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De la homilía del Card. Christoph Schönborn

«Cuando uno vio el espectáculo de los jóvenes del Cenacolo, no puede olvidar la escena de los diez leprosos: cómo llegaron, ¡un espectáculo de miseria! He visto realmente los leprosos en Nigeria, por la calle, que tendían la mano deformada, con la cara arruinada. Pero no hay caso que sea  desesperado para Dios, para Jesús. Tampoco la lepra, la enfermedad más miserable, logra hacer dar vuelta a Jesús para no ver. Él ve, y toca. Es justamente esto el signo concreto de su misericordia. ¿Cómo hacemos para ser tocados por la misericordia de Jesús? Tenemos necesidad de verdad. En  la escena bellísima de la Samaritana:  la mujer va a la fuente a mediodía porque así está segura de que no habrá nadie. Se avergüenza, tiene miedo, sabe lo que la gente dice de ella. Pero con Jesús, aquello de lo que ella tenía miedo de hablar, se hace un lugar de encuentro. La verdad la libera: ¡Finalmente no debe esconderse más!  Creo que esta experiencia muchos de ustedes la han vivido: que cuando comienza a entrar la verdad en tu vida, es una liberación. La libertad de Jesús no condena, no juzga. En esta mirada de verdad y de misericordia la mujer se sintió aceptada, liberada, puede conducir a todo el pueblo a Jesús. Y ésta es su vocación, conducir mucha gente a Jesús. Porque ustedes pueden decir: Jesús permitió que la verdad llegue a mi vida, no debo esconder más mis heridas, mis errores, los desastres de mi pasado. Puedo decir: “Vengan, vean, aquí hay un hombre que me dijo todo lo que hice”. Y pueden conducir a sus amigos a Jesús. Esta verdad, unida a la misericordia, descendió en medio nuestro»

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