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Domingo 15

Domingo 15 de julio
Homilía - Monseñor Giuseppe Guerrini
En el Evangelio de hoy escuchamos: “Jesús  llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros.” Todo parte de allí.  Es cierto que después será el envío definitivo antes de la ascensión, que  habrá un Pentecostés especial, pero todo comienza allí.  Nosotros celebramos la Fiesta de la Vida y esta ordenación presbiteral de  P. Michel y P. Eugenio sólo porque  los Doce comenzaron a anunciar, a comunicar la extraordinaria experiencia que tuvieron, ese encuentro que había  trastornado sus vidas. En esta dirección la Palabra de Dios proclamada nos ofrece elementos de meditación que quisiera encerrar en cinco palabras  clave.

La primera palabra es “fe”. En la base debe haber una  experiencia fuerte. La escuchamos en el caso de estos dos hermanos que se ordenarán, pero es un poco la vida de todos, como en el caso de Amos. “No soy un profeta de oficio, no hago esto para ganarme la vida, el Señor me tomó, me llamó mientras estaba con el rebaño, el Señor me dijo: Ve y profetiza a mi  pueblo de Israel.” Tiene que haber un encuentro entre mi vida concreta, mis aspiraciones, mis necesidades, mi sensibilidad y Su vida concreta, Su Palabra, Su Espíritu.  Un encuentro percibido como definitivo, luminoso, sanador.  El envío de los Doce en esta página del Evangelio viene  en seguida después de lo que escuchamos el domingo pasado,  el recibimiento frío por parte de sus parientes y  vecinos: “¿De dónde saca todo esto?. . . y Jesús era para ellos un motivo de tropiezo.”  Puedo ver en Él al Salvador, pero también puedo pasar a su lado sin sentirme involucrado. Entonces, en la base hay una experiencia de fe: creo, estoy, me convence. Es la experiencia de fondo de la vida cristiana, es lo que sostiene esta Comunidad Cenacolo.  Y ustedes, Michel y Eugenio, están acá porque hicieron esa experiencia, porque dijeron: “Sí creo, estoy, me convence, pongo mi vida al servicio de esta fe, de esta experiencia.”

Segunda palabra. Es un testimonio que está basado no en la fuerza de los medios ni en la capacidad organizativa, sino en la fuerza del anuncio: “Les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan, ni alforja ni dinero.”  El domingo pasado en  la segunda lectura, la carta de San Pablo nos presentó  la razón profunda de estas palabras: “Te basta mi gracia”.  El resto es lo de menos, el resto no cuenta. Es la fe vivida en la pobreza, en la sobriedad, en la esencialidad. “Pobreza” significa buscar lo que cuenta, lo que permanece, lo esencial, porque es Él quien sana, Él quien nos abre a la esperanza, Él nos abre el corazón al amor. Entonces,  nuestro ministerio, como el de toda la Iglesia, debe ser un ministerio basado en la convicción de que no es nuestra iniciativa, nuestra inteligencia, nuestra capacidad organizativa la que cuenta, sino Su don, la fuerza de su Palabra, la fuerza de la fe.

Esta fe en el Señor siempre tiene una dimensión comunitaria: “Los envío de dos en dos”. No es la iniciativa de uno solo es siempre de comunión, de compartir, de hermandad; no somos exploradores solitarios, nunca estamos solos. Entonces, la tercera palabra clave es “comunidad”, que para nosotros es la comunidad de la Iglesia. No se trata solamente  de una comunidad reunida en torno  a valores compartidos, a sostenerse mutuamente, a caminar juntos, que es importante, pero lo que nos califica es ser llamados por el Señor, es Su presencia en medio nuestro, es la experiencia convocante.  La llamamos Iglesia, experiencia de Iglesia, una comunidad convocada por Dios.  El rito de la ordenación sacerdotal subraya especialmente esta dimensión eclesial. Padre Michel y Padre Eugenio están al servicio de  la comunidad cristiana, unidos al Obispo de esta Iglesia de Saluzzo, como a los Obispos de todas las Iglesias en las  que prestarán servicio, el servicio de la Palabra y los Sacramentos.  Este tejido de comunión es constitutivo de la trama : el hilo de la fe, de la disponibilidad, de la pobreza, del servicio, de la obediencia.  Este  entramado de hilos  debe ser la base de sus vidas.

Y todo esto lo digo con una cuarta palabra que  vemos  en el pasaje de la Carta a los Efesios de san Pablo. Es una palabra espléndida de nuestro vocabulario cristiano:  la palabra “gracia”.  Todo esto es un don gratuito, en el himno de San Pablo  se dice con una gran riqueza de imágenes  que todo es gracia porque todo entra en el proyecto de Dios: “nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes espirituales en el Cielo, y nos ha elegido en él. . . nos predestinó”  nos destinó desde siempre a ser su hijos adoptivos “según la riqueza de su gracia que Dios derramó sobre nosotros dándonos toda sabiduría y entendimiento para reunir todo bajo un solo jefe, que es Cristo.” Ese es el sentido de  vuestro ministerio, el sentido de la Iglesia , el sentido de cada vida cristiana:  conducir nuestra vida hacia Cristo jefe, encontrar en él, en Cristo Señor, el sentido de la vida, la plenitud de nuestra libertad. Es una perspectiva exaltante, que no es solo un augurio sino que ya tenemos una señal   por los dones del Espíritu, es gracia que ya recibimos en el bautismo, en la Confirmación, en la Eucaristía y en los otros Sacramentos.  Es la gracia que recibirán ahora Michel y Eugenio por la imposición de manos y la oración. Rezaré así por ustedes: “Infunde la bendición del Espíritu Santo  y la potencia de la gracia sacerdotal sobre estos hijos tuyos. Te los presentamos a Ti, Dios de Misericordia, para que sean consagrados y reciban la  insuperable riqueza de tu don. “  Ser sacerdotes es ante todo don, regalo, gracia. Cierto, también es una tarea, un servicio, un ministerio, pero primero es gracia y solo desde esta perspectiva se vence la tentación del auto referimiento, de la presunción, de la soberbia.

La última palabra que quiero resaltar es el lema de esta Fiesta de la Vida: “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos.” La palabra “amor” es una palabra comprometedora, hoy quizá un poco  desgastada por el uso, pero es el centro, el motor de todo. Cada vez que celebramos la Eucaristía expresamos esta certeza: “Este es mi cuerpo, ofrecido en sacrificio por ustedes, este es el cáliz de mi sangre, derramada por  ustedes y por todos, hagan esto en memoria mía.”  Michel y Eugenio serán llamados a  decir, a celebrar este amor que da todo, a testimoniar la amistad, la “divina ternura” a la que me refería antes, la ternura, la amistad de un Dios que no nos deja solos.  Nuestra oración es que este amor que celebrarán en la Eucaristía, que anunciarán, que testimoniarán, contagie sus vidas, los haga ministros de la ternura de Dios.

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