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S.E.R. Cardenal Stanislaw Rylko

S.E.R. Cardenal Stanislaw Rylko, Presidente del Pontificio Consejo para los Laicos, en el acto de  entrega del decreto de reconocimiento de la Comunidad Cenacolo

Roma, 16 de octubre de 2009

  

Queridos amigos,

            Primero que nada deseo  darles mi cordial bienvenida a todos ustedes, miembros de la Comunidad Cenacolo, reunidos aquí hoy llegados desde los diversos países del mundo, junto con  la Fundadora y Presidente, a quien le doy un especial saludo.

 

            Agradezco la presencia , esta mañana, de   Su Excelencia, Mons. Giuseppe Guerrini, Obispo de Saluzzo y de Su Excelencia Mons. Diego Natale Bona, Obispo Emérito de Saluzzo, quien reconoció en 1998, a nivel diocesano, la Comunidad Cenacolo.

 

            Han venido  al Pontificio Consejo para los Laicos para participar del acto de la entrega del decreto de reconocimiento y de aprobación de los estatutos de la Comunidad. Se trata de un momento muy importante en la vida de la Comunidad Cenacolo, como también para este Ministerio. Con este acto, la Sede Apostólica acoge con alegría en su seno una nueva  asociación de fieles que se prefija la santificación de sus miembros, y además la  edificación de la Iglesia entera. A la vez, con este reconocimiento, los fieles ven confirmado  por la Santa Sede el derecho de asociarse para fomentar una vida cristiana más perfecta y desarrollar actividades de evangelización en todo el mundo.

 

            Recién escuchamos la  emotiva parábola del Buen Samaritano, contada sólo en el Evangelio de San Lucas. Jesús , en el camino de Jerusalén a Galilea,  comienza un diálogo con los doctores de la Ley. El Señor, acepta y alaba  la síntesis de la Ley que hacen  el escriba, todavía Él  - conociendo el corazón de quien lo interrogaba- quiere ampliar  el horizonte de aquel amor reducido  a la mera observancia de una norma.  El prójimo no es sólo las personas con las que tenemos afinidad –por parentesco, por raza o religión-  sino cualquiera que está cerca de nosotros y necesita ayuda. Jesús alarga la perspectiva hasta abrazar a cada ser humano, hijo, como todos nosotros, del mismo Padre Dios.

 

            El Señor nos explica de qué modo se debe amar al prójimo, o sea, tener misericordia  de él, conmoviéndose por sus necesidades espirituales. Tal actitud debe ser eficaz, concreta, debe manifestarse en obras de  abnegación  y de servicio. En efecto, Jesús con esta parábola nos enseña que  el cumplimiento de las normas legales  no puede sofocar la misericordia. Él es la encarnación de la Misericordia del Padre, ya que vive los mismos gestos misericordiosos del Padre. Del mismo modo, nosotros, los cristianos, sus discípulos, cuando nos encontramos con la necesidad  del otro, no podemos “pasar de largo”, sino que debemos tener la misma compasión y el mismo amor que Cristo.

 

            San Agustín, como otros santos Padres, identifica al Señor con el Buen Samaritano, y el hombre asaltado por los ladrones con Adán, origen y figura de la humanidad caída. El hombre herido y abandonado es curado de sus llagas por la Iglesia. San Agustín escribe:  “¡Dónde te encuentras, alma mía? ¿Dónde yaces? ¿Dónde te encuentras mientras eres curada de tus dolores por quien se hizo propiciación por tus iniquidades?  Reconoce que te encuentras donde el buen samaritano te encontró  casi muerto,  con muchas heridas que te hicieron los bandidos.”  De Trinitate  15,27,50

 

¡Queridos amigos de la Comunidad Cenacolo!!   ¿Cómo no reconocer  en  la Comunidad, presente en muchos países del mundo, ese lugar en el que se curan las heridas del alma y del cuerpo de tantos  jóvenes  extraviados, que perdieron el sentido de la vida y de la paternidad de Dios?  Ustedes son bien concientes de que la Comunidad no es sólo un ambiente favorable  y necesario para la recuperación y la asistencia social,  sino la oportunidad de conocer el amor de Dios, una incisiva propuesta de experiencia cristiana, que testimonia la belleza de la fe ofreciendo un encuentro personal con Cristo.

 

            Como dijo el Santo Padre Benedicto XVI, en la Encíclica Caritas in Veritate , “Una sociedad del bienestar, materialmente desarrollada, pero agobiante para el alma, no está  orientada al auténtico desarrollo. Las nuevas formas de esclavitud de la droga y la desesperación en que caen muchas personas, encuentran una explicación no solo psicológica y sociológica, sino  esencialmente espiritual. El vacío  del alma  que se siente abandonada, aún con tantas terapias para el cuerpo y la mente, produce sufrimiento. No hay desarrollo pleno ni bien universal sin el bien espiritual y moral de las personas, consideradas en su integridad de alma y cuerpo.” n. 76

 

            Permítanme  que les proponga también estas palabras del Papa, pronunciadas  en la homilía de la Santa Misa  inicial de su ministerio papal: “Nosotros, los hombres, vivimos alienados, en las aguas saladas del sufrimiento y de la muerte; en un mar de oscuridad sin luz.  La red del Evangelio nos saca fuera del agua de la muerte y nos lleva al esplendor de la luz de Dios, en la verdadera vida. En la misión de pescador de hombres, siguiendo a Cristo, es necesario sacar a los hombres fuera del mar salado de todas las alienaciones hacia la tierra de la vida, hacia la luz de Dios. Es así: existimos para mostrarle a Dios a los hombres. Y sólo donde se ve  a Dios comienza de verdad la vida. Sólo cuando encontramos en Cristo al Dios viviente, nosotros conocemos qué es la vida.”   (Benedicto XVI, Homilía, 24 de abril de 2005)

 

            El carisma de la Comunidad es ciertamente el camino de la santificación personal, y  a la vez, contribuye muy  ampliamente a este objetivo propuesto por el Papa: rescatar a las personas que   hoy en día están sumergidas en el agua de la alienación , para llevarlas a la vida verdadera, a la Vida con mayúscula, que es la que brota del encuentro con el Señor Resucitado, para llevarlos de las tinieblas a la Luz.

 

            Con total respeto a  vuestra identidad eclesiástica y modos apostólicos, es necesario que siempre trabajen en sintonía con el Vicario de Cristo, como así también con los Obispos diocesanos, Pastores de las Iglesias locales.

 

            También quería recordarles que el 26 de julio pasado celebraron los 26 años de la fundación de la Comunidad Cenacolo. Les doy  los augurios del Pontificio Consejo para los Laicos y les aseguro nuestro constante recuerdo en la oración.

 

            Hoy comienza una nueva etapa en la historia de la Comunidad  Cenacolo, que los llevará a tener relación más cercana con la Sede de San Pedro. Los estatutos que regirán la vida de la sociación fueron aprobados  por un período inicial “ad experimentum” de cinco años.  Transcurrido este período, con la experiencia adquirida, pedirán al Dicasterio la aprobación definitiva.

 

            Estoy seguro que en su camino no les faltará nunca la intercesión de la Virgen en el generoso servicio que le prestan a la Iglesia.

¡Que Dios los Bendiga siempre!

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