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Historia

 BARTRÈS - FRANCIA  2004
Primero fue la casa de Adé, después la de Lourdes, donde se fueron los varones  dejando Adé a las chicas. Pero la pequeña casa bien pronto se llena de vida y las jóvenes continuaban llamando. La Virgen entonces, viendo su necesidad de amor, susurra al corazón de la Comunidad abrir otra casa. Así nace en Bartrès la fraternidad “Madre de la Misercordia”...

En la tierra bendita de Lourdes teníamos ya el don de una fraternidad femenina, en la pequeña región de Adé,  a pocos  kilómetros de la gruta. La Virgen, viendo la necesidad de tantas chicas que llamaban pidiendo ayuda, susurró al corazón de Madre Elvira y de muchos de nosotros el deseo de dar vida a otra casa. Pusimos en seguida esta intención en las manos de la Divina Providencia y la Comunidad comenzó a buscar un lugar apto. ¡Mientras tanto nosotras las chicas, rezando, le “echábamos” el ojo y alguna “medallita milagrosa” a los jardines de  las casas que nos parecían que podían andar bien! La Virgen, seguramente sonriendo, en seguida fue generosa y respondió. Después de poco tiempo Madre Elvira se quedó impresionada por una propiedad que se encontraba en Bartrés, muy cerca de la fraternidad ya existente en Adé, una casa familiar que pertenecía a una pareja.

La Comunidad nos enseñó que si la Virgen desea algo, Ella pone “sello y firma” a través de la Providencia. ¡Nada es imposible para Dios! La noticia llegó en seguida a Adé y fue una gran fiesta para todos nosotros. Madre Elvira nos dejó el encargo de rezar para estar seguras de que fuera la voluntad de Dios; comenzamos una novena  en la que íbamos  todos los días en peregrinación a los pies de la Virgen, en la  Gruta. Durante estos nueve días algunas de nosotras fuimos a Italia para la fiesta de cumpleaños de Elvira y de este modo nuestra intención llegó al “corazón” de la Comunidad, y poco tiempo después llegó la respuesta: ¡recibimos la Providencia para la casa!

Con gran alegría los trabajos comenzaron en seguida, los chicos se ocuparon de las primeras tareas más pesadas y después un grupo grande  de nosotras nos pusimos a trabajar para renovar el interior de la casa. Fue una aventura, faltaban muchas cosas... casi casi ni comimos la primera  noche, pero lo lindo es que nos arreglamos sin quejarnos.  Durante  dos semanas estuvimos despegando el papel que estaba  pegado por todos lados, poniendo enduído ,  repintando las paredes y decorando con lo que teníamos a mano. El tiempo apremiaba porque la inauguración estaba próxima, justo para  la peregrinación de los padres italianos. Enre nosotras se generó mucha amistad porque cada una dio algo de sí para participar; intercambiando manos e ideas nos unimos también nosotras, ¡las que trabajaban en la casa y las que se quedaban en Adé apoyando con la oración! Cuando se terminó , partimos todas juntas a pie, recitando dos Rosarios caminados, a visitar la nueva casa... ¡qué alegría y qué satisfacción para cada una de nosotras! Hasta la naturaleza que nos rodeaba revelaba la belleza que Dios creó,  la casa está sobre una colina con una magnífica vista de los Pirineos. Madre Elvira nos reunió unos días antes de la apertura y formó el grupo de chicas que se quedarían allí. El momento de la “bendición” fue simple pero fuerte para todas:  de las treinta chicas que estábamos, nueve fueron llamadas. La unidad que habíamos ya creado nos ensanchaba de alegría nuestro  corazón.. Agradeciéndonos una a otra y pidiéndonos perdón nos preparamos a partir a la nueva “misión”.

