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Domingo 18

S.E.R. Card. Christoph Schönborn
Catequesis

¡Sea alabado Jesucristo!

         Estamos aquí esta mañana para escuchar el Evangelio, escuchar a Jesús que nos habla en la Palabra del Evangelio, en sus gestos y a través de Su obrar en nosotros. Jesús nos habla en el corazón, nos habla por medio del Espíritu Santo y por eso quisiera entrar con ustedes en su  escuela, que es la más bella escuela.

         Esta mañana meditaremos dos textos. Uno, que todos lo conocen, cada uno a su modo,  es el del primer encuentro con Jesús; para eso  meditaremos el pasaje en que San Juan, cuando ya es  anciano, al final de su vida ,  escribe su Evangelio  y recuerda el momento de su primer encuentro con Jesús. El segundo texto que deseo meditar con ustedes es el del Cenacolo, el gran lugar de la gracia, donde sucedieron tantas cosas, pero también el momento de la escuela de Jesús sobre nuestra debilidad.

         Comencemos con San Juan, capítulo primero.

¿Cómo fueron llamados los primeros apóstoles de Jesús? Dice Juan el evangelista: “Al día siguiente, estaba Juan (Bautista) otra vez allí con dos de sus discípulos y, mirando a Jesús que pasaba, dijo: ‘Este es el Cordero de Dios’. Los dos discípulos, al oírlo hablar así, siguieron a Jesús. Él se dio vuelta y, viendo que lo seguían, les preguntó: ‘¿Qué quieren?’  Ellos le respondieron: ‘Rabbí –que traducido significa Maestro - ¿dónde vives?’ ‘Vengan y lo verán’, les dijo. Fueron, vieron donde vivía y se quedaron con él ese día. Era alrededor de las cuatro de la tarde.”

         Este pequeño pasaje para mí es el ingreso en el camino del discipulado de Jesús: tenemos el llamado en el lago de Galilea en los otros Evangelios, pero este es el primero,  el primerísimo encuentro. Juan y Andrés eran discípulos de Juan Bautista y al ver cómo hablaba Juan  de Jesús, con esas palabras misteriosas aunque hoy para nosotros sean familiares porque las escuchamos en la Misa todos los días: “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.”  Los dos quedaron sorprendidos: “. . . el Cordero de Dios, ¿qué querrá decir?. . . ¿Quién es este hombre que se hace bautizar por Juan y del que se dicen cosas misteriosas…?

Fue así que Andrés y Juan siguieron a Jesús: No le pidieron permiso para partir  a Juan Bautista, lo hicieron. A menudo no pedimos permiso, hacemos lo que tenemos en el corazón; cierto que no son siempre buenas ideas, pero en este caso sí era una buena idea: ¡seguir a Jesús!  Él siente que alguien viene detrás, se da vuelta y hace una pregunta simple: “¿Qué quieren? ¿Qué buscan?”  Creo que esta palabra en la memoria de Juan fue adquiriendo más sentido hacia el final de su vida, repensando todo el largo  recorrido  de su existencia; el camino hecho, al principio con Jesús, y luego con Su Madre María, a la que llevó con él  hasta el final de Su vida . . .  esta palabra, “¿Qué buscan? ¿Qué quieren?”, esta primera palabra que Jesús nos dice a cada uno de nosotros: “¿Qué buscas? ¿Cuál es el verdadero deseo de tu corazón, de tu vida? ¿Qué buscas en la vida?” La respuesta de los primeros apóstoles fue muy sencilla: “¿Dónde vives?”  Cohibidos por la pregunta de Jesús, no saben qué  decir y le preguntan: “¿Cuál es tu dirección?”, hoy diríamos “¿Cuál es tu número de celular? ¿Cuál es tu email?  Pregunta simple, y Él también da una respuesta elemental, la que todos conocemos y que todos experimentamos: “Vengan y lo verán.”  No hace un gran discurso, sólo dice “Vengan y verán.”

