesta, que sólo deseaban el bien para mi hermano y para mí. Pero yo no agradecía eso, sino que a menudo me avergonzaba de ellos. Por un lado sufría  Al ver los razonamientos equivocados del mundo pero por otro buscaba la aprobación de los demás; me sentía sola y contra la corriente hasta que me dejé arrastrar por la corriente. Comenzó mi camino en el mal, escondiéndome tras la dureza y  la indiferencia de la droga. Fui cayendo  hasta el fondo, cuando llegué a la heroína. Creía que lo ocultaba tras la máscara del trabajo y la universidad. ¡Gracias a Dios no pude! Alrededor de mi estaban los que me querían bien y  tuvieron el coraje de decirme que no. Con la ayuda de mi familia, especialmente de mi mamá, me encontré golpeando a la puerta de la Comunidad  Cenacolo para pedir ayuda.
          Cuando entré,  enseguida   me di cuenta cuánta oscuridad había dentro de mí, no tenía deseos de vivir y cada meta me parecía inalcanzable. Era bello de ver que cuando yo no tenía fuerza para avanzar, había otra que la ponía por mí. Cuando no lograba a sonreír, las demás me sonreían a mí y cuando no rezaba, otras lo hacían por mí.
 De a poco fui conociendo la fe, el Amor y el Perdón del Padre, en mi oscuridad se encendió una luz de esperanza, en mi corazón entró Jesús. Así comencé a  creer  y a agradecer el don de la vida.
          También mi familia  encontró la fe, también ellos encontraron a Jesús en sus corazones; mi mamá  recibió los sacramentos y se casó con mi papá por Iglesia. Esto fue un gran regalo para mí a la vez que me confirmó que iba por el camino justo. En la  Comunidad conocí a Dios, por Él y con Él me voy conociendo más a mi misma, con mis  dones y mis pobrezas. Estoy aprendiendo a construir amistades verdaderas en el sufrimiento y la alegría de vivir.
           Del encuentro con Jesús surgió algo inesperado: a medida que más lo conocía y frecuentaba  sentí en mi corazón la necesidad  de responder a su Amor entregándome  totalmente a Él y a los hermanos. Mi camino comunitario tomó una nueva dirección: de la “Casa de las chicas”  pasé a la “Casa de Formación” para comenzar mi vida de consagrada. Cuanto más tiempo pasa  más feliz me siento por haber sido llamada a servir y amar  a la humanidad en esta obra. Cada día es una  maravilla nueva y concreta, que me lleva a vivir  situaciones que me ayudan a crecer en la fe, la esperanza , la caridad.
           Aprecio mucho el  don de las personas que están junto a mí regalándome  la alegría de la amistad y el Perdón del Padre que pasa  en medio de nosotros. Estoy convencida de que solo dando se puede recibir, solo amando se puede curar.
 Te doy gracias Jesús, por esta familia que es la Comunidad para mi porque  descubrí la vida y la belleza de entregarla a manos llenas y sin horarios.
           Gracias por tu Amor y tu Misericordia que me levantan cada vez que caigo.
           ¡Te agradezco por el don de Madre Elvira, por su “sí” a tu llamada, “Sí” que generó y sigue generando tanta vida!. ¡Gracias!
 

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