Casas de familia
El método educativo que desarrollamos en nuestras misiones no es un colegio o un internado, sino que deseamos recrear lo más posible un ambiente familiar, donde el niño pueda sentirse acogido, amado, educado, responsable, como modo de sanar las heridas profundas de su corazón y de recuperar la confianza en sí mismo y en los demás. Creemos que el calor de la familia es indispensable al niño para percibir el amor y para que se desarrolle verdadera y plenamente. Por eso, en la misión, los niños están divididos en núcleos familiares de 8 – 10 personas, que tienen como responsable una pareja o dos misioneros/as laicos de la Comunidad, que como elección evangélica de servicio cristiano, comparten en la gratuidad total algunos años o la vida entera con los niños en este camino de reeducación en la belleza de la vida.
La jornada de los niños alterna momentos de juego, instrucción, deporte, responsabilidad, oración, espacios para compartir… El niño que viene a la Comunidad derivado de organismos estatales de tutela de la infancia, debe sentirse escuchado y libre. En nuestras misiones no hay paredes altas ni portones cerrados con cadenas. Él debe quedarse por el amor que recibe, no por el miedo, y por eso, si no desea acoger esta propuesta, es libre de ser transferido a otra estructura en el momento que quiera, hablando con los responsables y con los asistentes sociales que lo siguen.
Educación en la sinceridad
Normalmente acogemos niños que vivieron una infancia muy triste, a menudo violenta, traen consigo un equipaje de gran soledad y bronca. Viviendo en la calle, asumen actitudes típicas del mundo de la delincuencia, sobretodo el miedo y la mentira. Por esto, todo el proyecto educativo gira entorno a la educación en la verdad, en el respeto a sí mismo sí y a los demás, en el descubrimiento de los propios dones positivos y de la belleza de la vida. Todo esto se lleva a cabo a través de la presencia constante de los “tíos y tías”, que acompañan a los niños en sus variadas actividades.
Se viven momentos en los que se busca compartir y hacer revisión de vida, en los cuales se ayudan recíprocamente a tomar conciencia de los errores y a tratar de modificarlos a través de pequeños propósitos concretos en el bien. Se da mucha importancia a la educación escolar, al desarrollo del aprendizaje mediante cursos de computación o arte, al deporte, y a las pequeñas responsabilidades familiares que el niño o el adolescente debe asumir. No es un huésped, y se debe sentir en familia también en lo que respecta a las pequeñas responsabilidades que debe llevar adelante con seriedad para el bien de todos.
Todas las variadas actividades se orientan a una reeducación total de la vida del niño, que se descubre distinto y con nuevas posibilidades para su futuro.
Instrucción escolar
Mantenemos la instrucción escolar fundamental para el desarrollo y el crecimiento de los niños y para su futuro. A menudo las escuelas estatales son de muy bajo nivel, por ende tratamos de darles una realidad escolar seria, que les permita un real aprendizaje. Ampliamos después su conocimiento mediante cursos de computación, artesanía en madera… dictados por voluntarios disponibles. A los adolescentes les pedimos una mayor colaboración en las actividades de la casa (carpintería, horno para el pan, cultivo del huerto , limpieza del parque, cuidado de los animales…) de modo que se sientan más responsables y que aprendan alguna ocupación útil para su futuro.
Encuentros con las familias
No tenemos intención de sustituir a las familias de origen de los niños, sino apoyar su camino. Los que tiene parientes, periódicamente, reciben la visita de sus familiares.
Con los asistentes sociales y los jueces de tutela de la infancia se evalúa la eventual posibilidad de una reinserción del niño en “su” familia, en el caso de que se diesen las condiciones educativas oportunas para esto y si el niño lo desea.
Para no confundir los roles en el mente de los niños, los misioneros no son llamados “papá y mamá”, sino “tíos y tías”.
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