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Homilía de padre Stefano

Estoy muy contento de encontrarme hoy con las familias de los chicos que están en el camino de la Comunidad. Donde nace la presencia de la Comunidad, que está hecha por jóvenes, jóvenes que sufrieron, que cayeron en el drama y el sufrimiento de la droga, siempre, donde Dios hace nacer la presencia de la Comunidad para los jóvenes, en seguida hace nacer el camino de las familias. Después nacen muchos amigos. También aquí en la Argentina  la semilla de la Comunidad generó todos estos hijos de una misma madre: los amigos, los chicos, las familias. Ayer vivimos la fiesta para todos, hoy nos encontramos con las familias, mañana con los amigos…porque en la gran familia de la Comunidad una de las cosas más lindas es que hay lugar para todos, como en la Iglesia, cada uno encuentra su lugar como es: pobres y ricos, sacerdotes o casados, hombres o mujeres, niño o viejo, todos encuentran una familia.

La primera lectura nos habla de Jerusalén que en la Biblia es la ciudad Santa, el lugar que Dios ama, la esposa de Dios. La lectura de hoy nos presenta a Jerusalén como una madre  que ve regresar a sus hijos luego de que el mal se los llevara al exilio. En nuestra cultura latina la figura de la madre en una familia es mucho, es todo. A veces el padre no está, pero la madre es la fuerza de la familia.  En la Palabra de Dios vemos a Jerusalén como una madre contenta que ve a sus hijos regresar a casa después de muchos años que los vio perdidos, que no vivían en Jerusalén, que estaban lejos, perdidos, Dios le dice: “Viví la fiesta, ponéte la ropa más  linda. Terminó el tiempo de la tristeza, terminó el tiempo de la esclavitud, tus hijos finalmente regresan a casa.” Y esto nos lo dice Dios hoy a nosotros. Los hijos de ustedes  que están en la Comunidad   también volvieron a casa, también para ustedes  terminó el sufrimiento, o mejor, esperamos, depende de la fuerza que pongan los hijos  en volver a casa. Pero el hecho de que hayan entrado en la Comunidad ya es una gran esperanza.  Tu hijo ya no está más muerto, no está más en el exilio, no está más en la calle, desesperado,  hoy está en la casa de Dios.

Cuando los chicos se encuentran por primera vez con los padres, luego de  largos  meses sin verse, nos dicen que sus padres están mucho más jóvenes. Yo les digo que están jóvenes porque no los tienen a ellos, porque dejaron un gran peso en la Comunidad. El peso que los volvía tristes, que les sacaba la alegría de vivir, lo confiaron a la Comunidad. Es lindo ver que cuando en la vida vives en la esperanza, vuelven  la juventud y la alegría.  Jerusalén, esta madre que tanto sufrió por sus hijos perdidos, recibe la invitación de Dios de ponerse linda como una novia y esto es lo que Dios quiere de nosotros. En la Comunidad  nosotros siempre decimos que a la Comunidad Cenacolo  se entra viejo y uno se va volviendo joven. 

 Los años pasan, pero por dentro uno se vuelve  más joven, rejuvenece en  una nueva primavera porque gracias a  la Comunidad la vida  se encuentra con Dios. Lo que  nos hace viejos no son los años sino el pecado, es la vida sin Dios que pesa. Muchos de sus hijos, el bautizado hoy, por ejemplo, Uriel entró muy joven en la Comunidad pero ya era viejo, la vida de la calle, la vida del mal, nos hace viejos, tristes  por dentro con el peso de la muerte en el corazón. En cambio cuando la vida reencuentra a Dios entonces de nuevo explota de vida, surge adentro la alegría de vivir.

San  Pablo en la segunda  lectura le habla a una comunidad. Y dice que está seguro que aquello que Dios empezó lo lleva a su cumplimento. Hoy para nuestro hermano comienza una  historia nueva que cada uno de nosotros comenzó el día del bautismo. Dios pone una semilla, la semilla de su presencia, de la potencia del Espíritu Santo. Una semilla, como cuando sembramos algo en la huerta, adentro tiene la potencia de la vida. Esa pequeña semilla se hace una planta y da fruto,  adentro de esa semilla hay una potencia que no se ve pero que está. Lo que recibimos en el bautismo y que hoy recibe Uriel, es esta potencia del Espíritu Santo. Entra adentro, está.  En esta agua que será bendecida y que le pediremos  a Cristo que entre en ella, y que luego cubrirá la cabeza del bautizado y entrará en el corazón  está la potencia del Espíritu Santo que lleva a cumplimiento nuestra vida.  Lo que Dios comienza no lo deja por la mitad, nosotros podemos romperlo pero Dios permanece fiel para siempre. Esto es lo que Dios hace también en la Comunidad,  el bautismo es renacer desde Dios. El camino de la Comunidad es como un bautismo nuevo. Tenemos que dejar el Hombre viejo, que tiene que morir, el hombre del pecado, el hombre que construyó la casa sobre la arena. Tenemos que dejarlo y nacer de nuevo y ser hombres y mujeres nuevos  con la alegría y la juventud  de Dios en el corazón. Y esto solo Dios puede hacerlo. Sólo Dios puede hacer este renacimiento.