         “Fueron, vieron donde vivía y se quedaron con Él ese día. Era alrededor de las cuatro de la tarde.”  Juan, viejo, recuerda exactamente la hora, fue un momento tan precioso que jamás se podría olvidar.  También nosotros vinimos y vimos dónde habita y nos quedamos, nos quedamos gracias a Él, nos quedamos con Él. Yo recuerdo el día, el momento, el lugar donde estaba cuando  sentí por primera vez mi vocación sacerdotal, el momento en que tuve  por primera vez en el corazón el deseo de ser sacerdote: tenía once años. Todavía veo el aula, el profesor que era un sacerdote bueno, un muy buen profesor de religión y nos hablaba del sacerdocio. Recuerdo aún el lugar donde estaba sentado. Luego vinieron muchos otros momentos, pero este primero permanece en mi memoria.

         Entonces, lo que pasó en  esas primeras horas, visto que ese día permanecieron con Él, todo el día. Si eran las cuatro de la tarde, significa que  se quedaron  con él toda la noche hasta el día siguiente. ¿De qué habló Jesús con ellos?   Para mí es impresionante que Juan no dice ni una palabra; en cambio dice tanto de lo que Jesús dijo en el Cenáculo: cuatro capítulos de su Evangelio después del lavatorio de los  pies; pero del comienzo, nada. Creo que Juan quería mantener el secreto, “su secreto” con Jesús. Creo que lo que Jesús le dijo en ese primer encuentro, quedó para él. A menudo  debo contar sobre mi vocación sacerdotal, cuando visito escuelas, me preguntan: “¿Cómo te hiciste sacerdote?”. . .y debo contar mi historia. . .pero lo secreto del corazón, lo que pasó entre Jesús y yo, entre Jesús y cada uno de ustedes, queda como el “secreto del Rey” como dice el libro de Tobías, y este secreto no se  traiciona, permanece  nuestro.

 ¡Pero se ven los efectos!  El día después “Uno  de los dos que oyeron las palabras de Juan y siguieron a Jesús era Andrés, hermano de Simón Pedro. Al primero que encontró fue a su propio hermano Simón, y le dijo: ‘Hemos encontrado al Mesías’, que traducido significa ‘Cristo’. Entonces lo llevó adonde estaba Jesús.” Lo que Jesús habló con ellos sigue secreto, pero el efecto lo vemos, supo que era el Mesías. Y lo primero que hace es la misión: va  donde está su hermano y le dice: ‘¡Lo encontramos, encontramos lo que hace tanto que estábamos esperando, lo que todos esperábamos!’ y lo conduce a Jesús.  Esta pequeña frase es la primera expresión de la misión; la misión no se hace con teorías, se hace uno a uno: llevas a tu hermana, a tu hermano a la misión. La obra más bella que llega a nuestra vida: conducir a alguien a Jesús.

         Vuelvo al comienzo de este encuentro: “¿Dónde  estás, Dónde vives?” pienso que en esta pregunta el viejo Juan veía mucho más de lo que entendía al principio, cuando, un poco embarazado,  respondió: “¿Dónde vives?”  Juan, en su vejez sabía que detrás de esta pregunta hay algo más profundo: en el Evangelio de Juan siempre encontramos un nivel práctico, elemental, cotidiano, en el que se revela algo más profundo: “¿Qué quieren?” es una pregunta simple, pero que revela algo más profundo.  “¿Qué quieren?” . . “¿Dónde vives?” Pienso que Juan en su vejez vio en su pregunta de joven  algo mucho más profundo: “¿Jesús, dónde estás? ¿Dónde  está  tu corazón? ¿Dónde vives?”  Jesús había dicho: “Los pájaros del cielo tienen sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza. . .soy pobre, peregrino en esta tierra, mi morada es el Padre. Es allí dónde habito.” ¡Pienso que  viendo a Jesús rezar horas enteras, a veces toda la noche en oración, ellos habrán encontrado dónde  vive, cuál es Su lugar, el lugar de Su Corazón, “habitar” en el Padre!

|        Nuestra verdadera morada, nuestra casa, hacia la que vamos, es la  Casa del Padre, el Corazón del Padre. En el Corazón del Padre tenemos nuestra morada. Es allí donde vive Jesús.

         ¡Sé que a menudo ustedes rezan  por la noche, y los admiro por esto! Cuando yo era un joven dominico, una vez  tuve la idea de pasar la noche en oración  en un  pequeño monte  atrás del convento. Fui al monte y comencé a rezar; hacía frío y había muchos ruidos a la noche, me dio miedo y cansancio. . . al final, a las dos de la mañana volví al convento a dormir.  Al día siguiente celebré la Misa de 6 a las hermanas y el Evangelio  del día era: “Jesús pasaba toda la noche en oración.” ¡Cuánto debemos aprender todavía!

