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Sábado

Sábado 15 de julio
                                 Introducción en la mañana de 
Madre Elvira
Cantemos al Espíritu Santo que es Dios del amor, de la alegría. Lo necesitamos porque también la catequesis es oración, para nosotros que escuchamos.
Purifiquemos nuestros oídos, que han escuchado tantas cosas feas en la vida, tantas críticas. Pensemos que escuchar quiere decir también adherir, obrar, no solo escuchar con los oídos, sobretodo cuando nos hablan de la profundidad de nuestro ser y nos quieren hacer entender la verdad que se encuentra en nuestro interior y que el mundo la entierra.
Porque el oído debe abrir antes que nada tu corazón, para aceptar. Porque como decía ayer el padre Francesco cuando comes debes llevar el alimento a la boca, abrir la boca,  masticar, tragarlo y después, luego de un proceso dentro de nosotros, se vuelve sangre. Y así es la oración, comenzamos escuchando  con  mucha atención, con interés, con el deseo de descubrir algo nuevo, algo importante dentro de nosotros porque la Palabra de Dios nos quiere decir quiénes somos y cuando somos catequizados nos hace reflexionar... He aquí por qué cantamos al Espíritu Santo, para que nos abra el corazón, para que nos ponga en sintonía el oído con la escucha y con el corazón que se abre.
Comenzamos a darnos cuenta, a descubrir el por qué de nuestras tristezas, de nuestros miedos, porque la Palabra de Dios ya está dentro de nosotros y nos muestra la vida, nuestra vida.
Cantamos “De tu Espíritu Señor está llena la tierra” y nosotros estamos sobre esta tierra por lo tanto tenemos la plenitud del  Espíritu Santo.
He encontrado algunas madres que lloran porque el hijo ha salido de la Comunidad y no ha regresado; sabemos que la tierra está llena del Espíritu Santo, la Virgen está llena del Espíritu Santo...
Digámoselo a la Virgen y ella hace milagros.
Pensemos en las personas que amamos, a quien hemos dejado en casa, en nuestros amigos, en nuestros enemigos, en los enfermos, en los pequeños, en los grandes, en los poderosos, en los humildes...no importa, ¡de tu Espíritu Señor está llena la tierra!
Cantando esta canción renovamos dentro de nosotros el don del Espíritu Santo por toda aquella gente que no está con nosotros, que no ha tenido la suerte de venir aquí. Todo se renueva en este momento.
 Demos la bienvenida a la Virgen, “Ave o Maria...”
Recordé enseguida lo que vimos anoche durante la Adoración Misionera:  al cantar “de tu Espíritu Señor está llena
la tierra”  es imposible  no pensar en el mundo, en los continentes.
Nuestras fraternidades, sus hijos que se encuentran en Europa, en Brasil, Perú, México...está llena la tierra del Espíritu Santo, por lo tanto estamos unidos, no estamos lejos uno del otro.
Existe la distancia física, pero son ellos mismos que nos escriben que la distancia física no es nada, no la sufren, porque están unidos a nosotros en aquel valor que es el Espíritu Santo, que es la alegría de vivir para donarse a sí  mismos; han tomado la propia vida en sus manos, sin hablar tanto porque no se necesitan palabras cuando se ama.
Entonces las personas que han tenido el coraje de partir y de donar, de regalar la vida, la inteligencia, el tiempo, el sufrimiento, el hambre, la sed, siempre con los niños, el sueño...¡porque duermen poco! Especialmente en Perú, donde tenemos los bebés, cuando llora uno lloran todos, ¡pobres chicas que están allí con un corazón grande como un continente, como el mundo!
¡Entonces “de tu Espíritu Señor está llena la tierra”!
Aquí están presente sólo algunos representantes de los chicos, cerca de 800 – 1000, porque todos los demás los hemos dejado en casa, ellos están viviendo una gracia tan grande que no necesitan nuestros mimos, nuestros sentimentalismos, nuestras historias, nuestra enfermedad, nuestros miedos... ¡arremanguémonos un poco más ! Hay gente que se lamenta y ni siquiera dona una uña, para todo se necesita interés...
¿Cómo se hace para vivir la vida que hemos recibido para amar? Jesús nos ha dicho: “ámense”. ¡No nos ha dicho que vayamos todos a conquistar el Everest!   Yo  ya hubiese quedado excluida por mis rodillas; en cambio ha dicho “ámense” porque ya ha puesto todo en la vida, en la sangre para que seamos capaces de amar y tengamos necesidad de amar, la tristeza viene cuando se hacen las cosas sin amor, sin dinamismo, sin gratitud, siempre en espera de una gratificación.
Somos hijos de Dios, de qué te sirve pedir limosna siempre... debemos perder la vida porque Jesús nos ha dicho: “Quien no pierde su vida...” quiere decir “quien no dona su vida...la perderá”!  si haces la elección de casarte, dona tu vida a tu marido, porque si la guardas para ti  serán  como “perro y gato”, no se puede estar juntos con el egoísmo.  El otro quiere tomar... pero el amor es darse a sí mismos, no tomar todo. Eres sólo lo que has dado a los demás, no puedes saber si tu mujer es “tu” mujer, si ella adhiere así abandonadamente.
Gracias a Dios hay esposas así y he encontrado muchas, que logran sonreír también con las lágrimas en el corazón, que sirven al marido con dignidad porque no es verdad que nos merecemos ciertas gentilezas a veces.
Pero la mujer es capaz de elegancia; lustra los zapatos a su marido aunque  ya le ha dicho mil veces que no ensucie con   barro  la cocina: “...Sácate los zapatos antes de entrar...ponte las pantuflas...”, ¡él no se acuerda ni siquiera, él ha entregado toda su vida menos el oído...! Pero la esposa tiene un corazón que obra, el amor que obra. Si el corazón no nos pone en comunicación con lo que hacemos, con lo que vivimos, todo es nada.
El Señor renueva y hace cosas nuevas todos los días, también hoy, desde las raíces, y no sólo las nuestras, sino también las de nuestros padres, abuelos y bisabuelos...
Hoy es el día de la primavera perenne, de esta creación nueva. Si somos capaces de ponernos a la escucha del corazón, de la mente y abandonarnos a la misericordia de Dios, apaguemos el cerebro y detengámonos aquí.
Son días de gracia,  de  perdón. No nos olvidemos de  decir al confesor también el rechazo que he tenido por una persona en un momento.
Hoy rezaremos por las personas que nos han hecho mal, que nos han juzgado, que nos han condenado.
Este es el momento del encuentro con la Misericordia de Dios, con la sangre de Jesús que te perdona, que te sana.

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