«Estoy feliz de poderles testimoniar que con mi marido, desde el momento de su enfermedad que lo dejó como en un “estado vegetativo”, estamos viviendo un nuevo matrimonio. Sí, porque comenzó entre nosotros una época  nueva, un mundo nuevo, una vida nueva hecha de gestos de amor gratuito. Es el amor que Dios nos da, a través de este silencio, a través de este espíritu, que debo decir que es un espíritu sereno, que nos ayuda a imaginar que mi marido viva en una condición de serenidad, que él esté en ese límite entre la vida y la muerte que no nos es dado conocer. El amor que emana su presencia está convirtiendo a las personas que vienen a visitarnos porque se obligan a reflexionar sobre lo que vale y lo que no vale, se obligan a quitarse la máscara, a ser veraces porque no puedes frente a esta situación venir a contar cosas que no tienen sentido. O no vienes, o vienes para desnudarte de todo, porque lo que contaba en la vida que vivíamos antes, éxito, dinero, satisfacción, ¡ya no tiene sentido!
No puedes venir a esta Iglesia doméstica, junto a este altar si no es para cambiar de vida: vivir de un modo nuevo, esencial, abierto, en la entrega gratuita. ¡Piensen qué milagro! Piensen cuántas familias que tienen salud y bienestar, no logran dar la esperanza que Danilo da en su habitación. ¡Amen, amen, amen mucho! Porque la vida sólo nace del amor. Todo pasa: el sufrimiento, la dificultad, los hijos que no “funcionan”; pero nosotros continuamos amando. ¡Gracias! »
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