Es hermoso ver que justo nosotros, que habíamos construido nuestra casa sobre la arena de los falsos ídolos que nos llevaron hacia la droga, hoy podemos testimoniar nuestra “resurrección” y así ser de ayuda a muchas personas para reencontrar la esperanza. Subir a un escenario, hablar de nosotros mismos delante de todos, superar el miedo a equivocarnos, tener un micrófono en la mano, cantar… son todas cosas que ninguno de nosotros hubiese sido capaz de hacer en el pasado sin beber o drogarse, son una gran conquista de la libertad. Por eso, los testimonios son antes que nada un gran don para nosotros, para la sanación de nuestro corazón, para superar nuestros miedos y complejos, para reforzar en nosotros lo que estamos testimoniando. Antes de ser un ir hacia los demás, son un medio a través del cual el amor de Dios nos sana. También las horas y horas de ensayos de los musicales, los errores, las tensiones entre nosotros, los momentos de oración y de reconciliación, forman parte de la evangelización, ya que antes que nada es el Evangelio el que nos transforma y libera. Solo así el anuncio es verdadero también para los demás. Lo que entra en el corazón de los que nos ven y nos escuchan no es tanto la perfección de los actores, sino la verdad y la dedicación que ponemos en lo que hacemos. Todo esto pasa a través del don de la oración, contacto vivo con Dios. Muchas veces las palabras de los cantos, los pasos de los bailes, las ideas de cómo realizar una escena, nacen de rodillas. Meditando junto a María la vida de Jesús a través de la oración del Santo Rosario, descubrimos que el bien es más fuerte que todo: que nuestras pobrezas, que nuestras debilidades, que la muerte que vivimos fuera y dentro de nosotros. . . Y justo nosotros, que estuvimos “destruidos” por el mal, tenemos la tarea de anunciar que la Misericordia de Dios es más grande y más fuerte que todo pecado. Son muchos los recitales inventados por la fantasía de Dios y la dedicación de los chicos en estos años: De las tinieblas a la Luz, El Hijo Pródigo, Los Misterios de la Luz, No tengan miedo… Especialmente los recitales nacidos de la Palabra de Dios dejaron una marca especial en nuestro corazón y en el de quienes los han visto, convenciéndonos aún más que nuestras palabras pasan, pero la Suya es una Palabra que permanece y da fruto. El anuncio del Evangelio a través de los recitales nos demuestra que al testimoniar la fe la refuerza en nosotros. “Cuando uno enciende una lámpara , no la esconde ni la cubre, sino que la pone sobre el candelero, para que los que entren vean la luz” (Lc11,33). Al ver tanta gente con los ojos luminosos por la emoción al final de los espectáculos, somos más conscientes del tesoro precioso que la Comunidad nos está regalando, ¡y nos pone en el alma el deseo de gritar al mundo entero que solo Jesús es la verdadera fiesta del corazón del hombre! |