Simona y Daniele Nuestro pasado es similar al de tantos chicos y chicas que han llegado a la Comunidad en búsqueda del verdadero sentido de la vida. En el camino de fe que nos ha sido propuesto, hemos encontrado el corazón misericordioso de Dios, El que nos ama y perdona cada día. Después de haber reconstruido nuestra vida personal y haber reencontrado la alegría de vivir, nos hemos encontrado, respetado y amado, y hoy desde hace tres años estamos felizmente casados y vivimos como familia en la Comunidad Cenáculo. Deseamos hablarles de nuestro presente, iluminado por la Palabra de Dios, que guía nuestro camino cotidiano de familia que ha elegido vivir esta realidad. “Quien recibe a uno solo de estos niños, me recibe a mí” (Mt. 18, 5) Podemos testimoniar que nosotros somos los primeros “niños” que el Señor acogió , perdonando nuestros pecados y aceptando nuestras pobrezas, colmándonos de dones que deseamos compartir con quien vive a nuestro lado y poniéndonos al servicio de los más necesitados. Primero en el camino personal y luego como familia nos sentimos misioneros, y la “tierra extranjera” a alcanzar es el corazón de cada ser humano qué todavía no ha conocido el amor de Dios. Nuestra única certeza es que lo grande y verdadero que se está realizando en nuestra vida hoy es Su voluntad. Cuando entendimos, luego de un tiempo de sufrimiento y de confusión cual era el camino que el Señor lentamente nos estaba abriendo, nos asustamos mucho y la primera reacción fue el rechazo. No nos sentíamos capaces de llevarlo adelante en ese momento, no entendíamos el sentido, mejor dicho nos preguntábamos por qué nos estaba sucediendo esto a nosotros. Iba creciendo el deseo de acoger a niños enfermos en nuestra familia confiando en la providencia, conscientes además que todo estaba más allá de nuestras fuerzas. Como todos, deseábamos hijos “nuestros” que se nos pareciesen, sanos… ¡estábamos calculando con nuestros límites humanos, cargados de miedo y de egoísmo! Pero el Señor cuando llama a la puerta del corazón, tiene también la paciencia de esperar nuestros tiempos. Se ha necesitado tanta oración y mucho sufrimiento antes de lograr decir este “sí”. Pero han sido pasos fundamentales para lograr la fuerza y el equilibrio necesarios para acoger el primer hijo que el corazón de Dios y de la Virgen han pensado para nosotros: Omar. En este momento nos sale espontáneo del corazón con infinito reconocimiento un gran “gracias” a todas las personas que han creído en nosotros y en el proyecto que el Señor tenía sobre nuestras vidas. Nos hemos encontrado para renovar una y otra vez, cada vez más convencidos, nuestro “sí” a la Comunidad cuando nos encontramos ante la elección: o la Comunidad u Omar. Y este acto de abandono a la voluntad de Dios ha hecho milagrosamente abrir de par en par un portón allí donde se había cerrado una puerta. La confianza y la obediencia a la llamada de Dios han sido pagadas con mucho más de lo que esperábamos, y hemos experimentado una vez más la fidelidad de Dios, que no deja solo a quien confía en El. ¡Cuántos “ángeles custodios” han acompañado nuestro camino, cargado de tantos imprevistos, pero sobretodo decididos a llegar al objetivo! Todo lo que nos han dicho de positivo o negativo en ese tiempo de gran crecimiento en la fe, no ha modificado la decisión que habíamos tomado. Finalmente cuando tuvimos el “sí” para ir a conocer nuestro “pequeño don de Dios”, el corazón no estaba más en el pecho y la alegría experimentada cuando después de un largo mes, logramos llevar a casa a “Omar”, ha cancelado todo el sufrimiento precedente, las largas esperas, los silencios…pero en los que hemos experimentado la cercanía, la amistad, la confianza y la ayuda concreta de tantos amigos verdaderos. Hoy, como padres de un niño discapacitado, con “tetraparesis espástica” deseamos transmitirle toda la belleza y bondad que Dios ha sembrado en nosotros, pidiendo Su ayuda allí donde nuestras pobrezas nos hacen cometer errores. Para él pedimos el don de la alegría verdadera, que es seguir el “pequeño camino” que Dios ha trazado para nosotros. Quizás nunca lo podrá recorrer con sus piernas, pero estamos seguros que Dios lo hará correr con las piernas del corazón hacia la libertad de saber disfrutar simplemente de ser él mismo, único, original e irrepetible! Quisiéramos decir a todos los esposos que desean ser padres: la fecundidad física, los hijos, son un don de Dios. Si se hacen esperar no pierdan la esperanza, ¡nosotros no la hemos perdido y estamos siempre en espera! Quizás, el próximo podría ser “natural” u otro niño para acoger, pero no importa: ¡lo importante es la vida!
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