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Viernes 16

FIESTA DE LA VIDA 2010

HOMILIA MONSEÑOR GUERRINI -  Viernes 16 de julio de 2010

 

         En esta  Santa  Misa celebraremos  el Sacramento de la iniciación cristiana. Iniciación significa comenzar  un camino; para nosotros es el camino que nos hace entrar en una vida con Cristo, en Cristo.  Entonces  dejaremos hablar y escucharemos  los signos de la liturgia, siempre ricos y estimulantes.

         La Palabra de Dios proclamada y escuchada nos dice que este camino de iniciación tiene un protagonista: el Espíritu Santo, el Espíritu de Jesús. Como escuchamos en la Carta a los Gálatas, es el Espíritu el que grita en nuestros corazones “Abba, Padre”, es el Espíritu del que Jesús le dice a Nicodemo: Si no nacen del agua y del Espíritu no podrán entrar en el reino de Dios. El protagonista entonces, es el Espíritu.

         La meta de este camino es lo que escuchamos en San Pablo: “…no eres más esclavo sino hijo, y por lo tanto,  heredero por la gracia de Dios.” Lo que Jesús expresa con la frase “Nacer de lo alto”, lo que entiende, es una realidad nueva.

         Tratemos de captar la belleza, la grandeza de estos signos, donde se ve la iniciativa de Dios, del soplo de Su Espíritu, don gratuito que nos  signa para siempre..

         Nosotros  nombramos este don definitivo con la palabra “carácter”: el Bautismo, la Confirmación otorgan “el carácter”. El Catecismo de la Iglesia Católica lo define como  un sello espiritual. Es decir una marca, un signo de pertenencia que nos configura con Cristo. Que nos configura con Cristo  quiere decir que nos asemeja a Él, especialmente nos hace capaces de mirar al Padre, de obedecer al Padre, de mirar a los hermanos, de servir a los hermanos como Cristo.

         Usando otra Palabra de San Pablo, el “carácter” nos hace capaces de “un culto espiritual”: poder expresar con nuestra vida concreta, que  de verdad amamos y servimos al Señor, que de verdad amamos y servimos a nuestro prójimo.

         Entonces, este don, esta configuración con Cristo, parecerse a Cristo Jesús, nos lleva a otro don que es especialísimo porque no se realiza una sola vez en la vida sino continuamente, porque es alimento, nutrición: la Eucaristía.

         Recibimos el Espíritu Santo en el Bautismo y en la  Confirmación para  asemejarnos a Cristo, para  formar parte de su Iglesia, y esto nos conduce a la Eucaristía, a alimentarnos del Cuerpo de Cristo.

         También para nosotros que hace tiempo recibimos el Bautismo y la Confirmación, la celebración de hoy es una oportunidad para revivir este itinerario, para estar más concientes, para renovar los compromisos asumidos.

         Es un don: don del Espíritu, de la vida nueva, del “carácter”, del sello; pero también esta el empeño, la respuesta de nuestra parte. Está la libertad de Dios, de ese Dios  que es Espíritu que  “…sopla donde quiere y no se sabe de dónde viene ni adónde va.” Está la libertad de Dios, pero también está nuestra libertad, que dentro de poco expresaremos con palabras simples: “renuncio”…”creo”…”amen”…palabras que expresan nuestra adhesión, que no se agotan en un día, que menos se agotan en una experiencia exaltada  como la Fiesta de la Vida, sino que se hacen concretas día a día, en la paciencia de una fe y un amor continuamente renovados. Porque cada día debemos responder a la pregunta que nos acompaña en esta Fiesta: “¿Quién es mi prójimo?”

         Cuando celebro el Sacramento de la Confirmación en las Parroquias de mi Diócesis, termino diciéndoles a los jóvenes: “Es bello ser cristianos”. Hoy los cristianos estamos rodeados de una cierta desconfianza. Muchos jóvenes no confían en la Iglesia. Nos toca a nosotros, les toca a ustedes que recibirán el Bautismo y la Confirmación, nos toca a nosotros que recibimos el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, decir con nuestra vida, con la luminosidad, la alegría, la coherencia, con nuestro modo de hacer, de hablar, de vivir…decir al mundo: “¡Qué bello es ser cristiano, que bello es servir al Señor, seguir al Señor! Es bello porque es verdad, es bello porque abre horizontes de esperanza, es bello porque infunde coraje, porque da paz porque encontramos la felicidad. El Señor nos da el Espíritu para ser testimonios de alegría.

         Hoy la Iglesia recuerda a Nuestra Señora del Carmen. En la Biblia el Carmelo es el lugar de la fe pero también es  el jardín de la belleza. Que a través de la intercesión de la Virgen, el Señor  también nos dé  su Gracia, nos dé su Espíritu para vivir la fe y para que la fe sea la belleza de la vida.

¡Sea Alabado Jesucristo!

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