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Testimonio de p.Ivan

Testimonio del p.Ivan  Filipović
En mi  antigua vida  yo pensaba  que  no era responsable por nada ni por nadie, que no debía dar cuenta a nadie y menos a mi familia, creía que eso  era  la libertad. Pensaba que “libertad” era tener dinero en los bolsillos, recorrer las grandes ciudades europeas, mirar las publicidades y vivir en un hotel…
En esta búsqueda equivocada  de la libertad encontré la droga, el mal. El mal me sedujo, me atraía y caí profundamente en la oscuridad. Ustedes ya han escuchado el testimonio de p.Stefano, la historia de la luz, de cómo  la luz entra en el corazón del joven herido. Cada vez que  pienso y recuerdo mi entrada en  la Comunidad, me pregunto cómo pude encontrar a Dios.
Ustedes han escuchado que a Dios se lo puede encontrar, que Jesucristo está vivo, que Dios está vivo, que es un Dios que se puede encontrar porque  no es una filosofía, no está en las nubes. Está vivo aquí en medio de nosotros en  Su Palabra, presente en la Sagrada Escritura, en la Eucaristía, en la oración, en el Rosario.
Aunque ya pasaron doce años, muchas veces cuando estoy en la Adoración personal,  me viene el recuerdo de mi entrada en la Comunidad. ¿Qué fue lo que pasó? Créanme que  cuando alguien me hablaba del amor, de Dios, del perdón, de la providencia, yo no creía  nada. Mi experiencia de vida era totalmente otra. Y en esa  vida de tinieblas comenzó a actuar Dios y a entrar la luz. Hoy veo cómo Dios  vino a mi encuentro, cómo me trajo a la  Comunidad, seguramente por las oraciones de mi madre, de mi abuela y de las personas que me querían.
Hace poco tiempo mientras oraba  recordé una situación. Tenía cuatro meses de Comunidad y me dieron una responsabilidad: era un sábado por la tarde y debía limpiar todo alrededor de la Casa Madre.  Para mí era una responsabilidad muy importante.  Imaginen que luego de diez años en el mal  nadie tenía confianza en mí, yo había engañado a todos, a mis   padres, hermanos, tíos, primos,  a todos los que me querían. Luego de diez años alguien vuelve a   creer  en mí y me da una responsabilidad. Yo estaba muy feliz aquel día, estaba orgulloso y pensaba  cómo  iba a organizar todo. Pero apareció un chico con más años de Comunidad  y se llevó a todos los que tenían que ayudarme, los necesitaba para otro trabajo. Yo me puse furioso, toda la rabia acumulada  en los años de la calle se desencadenó  y comencé a decir palabrotas en croato y en italiano, estaba  como loco. Pensaba: “Si lo encuentro ahora le diré de todo, le pego y…”  me imaginaba toda la situación, qué le diría   y   si me respondía le daría un puñetazo. Toda la tarde la pasé con esto en la mente. Cuando el  chico regresó, fui a su  encuentro con toda la rabia pero no logré decirle ni  un tercio de lo que pensaba porque aquel chico estaba en paz y me miraba, después se  ha sonreído, tenía  unos  ojos que yo jamás había visto en mi vida.  No eran los ojos a los cuales yo estaba acostumbrado en la calle. No sucedió lo que yo había pensado que es  que cuando le gritas a alguien en la calle o le pegas, él te responde de la misma manera violenta.  No, aquel chico me miraba y con su mirada de paz apagó la rabia en mí, y yo me calmé. Después me abrazó diciéndome: “¡Perdóname, no lo haré nunca más!” Esto era amor. En ese momento no entendí  lo que había sucedido, era algo extraño. Pero ahora cuando recuerdo esos ojos,  sus  palabras, sé que Jesús estaba en ese corazón, que Dios me amaba a través de aquel chico. No hubiera logrado entender lo que es  el amor, la bondad, el perdón si no hubiesen estado estos chicos que habían creído  antes en sor Elvira, en Cristo.
Esos chicos  que se han arrodillado antes que yo, que han abierto el corazón a Dios y han permitido que la Palabra de Dios se encarne en sus corazones. Nosotros los adictos a las drogas, que estábamos al borde de la vida, en la oscuridad  más profunda, no podíamos entender otro lenguaje y aún hoy  no lo entendemos. Podían hablarnos de amor, pero nosotros teníamos necesidad de tocar el amor con nuestras manos y lo hemos tocado en estas situaciones. La Comunidad, la vida en la Comunidad,  es una vida simple, llena de situaciones similares, llena de Dios, del Dios vivo que se ha encarnado una vez en el seno de María y que se encarna en nuestro corazón, como en el corazón de aquel chico  que me habló  a través de la sonrisa, de sus ojos, de aquel abrazo. Ese lenguaje lo entendí, me entró en el corazón. Es Cristo vivo y presente en medio de nosotros.
Creo que ustedes, jóvenes que han venido a Medjugorje, a través de las oraciones y suplicas a María pueden encontrar a Jesucristo. Creo que nosotros, los  jóvenes que estamos aquí, no estamos  por casualidad, creo que la Virgen nos ha llamado para enseñarnos este lenguaje tan concreto, para encarnar a Cristo en nuestras vidas.  Para que  cuando regresemos a  nuestras ciudades, entre nuestros amigos y  en los lugares de trabajo,  podamos hablar al mundo que sufre de Jesucristo, El  que  está vivo y que nosotros hemos encontrado aquí.
Hablen de Cristo con sus  vidas, con  sus  sonrisas, con su perdón, con su  modo de saludar, de sonreír. El mundo de hoy tiene necesidad de un anuncio así.  Ustedes están hoy aquí para aprender el lenguaje del amor, porque Dios es Amor, Jesús es el Amor, La Virgen es el Amor. Ella es la maestra de la Paz y del Amor.
¡Estamos seguros de que nos quería aquí para dar a luz una vez más a su Hijo en nuestros corazones y  para que lo llevemos por  todo el mundo! ¡Permitámosle a María  que realice este milagro!
En estos días abran el corazón, permítanle  a la Virgen  entrar en sus corazones, que puedan ser un gran pesebre para acoger  a Jesús Niño, que Cristo pueda nacer en sus corazones, que pueda sufrir su Pasión , hacer sus milagros, sanar sus heridas, resurgir junto a ustedes para que sean Resurrección para los demás. Debemos hacer esto, esta es nuestra tarea y por eso estamos aquí en Medjugorje.
La fe que sembró en mí la Comunidad hace doce años ha ido creciendo y yo, de drogadicto que era, hoy soy sacerdote. Hoy soy sacerdote.
La vida que había perdido, que estaba muerta, oscura, hoy es luz porque verdaderamente he encontrado a Jesús resucitado y Vivo. El mismo Jesús que hoy quiere encontrar a cada uno de ustedes para darles la paz. Amén.

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