Madre Elvira – 9 de Septiembre de 2007 – Abadía de Heiligenkreuz La Comunidad Cenáculo es una manifestación cotidiana del milagro de la Resurrección. Estas chicas y chicos han estado por la calle. No sabían para qué vivir y no sabían por quién vivir: tristeza, rabia, violencia, mentiras… estaban cansados de todo y se han drogado. Porque la verdad ya no existe en el mundo de hoy ni en las familias. En cuanto llegaron a nuestra casa lo primero que les dijimos es que no es la Comunidad, que no somos nosotros los que los salvamos, sino Jesús de Nazaret. Y entonces les propusimos la oración para lograr vivir el perdón y la paz, que solo se logra cuando nos ponemos de rodillas delante de la Eucaristía, día y noche. En nuestra Comunidad se turnan, todo el día y toda la noche, dos jóvenes que adoran el Santísimo Sacramento. Frente a la luz de Dios la confusión desaparece y pueden descubrir quiénes son. ¡Porque ellos ya no sabían quiénes eran! Estaban llenos de máscaras, pero contemplando a Jesús comprendieron que siempre y de todos modos, son hijos de Dios, del Padre rico en Misericordia, que no mira nuestros pecados, que no recuerda las cosas que hicimos mal. Entonces comenzamos un nuevo camino, el camino de la sonrisa. ¡Los invito ahora a todos a sonreír! ¡Sonrían! ¡Sonrían a la vida! ¡A nuestra vida! Todos tenemos necesidad de encontrarnos con una sonrisa: los niños la necesitan. Hoy ni siquiera ellos sonríen, porque no ven a papá y mamá sonreír. Las familias son mudas. Papá y mamá no se miran a los ojos, no se abrazan, no dialogan y los niños no saben el por qué. Digo esto porque el drogado “nace” en una familia, desde pequeño: en las familias hay mucha injusticia hacia los niños; luego esos niños crecen, se vuelven adultos y se quieren vengar escapando de casa. Saben que los padres sufren cuando descubren que el hijo se droga, entonces así se las hacen “pagar”. Pero una vez más son ellos mismos los que la “pagan”, con tanto sufrimiento en el corazón y con tanta confusión en los sentimientos, en los afectos. Entonces les pido que piensen en los niños, en los adolescentes: aprendan a sonreír. La sonrisa es la alegría que Jesús a puesto en nuestros corazones. Nada es imposible para Dios, si nosotros se lo pedimos. Nosotros queremos ver a la juventud serena, generosa, veraz: esos son los sentimientos que ellos tienen en el corazón, pero tienen necesidad de modelos, tienen necesidad de encontrar hombres y mujeres de fe. ¡La fe Dios se la ha dado a todos! No hay ateos. Hay personas que quieren hacer lo que quieren y entonces dan vuelta la espalda a la verdad, pero la fe Dios la ha sembrado en todos los corazones. A veces los chicos nos dicen: “¡Gracias porque nos has sacado de la droga, nos has salvado la vida!” ¿Pero que hubiese sido de la vida sin la fe? Ellos ahora han entendido que la fe es una persona, la verdad es una persona, el amor es una persona… han encontrado a Jesús de Nazaret y todo ha cambiado. Ahora podemos danzar, cantar, sonreír, amar y perdonar.
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