La inauguración fue un gran encuentro, en el que sentimos fuertemente el amor y el sostén del Santuario de Lourdes, que participó con muchos amigos sacerdotes, a los que agradecemos desde lo más profundo del corazón por toda la “providencia espiritual” que son para nosotros en estos años de nuestra presencia aquí. También  estuvo presente el Obispo Mons. Jacques Perrier que celebró la Eucaristía. Gracias a él también Jesús llegó en seguida a habitar en nuestra capilla, bendiciendo este nuevo comienzo. Madre Elvira eligió el nombre “Madre de la Misericordia” para que fuese María quien guíe nuestra casa. Después de los días de fiesta, los trabajos en la  casa se centraron en conseguir muchas de las cosas que faltaban: los cestos de basura, las repisas, los  porta-macetas  las cortinas  para la capilla... ¡éramos pocas pero siempre juntas!  Hicimos  muchas cosas  aprovechando trozos de madera que parecían de descarte pero que para nosotras eran preciosos, preparamos la tierra para el primer año de huerta, la excavación para recoger el agua de la lluvia para el riego... todo esto nos ayudó a crear ese clima  particular,de familia ,  que hay en esta casa. Por mucho tiempo no teníamos ni auto, y por eso caminábamos mucho arriba y abajo por las colinas. Rezar el Rosario caminado, ir a Misa a Bartrés, visitar la fraternidad de Adé, ir al santuario recorriendo el “camino de Bernardette”. . .  La posibilidad de vivir  pocas chicas  durante los primeros años nos  hizo descubrir a cada una de nosotras la belleza del calor familiar, de la amistad alegre, transparente y espontánea, de la purificación de muchas cosas del mundo y del regreso a lo esencial. Tuvimos sobre todo la gracia de habitar y frecuentar los lugares por donde también Santa Bernardette vivió, caminó y rezó.

Pocos años  después la Divina Providencia nos manifestó de nuevo una gran generosidad, permitiéndonos agrandar la casa y haciéndola el doble de lo que era. ¡Así hoy se duplica también la vida y el amor que Bartrés puede acoger!
Este año de hecho hemos atravesado un período de cruz, que después se reveló fructuoso de gracias. Viviendo y sufriendo juntas, sentimos que crecimos  en la fe y en la unidad entre nosotras. La amistad que construimos permanecerá para siempre, porque se formó en el sacrificio.
Por un tiempo  tuvimos que dejar la casa  para que  los chicos de la fraternidad de Lourdes  pudiesen hacer muchos trabajos nuevos.  Durante  ese período nuestra casa se unió a la fraternidad de Adé y fue lindo crear unidad y amistad con las demás hermanas, aunque también, al mismo tiempo, vivimos fuerte la espera de la reapertura de nuestra casa.
Fue una gran alegría ver que los trabajos se desarrollaban rápidamente. Reconocemos todos los sacrificios y todo el amor que los chicos pusieron en la realización de esta casa, pensada ahora para acoger también jóvenes en silla de ruedas: la gracia de Lourdes, con la presencia del sufrimiento vivido con fe, se hará todavía más viva en nuestra casa. Estamos felices de que la reapertura de esta fraternidad haya coincidido con la fiesta de Navidad. ¡Recibimos un gran regalo!

Estábamos felicísimas y llenas de entusiasmo por recomenzar. Al principio, lo vivimos como un regreso a nuestra vieja casa, aunque por dentro todo había cambiado. Después  de algunos meses, nos dimos cuenta de que Bartrés es una nueva realidad. En la fidelidad a las “bisagras” de la vida comunitaria, como el compartir, el Rosario, la Adoración, el trabajo... ponemos todo el esfuerzo para que las hermanas en “carroza”, don “especial”  de  esta casa, puedan participar. Todo esto nos educa a estar atentas a muchas pequeñas cosas, supuestas para nosotras pero que para ellas pueden ser un obstáculo. Y al final somos nosotras quienes aprendemos todos los días de ellas. Agradecemos al Espíritu Santo que nos puso junto a personas tan especiales, y a la Comunidad por la confianza de poder vivir esta realidad. Desde el principio sentimos fuerte la presencia de Nuestra Señora de Lourdes, que nos tomó de la mano y nos guía en esta experiencia excepcional. Pero no termina aquí... ¡estamos siempre listas y felices de recibir a las nuevas chicas que  golpearán a nuestra puerta!
Va un  sincero ¡Gracias!  a nuestra Madre Elvira, que nos sostuvo y nos motivó durante los días que estuvo con nosotras para encaminar la casa. ¡Estamos muy felices de estar aquí!

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