 

         Pasemos ahora al final de la vida pública de Jesús, a ese lugar sagrado que le dio el nombre a esta Comunidad: el Cenaculo.

Les propongo meditar el capítulo  veintidós de San Lucas.

         El Evangelio de Lucas tiene algunos pasajes que no se encuentran en los otros: la parábola del “Buen Samaritano”; “El Hijo Pródigo”, “Saqueo”, también  es el Evangelio de la Infancia: todo lo que sabemos sobre la Anunciación, etc. . . . Era muy amigo de San Pablo, pero también, lo dice la tradición, de María, y ciertamente escuchó directamente de Ella lo que transmite de la Infancia de Jesús.

Vamos ahora al Cenáculo. Dice Jesús: (Lc 22) “He deseado ardientemente  comer esta  pascua con ustedes antes de mi Pasión, porque les aseguro que ya no la comeré más hasta que llegue a su pleno cumplimiento en el Reino de Dios.”  ¡Qué gran deseo de Jesús de estar con nosotros en el Cenáculo, de comer con nosotros  la Pascua! Los Doce con Jesús hacen el rito de la Pascua hebrea, que comienza  con el rito del pan. La fracción del pan, la bendición del pan es una hermosa oración que  los cristianos decimos en la Misa  Baruk atá Adonai. . .” “Bendito sea Dios Padre, creador  del universo, de tus manos recibimos este pan, fruto de la tierra y del trabajo del hombre; te lo presentamos para que sea para nosotros el pan de vida”. Es la oración hebrea  de bendición de la comida, especialmente para el banquete pascual.

         “Tomó el pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo: ‘Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía.’”

         Jesús le da un nuevo significado a este gesto;  al finalizar la cena alzó el cáliz  diciendo: “Esta copa es la Nueva Alianza sellada con mi  Sangre, que se derrama por ustedes.”

         Ahora, atención, porque en este momento así de sagrado, único, Jesús anuncia la traición, lo vimos ayer en el recital “Creo”. “La mano del traidor está sobre la mesa, junto a mí. Porque el Hijo del hombre va por el camino que le ha sido señalado, pero ¡ay de aquel que lo va a entregar!”  Ellos se preguntaban quién sería. Con los seminaristas, vimos en Milán  “La última Cena”, de Leonardo, en el convento dominicano; el superior me explicó que el cuadro pinta  justo el momento en que Jesús anuncia  la traición.  Jesús esta representado con las manos abiertas, en gesto de ofrecimiento y los apóstoles, en grupos de tres, discuten entre ellos. Están desesperados y  se nota su agitación y la pregunta que se hacen: “¿ Quién podrá ser?

         Aquí Lucas nos pone una terrible enseñanza: justo en ese momento, luego de la Institución de la Eucaristía,  el más sagrado que vivieron los apóstoles,  inmediatamente después del anuncio de las negaciones. . .¿qué hacen? Nace una discusión sobre quién es el más importante. Imagínense. . .que suceda eso en el Cenacolo, discutir sobre quién es el más fuerte, el más inteligente,  el que tiene más prestigio. . . ¡Qué vergüenza!  Lucas pone esta escena en el lugar donde Jesús se nos entrega .

         Pero Jesús no  les “pega”, sino que les dice: “Los reyes de las naciones dominan sobre ellas, y los que ejercen el poder sobre el pueblo se hacen llamar bienhechores. Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que es más grande, que se comporte como el menor, y el que gobierna como un servidor. Porque ¿quién es más grande, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es acaso el que está a la mesa? Y sin embargo, yo estoy entre ustedes como el que sirve.” Lo que Juan  describe con  el “lavatorio de los pies”, Lucas lo dice con estas palabras de Jesús sobre la importancia del servicio.  Luego viene una Palabra  de gran alcance, con grandes consecuencias: en medio de la pelea de los discípulos, de este ridículo juego de ambiciones, que también nosotros hacemos cada día. “. . .¿quién es el más grande. . .?” Jesús no les responde con una paliza sino con una Palabra de gran confianza: “Ustedes son los que han permanecido siempre conmigo en medio de mis pruebas.” ¡Dice esto sabiendo que en una hora todos habrán huido, abandonándolo!  Es como si Jesús viera en ellos, en nosotros, la buena voluntad, el deseo de permanecer fieles; no ve las traiciones, nuestras culpas, sino que ve: “Ustedes son los que permanecieron siempre conmigo en medio de mis pruebas.”  Y sigue con otra Palabra de confianza: “Por eso yo les confiero la realeza, como mi Padre me la confirió a mí.  En griego la palabra “paratitemi” significa “les doy en herencia el Reino, los instituyo herederos del reino” .  “Paratitemi” es  la disposición que hace de una persona, un heredero. Jesús nos hace herederos, dispone  Su Reino para nosotros  como el Padre lo dispuso para Él.  Observen cuánta confianza tiene Jesús en nosotros: pone el Reino de Dios en nuestras manos.

