Davide Soy Davide y estoy feliz de estar acá porque diez años atrás en estos días yo también era un peregrino drogado y desesperado. Unos amigos me trajeron acá porque era mi única esperanza, después de una vida de droga y de un matrimonio destruido; usaba todas las drogas y bebía para estar bien, pero después, cuando volvía a casa, sentía dentro un vacío demencial, pensaba en un futuro que no existía, una esperanza que no existía, mi familia estaba destruida y no podía ver a mi padre. Así, siempre recurría a mi madre para pedirle dinero, ¡y ella me decía «Pero no se lo digas a tu padre, sino después me regaña»! Y así podía conseguir droga todos los días, pero veía también que mis hermanos no me hablaban más, porque no podían verme más así en casa. Un día, hace diez años, mis amigos me trajeron acá, y escuché el testimonio de un chico de la Comunidad, y cuando hablaba pensé que era directo a mí, todo lo que decía parecía que me lo dijese a mí, y yo estaba cada vez peor, pero fue también un momento bello porque fue el primer momento en el que reflexioné sobre mi vida. Cuando regresé a Italia comencé a hacer los coloquios y gracias a Dios y a los amigos que estaban cerca de mí, después de un poco entré en Comunidad. Al inicio la Comunidad no es fácil para un drogado que está acostumbrado a irse a la cama a las cinco de la mañana y no irse justamente a dormir, y a drogarse para hacer cualquier trabajo, acostumbrado a sentirse grande con el dinero en el bolsillo y hacer la buena vida; así que cuando entré me sentí desterrado, en otro mundo, me dije «¿De qué me sirve ponerme de rodillas a rezar?». Después un día hablando con Elvira le he dicho «Mira que yo no creo, y nunca recé». Y ella me respondió «Confía, porque si no rezas yo rezo por vos, tu sigue adelante». Y así estuve, y después de un camino fatigoso y duro (los chicos que me han soportado, ayudado a cambiar mi cabeza dura, las costumbres de afuera, aprender a ser verdadero, honesto, limpio), vi que la Comunidad era mi casa, mi vida, y comencé un camino, y a través de la oración aprendí a servir, descubrí que me gusta servir a los otros. Después decidí ir de misión en América del Sur con los niños de la calle, que me ayudaron a convertirme en papá; la misión me metió en el corazón el deseo de formar una familia, gracias a Dios en la misión he encontrado a Jana. Gracias.
Iana Estoy muy feliz de poder regresar a Medjugorje después de siete años de la primera vez, que hice los coloquios para prepararme para entrar en Comunidad; estaba feliz de poder entrar justo aquí en la fraternidad de las chicas en el “Campo della Gioia”, que había abierto hace pocos meses. Estuve acá por dos años y medio antes de poder ir a Italia, y después a las misiones en Perú. Estoy convencida que fue una gracia de la Virgen, porque cuando entré tenía 18 años y estaba cansada de la vida, no sabía cómo debía ser una mujer, y con el camino en la Comunidad lo he descubierto, gracias a la oración y mirando el ejemplo de María y de las chicas que estaban cerca de mí y que ya habían hecho un poco de camino. También gracias a las enseñanzas de Madre Elvira que me han ayudado a abrir el corazón a la vida, a enamorarme de mi vida y de la de los otros, empecé a sentir el deseo de donarme a los otros también con mis límites, en la medida en que puedo, tratando de dar lo posible. Agradezco a Dios también la posibilidad de formar una familia cristiana en Comunidad y deseo a todos los jóvenes que descubran la belleza de la vida cristiana. Gracias.
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