S.E.R. Card. Christoph Schönborn Homilìa Queridos hermanos Obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, queridos hermanos y hermanas,
“No tengo oro ni plata, pero lo que tengo te lo doy”. Esta Comunidad no tenía oro ni plata cuando empezó, pero lo que tenía se los dio: Jesús. La riqueza que está al principio de la Comunidad: Jesús resucitado, muerto por nosotros y resucitado por nosotros ¡esta es la riqueza de esta Comunidad! Y cuando vemos la Fiesta de la Vida, lo menos que podemos hacer es saltar y alabar a Dios. Yo no sé saltar como Madre Elvira, no soy tan joven. . . “¡Se llenaron de asombro y maravilla por lo que les había sucedido!” Esta es la riqueza del Evangelio, la riqueza de la Iglesia, bella Esposa de Cristo, aunque desconocida y también muy herida por nuestras debilidades, nuestros pecados. Hoy a la tarde vi el video del Reconocimiento de la Comunidad en Roma: nunca estuvieron fuera de la Iglesia, nunca, siempre en el corazón de la Iglesia, pero ahora, el Papa, sucesor de Pedro, los reconoció como elemento vivo en el corazón de la Iglesia, lo que es un motivo de gran alegría.
“No tengo oro ni plata, pero lo que tengo te lo doy.” En el inicio de esta Comunidad hay un acto, un gesto, un don. Siempre es así, la riqueza del Evangelio se comunica siempre a través de un don. El Papa Juan Pablo II lo decía a menudo, el Papa Benito XVI lo repitió; en mi habitación encontré un texto de Pentecostés del año pasado, donde el Papa Benito XVI hablaba del don de sí mismo. Al principio siempre hay un don, siempre está aquel gesto del Buen Samaritano, gesto que no había previsto, que no había programado en su viaje, probablemente de negocios: tenía cosas que hacer, una agenda, un proyecto, plazos, tenía que caminar. . . pero sucedió algo y dijo “sí”. Y de este “sí” siempre en la vida de la Iglesia nace la vida nueva. El Papa Benito en su Homilía de los funerales de Juan Pablo II –todavía era el Cardenal Ratzinger – hizo una bellísima predica sobre el “sí” repetido y renovado de Juan Pablo II, Karol Wojtila, en su vida: siempre hubo un nuevo “sí” que lo fue conduciendo a ser el sucesor de Pedro, luego un “sí” a la enfermedad, al sufrimiento. . . ¡un “sí “ que dio mucho a la Iglesia! Y cuando fue elegido el Papa Benito, en la primera audiencia , dijo que en el Cónclave veía lo que se le acercaba. Habló de la guillotina que se le venía encima: ¡con terror y estupor vio venir esta elección a su encuentro! También recordaba que un hermano le había escrito una tarjeta diciendo: “Predicaste muy bien sobre el “sí” de Juan Pablo II; ahora, si te toca decir que “sí”, hazlo. ¡Dí “sí”! El Papa dijo que esta tarjeta le dio el coraje para decir “sí”.
Siempre es así en la vida cristiana, y en cierto sentido en toda vida humana: llega el momento en que somos llamados nosotros, no otro: yo soy el que ahora debo dar el paso, debo decir “sí”, debo darme, como lo hizo el Buen samaritano en ese momento. El comprendió, sin demasiados discursos, que ahora él era el llamado. Madre Elvira debe haber experimentado algo semejante en su llamada, en su vocación a no pasar de largo el sufrimiento que veía. Y todos somos llamados a dar lo que tenemos. No tenemos ni oro ni plata –si por casualidad alguno los tiene pueden dejarlo aquí que viene muy bien a la Comunidad . . . ¡en “americano” se dice “fund raising”! – pero cada uno de nosotros esta llamado a donarse a sí mismo. Me maravillo como Pedro y Juan, pasando y viendo a este pobre, tuvieron el coraje de hacer ese gesto. Probablemente no reflexionaron mucho, no nombraron una “comisión” para decidir: hicieron el gesto del “sí”. He aquí el Buen Samaritano que hizo ese gesto que dio fruto. Hoy recordamos ese gesto inicial de la Comunidad que dio tanto fruto y lo continúa dando.
Cuando estoy con la Comunidad Cenacolo siempre tengo el deseo de escuchar más que de hablar, por lo ricos que son los testimonios de ustedes. Esta mañana, después de mi catequesis, recibí un testimonio que me ayudó mucho y el segundo testimonio lo recibí en el video del reconocimiento de la Iglesia, en una palabra del cardenal Rylko.
Esta mañana, después de la catequesis uno me dijo: “Mira, el Buen samaritano dejó al herido en un albergue, entregó dos denarios y dijo:” Si esto no alcanza, pagaré a la vuelta lo que falte.” Y me dijo algo muy bello “Jesús ya pagó los dos denarios por nosotros: en la cruz! Pero su regreso lo esperamos todos, deseamos su segundo regreso glorioso y pagará lo que falta. ¡Qué consuelo para nosotros, enfermos, heridos, saber que cuando Cristo vuelva una vez más pagará por nosotros, en su misericordia! Deseaba comunicarles este pensamiento de uno de ustedes sobre esta parábola.
Por último les repetiré lo que dijo el Cardenal Rylko cuando reconoció la Comunidad. Escuché las palabras de Madre Elvira. . . estas bellas y simples palabras, repetidas por el Cardenal Rylko: “amar, amar, amar”. Pero el cardenal agregó: “Ese lugar al que llevó al herido es el Cenacolo: sus fraternidades son el lugar donde el Buen Samaritano lleva a los heridos de la calle, de la droga, del alcohol. . . ¡los heridos de la vida! Qué bella imagen que la Iglesia, a través del Cardenal Rylko les dio: ser esa “posada” en la que Cristo, a través de sus colaboradores, todos ustedes los que ayudan, lleva al herido, lleva a cada uno de nosotros, de ustedes.
¡Que la Comunidad Cenacolo sea siempre esta “posada” donde se puede encontrar la salud y la salvación!
¡Y después podrán, como el paralítico de la Puerta La Hermosa, saltar de alegría y alabar a Dios!
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