De la intuición del Espíritu Santo, a través de una mujer consagrada, Sor Elvira Petrozzi, nació en julio de 1983 la Comunidad Cenáculo como respuesta de la ternura de Dios Padre, al grito de desesperación de muchos jóvenes cansados, desilusionados, desesperados, adictos a las drogas y personas en general, que buscaban la alegría y el sentido verdadero de la vida. Actualmente colaboran con la Comunidad, voluntarios, consagrados y familias que viven y operan a tiempo completo y en total gratuidad al servicio de esta obra. La “Casa Madre” de la Comunidad se encuentra sobre la colina de Saluzzo, una ciudad en la provincia de Cúneo (Piemonte), en el noroeste de Italia. Desde ese año, han nacido numerosas Fraternidades del Cenáculo: actualmente son 56 en Italia y en el resto del mundo. En los lugares donde la Providencia nos guía, deseamos ser una pequeña luz en las tinieblas, un signo de esperanza, un testimonio vivo de que la muerte no tiene la última palabra. A aquellos que llaman a las puertas de la Comunidad, se les propone un estilo de vida simple, familiar, el descubrimiento del trabajo vivido como un Don de Dios, de la amistad verdadera y de la fe en la Palabra de Dios, hecha carne en Jesucristo, muerto y resucitado por nosotros. Creemos que la vida cristiana, en su plenitud, es la respuesta verdadera a cada inquietud del hombre, y que nadie más de Aquel que lo ha creado, Dios Padre, está en grado de reconstruir los corazones confundidos y perdidos en una vida sin sentido. Nuestra fuerza quiere ser el Amor, aquel Amor que nace de la cruz de Cristo y que da vida a los muertos, libertad a los prisioneros y vista a los ciegos. Somos nosotros los primeros en sorprendernos de aquello que el Señor está obrando delante de nuestros ojos y en agradecerle porque nos hace espectadores cotidianos de su Resurrección, como resultado de la cual cada día vemos la vida sonreír en los rostros de quienes habían perdido toda esperanza.
Nuestra historia en foto
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