Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI para la Cuaresma 2011
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Cuando, en el quinto domingo, se proclama la resurrección de Lázaro, nos encontramos frente al misterio último de nuestra existencia: «Yo soy la resurrección y la vida... ¿Crees esto?» (Jn 11, 25-26). Para la comunidad cristiana es el momento de volver a poner con sinceridad, junto con Marta, toda la esperanza en Jesús de Nazaret: «Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo» (v. 27).
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Desde nuestra Comunidad...
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Pero hoy Jesús se conmueve, llora: es el amor de Dios que llora por el hombre, por su amigo muerto. Jesús nos revela la humanidad de Dios. Dios nos ama tanto como para llorar por nuestra muerte como nosotros lloraríamos por la muerte de un amigo, de una amiga, de la madre, de un padre, de una hermana, de un hijo. Jesús llora por su amigo Lázaro muerto, llora por esa familia que sufre, llora por cada hombre en quien la muerte maltrata el gran don de Dios que es la vida. Pero el amor de Dios no se detiene en el llanto, da un paso más: ¡esta es nuestra esperanza!
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