         Luego viene el anuncio a Simón:”Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido poder para zarandearlos como el trigo”. . .antes se zarandeaba el grano, ahora la Iglesia  está tan “batida”, tan zarandeada, como los apóstoles aquella noche.

         Pero luego Jesús dice una Palabra que es como una roca que jamás será destruida, sobre la que se puede construir la casa de nuestra vida: “. . .pero yo he rogado por ti, para que no te falte la fe.” ¡Sobre esta roca  se construye estable la Iglesia!

         “Y tú, después que hayas vuelto, confirma a tus hermanos.”  Es lo que hace el Papa desde hace dos mil años: “Confirma a tus hermanos”.  Me dio gran alegría cuando vi la foto de Madre Elvira con el  Papa Benedicto: la sonrisa  de nuestro pontífice al saludar  en Madre Elvira a todos ustedes. Tengamos confianza en la bondad del Papa.

         El recuerdo del Cenaculo de san Lucas no termina ahí, hay dos  bellas cosas  más, tristes pero bellas.  “Señor, le dijo Pedro, estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel y a la muerte.” Jesús le responde: “” Yo te aseguro, Pedro, que hoy, antes que cante el gallo, habrás negado tres veces que me conoces.” Ayer vimos este momento terrible en el que Pedro dice  “No conozco este hombre, nunca estuve con Él…” ¡Y cómo lloraba! Dieron una bella interpretación, que María estaba allí para consolar a Pedro. Pero hay algo cierto:  La mirada de Jesús, que sólo la cuenta Lucas, cuando Jesús se da vuelta y lo mira.  Esta mirada jamás, jamás podrá ser  quitada de nuestro corazón luego de encontrarla. Esta mirada de Jesús sana todas las heridas. “Cuando los envié sin bolsa ni alforja, ni sandalias, ¿les faltó alguna cosa? Nada, respondieron ellos.” Esta es la experiencia de la Comunidad Cenacolo: ¡no faltó nada! Aunque a veces falte el café… ¡no falta nada! ¡Porque siempre hubo fe, caridad, siempre estuvo y está Jesús!

         Termino con esta Palabra un poco misteriosa que provocó muchas interpretaciones en la historia de la Iglesia: “Él agregó: Pero ahora el que tenga una bolsa, que la lleve; el que tenga una alforja, que la lleve también; y el que no tenga espada, que venda su manto para comprar una. Porque les aseguro que debe cumplirse en mí esta Palabra de la Escritura: Fue contado entre los malhechores. Ya llega a su fin todo lo que se refiere a mí. Señor, le dijeron, aquí hay dos espadas. Él les respondió: Basta.” ¿Qué significa esta Palabra?

         La interpretación más justa es que Jesús con ese “Basta” dice que dos espadas no sirven para nada, que no lo pueden defender. ¡Luego de esto, Jesús se deja arrestar, sin defenderse!

 

         Terminemos con una Palabra importante: el Evangelio es el Libro de la Verdad, la Biblia es el libro de la Verdad. En la historia de la humanidad no hay otro libro que sea tan  sincero, tan auténtico como la Biblia, como los Evangelios: están contados todos los errores de los apóstoles. Si hubieran querido dar una imagen limpia, cuidada de su comunidad, no habrían escrito el Evangelio.

         El Evangelio es auténtico porque es el testimonio de nuestros pecados, de nuestros errores, de nuestras debilidades, y por eso mismo es  el testimonio de la gran confianza que Jesús nos tiene, ¡a nosotros, pobres pecadores, sus amigos!

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