Un día había un hombre viejo que buscaba la verdad y fue a ver a Jesús,  se llamaba Nicodemo, fue a verlo de noche y le dijo que él quería renacer comenzar una vida nueva. Y  Jesús  le dijo que si quería renacer tenía que renacer de lo alto, del agua y del Espíritu. El hombre no entendió y dijo cómo podía  nacer de nuevo de su madre, pero Jesús hablaba de  otra Madre de la que podemos renacer. Para nosotros hoy es la Iglesia que tiene el rostro de la Comunidad. Entrando en el seno de esta madre nosotros  volvemos a nacer. El bautismo es el signo de esta vida nueva. Miren que importante es ese momento porque dentro nuestro  Dios  puso una potencia,  una fuerza que de parte de Él nunca desaparece,  cuando le damos la mano  a Dios y retornamos de nuevo a Él,  la fuerza se vuelve viva dentro de nosotros.

El Evangelio habla de un hombre, Juan el Bautista, un eslabón de esa larga cadena que vimos ayer en el Recital cuando mencionaba toda la historia sagrada, todo el tiempo antiguo y luego comienza el tiempo nuevo. El eslabón que une el Antiguo Testamento  con el Nuevo, el tiempo viejo con el tiempo nuevo. El último gran profeta del antiguo tiempo y el primero del tiempo nuevo es san Juan Bautista. Todos nosotros tenemos un tiempo viejo en nuestra vida y todos estamos esperando un tiempo nuevo.

           La Comunidad es justamente  el tiempo nuevo, el eslabón que une  toda  nuestra vida pasada antes del encuentro con Dios,  al Señor. Entonces esa vida se hace nueva.  Hay como una conjunción entre el tiempo de antes y el de ahora. Juan Bautista predicaba la necesidad de convertirse, de que la vida se preparase para  encontrarse con Jesús: la Comunidad  predica este bautismo.
          
Desde los primeros años de la Comunidad, cuando las familias como ustedes nos traían  un hijo a la Comunidad, siempre preguntaban: “¿Cuánto cuesta, cuánto tengo  que pagar?” Madre Elvira mirándolos a los ojos les decía a las familias: “La vida de tu hijo, su renacimiento, no se paga con plata, se paga con tu  propia vida que decide cambiar con él. Que decide convertirse junto a él,  ponerse en el mismo camino de las tinieblas a la luz.” Y esto es lo que la Comunidad también les pide a ustedes familias, caminar con sus hijos para que  la vida nueva de sus hijos sea también la vida nueva de las familias. Por que el bautismo que sus hijos reciben en el camino de la Comunidad,  que los limpia del pecado,  que pone en sus  corazones el anhelo de una vida nueva sea  también el mismo bautismo que viva la familia. Es lo que predicaba San Juan Bautista en el desierto “Preparen un camino al Señor”.

  Es la posibilidad que Dios nos da hoy. En el fondo nuestra vida pasada, tanto de  nosotros los chicos como de ustedes  las familias, el pasado fue un desierto, te das cuenta de que no podemos sacar frutos del pasado. Sin embargo ese desierto grita, es un signo para nuestra vida. Ese desierto dice: “Mira que necesitas algo distinto,  prepárale un camino al Señor. Dejá que  Dios te encuentre.” Entonces el pasado sin Dios se hace el lugar donde se lo puede encontrar. Ese desierto que era el lugar de la muerte, es  la posibilidad de una vida nueva. Esto solo Dios lo puede hacer, pero Dios lo hace y lo hace hoy, lo hace ahora.

Pidámosle a Dios que seamos fieles a este camino. Juan Bautista decía: “Enderecen el camino” ¡cuántas veces elegimos y seguimos eligiendo caminos torcidos, cuántas veces tomamos caminos equivocados!  Pero ahora sabemos que  hay  un camino, derecho, el que Dios nos propone, el de  la conversión, el de la vida nueva. Con alegría recorramos juntos este camino.

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