Me llamo Luca: también yo pasé muchos años en la droga, el alcohol y la vida promiscua. Me hacía daño a mi mismo y también hería a los que me rodeaban. No voy a extenderme demasiado sobre el pasado, porque he cambiado y esa época verdaderamente ya es pasado.
Les cuento dos anécdotas que me hicieron cambiar sensiblemente y que muestran cómo la Providencia me fue guiando para poder aceptar mi “defecto” físico: la falta de un brazo. Hace algunos años que vivo en la fraternidad de Lourdes y el año pasado me eligieron junto a otros setenta jóvenes para actuar en el recital Los Misterios de la Luz. Cuando Marco, el “director de escena”, dijo: “Ahora decidiremos los roles” yo estaba exaltado pensando qué papel me tocaría.
En el primer Misterio, el Bautismo en el Jordán. Jesús está, Juan el Bautista está, tú haces de pueblo, tú haces esto, tú aquello; yo esperaba pero nada...Segundo Misterio: las bodas de Caná. Tú haces del rabino, tú del esposo, y a mí no me decían nada todavía... Tercer Misterio: el anuncio del Reino de Dios en el cual Jesús sana al paralítico. Escucho que me llaman: “Luca, tú haces del paralítico”.
Cuando me lo dijeron me costó aceptarlo pero después en realidad estaba contento de formar parte del recital , y cuando por primera vez me subí a la camilla, Jesús vino y me dijo: “Levántate y camina” ahí entendí, ¡entendí!
Estaba en Lourdes, por lo tanto había muchos paralíticos y enfermos, también yo era paralítico aunque mis piernas funcionaran, ¡yo estaba paralítico porque no había aceptado jamás la falta de mi brazo, no era feliz sin mi brazo, no me amaba, no me quería!
Me había drogado por que me faltaba el brazo, vivía con miedo, tantas veces había dicho que no, había robado, había mentido, había bebido, no había sonreído. No aceptar la falta del brazo era mi parálisis ¡mis diecisiete años de droga y alcohol eran por esto!
Hoy estoy aquí y gesticulo serenamente con este “bracito”. Pero antes fue un miedo, una vergüenza, una inferioridad que me llevó a vivir una vida equivocada. Con seriedad me dije: “Ahora debo curar todas estas parálisis”. La Virgen me dio la gracia de aceptar mi herida, de quererla, de amarla porque la Comunidad me lo enseñó, porque Elvira me lo dijo. Fue la primera en preguntarme: “¿Nunca tuviste complejo por el brazo?”, yo le respondí que no y ella: “¿Por qué te has drogado?” A partir de ese momento , reflexioné y me di cuenta de que verdaderamente tenía razón.
Los hermanos en la Comunidad, cuando me veían llevar las carretillas que siempre se me caían a la izquierda, me decían: “ ¿Pero no ves que no puedes llevarlas? ¡Naciste sin brazo, tienes que aceptarlo!”. Ese día entendí que era paralítico y que Jesús me estaba sanando.
Hace pocos días, hablando con Madre Elvira, le decía que afuera tenía buenos trabajos: trabajé en un banco, en la bolsa de Milán, e incluso ahora estaba la posibilidad de un trabajo que casi, casi... Entonces la miré a los ojos y le dije : “¿A dónde voy a ir ? ¡No puedo salir!”. Aunque todos los días luche, no puedo negar el bien y la gracia que recibí aquí.
Además estoy en Lourdes, estoy enamoradísimo de esta tierra, quién sabe cuántos “paralíticos” como yo , que nunca pudieron aceptarse a sí mismos, el Señor me hará encontrar. A ellos les podré decir: “Miren, debemos amarnos y Dios nos da la fuerza. Aun con cinco dedos menos, podemos ir adelante.
¡Con Dios en el corazón, no nos falta nada!”
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