Quien encuentra un amigo encuentra un tesoro
Celebrando los 25° años del nacimiento del Cenacolo, es la ocasión para entrevistar a algunos amigos particularmente significativos en nuestro camino. Escuchemos a S.E.R. Mons. Robert Baker, a quien la Providencia de Dios ha elegido para hacernos alcanzar tierra americana.
ENTREVISTA A S.E.R. MONS. ROBERT BAKER, OBISPO DE BIRMINGHAM - USA
¿Cómo conoció la Comunidad y qué le tocó más del método propuesto por Madre Elvira?
Estaba en Italia como sacerdote, en Roma, estudiando en el Angelicum, y me presentaron a un sacerdote americano, Mons. Anthony La Femina, miembro del Consejo para la Familia, que había hecho un estudio y estaba preparando un documento titulado “De la desesperación a la esperanza”, sobre la tóxico-dependencia y la vida familiar. Él había conocido muchos responsables de la Iglesia italiana relacionados con diversas iniciativas para ayudar a drogadictos. Me aconsejó contactarme con sor Elvira Petrozzi: era el año 1992. Lo hice, y participé con ella en un encuentro de las familias del Cenacolo en la zona de Roma, y allí me invitó a venir a Saluzzo.
En esa oportunidad aprecié mucho la hospitalidad de Madre Elvira, aprendí algo sobre la Comunidad y le pedí enviar representantes del Cenacolo para ayudarnos en Estados Unidos, porque me parecía que la Iglesia Católica en América no utilizaba a pleno sus recursos para ayudar a las personas que sufrían de dependencias: en nuestro pueblo, los Bautistas y otras Iglesias se valen mucho de la Biblia, mientras que los católicos no recurrimos lo suficiente a la riqueza de los sacramentos y de la devoción a la Virgen. Sentía que María estaba tratando de llegar a las personas que sufrían, para llevar esa gente a Jesús, para ayudarlos a sanar.
Por lo tanto, estaba en esta búsqueda, y no había otra comunidad en el mundo que hiciera el tipo de propuesta que hacía Madre Elvira: Eucaristía y María. Me parecía que era la combinación vencedora para lograr el éxito en un camino de sanación para personas que luchan contra cualquier tipo de pobreza.
Estaba realmente entusiasmado con la perspectiva de llevar la Comunidad Cenacolo a los Estados Unidos. Los primeros dos jóvenes que llegaron, en 1993, fueron Franco y Massimo, y prepararon el camino para otros siete chicos que Madre Elvira eligió como primer grupo en los Estados Unidos.
Cuando usted encontró la Comunidad, como sacerdote, el Cenacolo no tenía casas lejos de Italia. ¿Qué vio en la Comunidad que le pareció importante para los jóvenes de los Estados Unidos?
Como estaba estudiando en Italia, conocía un poco el italiano, lo suficiente para comprender el sentido de lo que Madre Elvira estaba tratando de hacer y el modo en el que se estaba moviendo. Había una serie de cosas interesantes en la Comunidad, además de la Eucaristía y de la devoción a María. La disciplina, por ejemplo, era una cosa importante: los americanos tienen necesidad de un estilo de vida riguroso. Sentí también que había elementos hermosos de la cultura italiana de los que los americanos podían beneficiarse.
Pude apreciar en la vida de oración el principal instrumento para la sanación y también otras cosas, aunque difíciles, sobretodo la duración del camino propuesto. Creo que la cultura europea tiene más sentido de la tradición y sabe que los cambios requieren tiempo. Los americanos no están acostumbrados a tal mentalidad, por eso sabía que sería una dificultad, un obstáculo pesado. De la Comunidad aprendí también el significado de la Divina Providencia y podría contarles como fue una experiencia de bendición para mí, primero como sacerdote y luego como Obispo ahora.
Pero en aquel momento no comprendí del todo la importancia que tenía para Madre Elvira tal propuesta: fiarse totalmente de Dios, confiando en Él para el sostenimiento de la Comunidad. Mi idea era sobretodo que los chicos se auto financien administrando un vivero de plantas decorativas: ¡ya había pedido y obtenido un permiso para hacerlo! Una vez más pensaba como americano y como párroco, acostumbrado a encontrar a mi modo algo concreto para sacar adelante una parroquia. Cuando compartí mi proyecto con los primeros chicos, Massimo me dijo: “Sor Elvira no te lo dejará hacer, ella no nos dará permiso para hacer una actividad comercial, manejando dinero”. Le dije: “¡Bien! ¿Y cómo se piensa sostener la Comunidad sin dinero?”. Él me respondió: “¡Divina Providencia, padre!”. Y le dije: “¿Qué significa eso?”. Y él dijo: “¡Lo descubrirás!”
¡ Y lo descubrí! Y fue otra dimensión que ahora veo como fundamental, una gran intuición profética que Madre Elvira tuvo desde el principio.
Los primeros años de la Comunidad en Florida fueron difíciles, parecía que los jóvenes americanos no aguantaban perseverar en este camino.
¿Qué le dio la fuerza para continuar creyendo no obstante las dificultades vividas?
Debo decir que la fuerza la encontré justamente en los jóvenes misioneros, en los italianos que perseveraban, confiando en Madre Elvira, compartiendo con ella el deseo de dar una mano al pueblo americano y siendo pacientes con nosotros.
Hemos visto la lucha de los siete chicos que abrieron la casa, el esfuerzo por ayudar a los americanos a permanecer en la Comunidad, y, para ser honesto, veo que esta dificultad persiste todavía hoy. En la mentalidad americana cuando se llega a un año de camino es difícil seguir más, porque en nuestra cultura pensamos sólo en el futuro, en cómo sentirnos realizados, en cómo triunfar. Para los chicos significa un cambio total de perspectiva: ¡del triunfar en la vida al construirse una vida nueva dentro! La razón por la que entraron en el mundo de la droga era justamente por haber estado siempre bajo presión para triunfar en su vida, pero no hubo nunca un sostén, alguna ayuda verdadera para construirse una vida adentro… Y son dos cosas bien distintas: éste fue el gran obstáculo inicial para los americanos, porque estamos acostumbrados a tener todo y ya, sin esperar.
También yo tuve que “convertirme” a esta escuela de vida, porque tenía la misma perspectiva americana, me preguntaba cómo harían para mantener una familia al salir y todo el resto… Así aprendí de Madre Elvira a no pensar en tiempos demasiado estrechos, con el apuro, con el ansia, con los miedos del mundo. Debo decir que nos metimos todos en camino y que fueron necesarios al menos cinco años para mover nuestra cultura americana. Nuestro propósito es el de ayudar a nuestros jóvenes a entender que el cambio no viene así, en una noche, ni en tres años de camino en Comunidad, sino que es un proyecto de vida en el que Dios trabaja en nosotros cada día y para siempre.
Por eso agradezco a los primeros misioneros, que se quedaron pacientemente, no obstante el sufrimiento de ver a los chicos entrar y salir en seguida, esperando que poco a poco algunos comenzaran a entender y a apreciar lo que les proponían.
Hoy la Comunidad en los Estados Unidos ha crecido, tiene tres fraternidades, muchos jóvenes están en camino y también numerosas familias están convirtiéndose a Dios. ¿Qué comprueba viendo esto?
Mi sensación es que aquí en los Estados Unidos ya tenemos las bases, los fundamentos , espero que todas las personas que pasaron por la Comunidad continúen el camino de fe con el Señor todos los días. También querría encontrar la forma de llevar la Comunidad a otro lugar, a otros pueblos y estoy pidiéndoles a muchas personas que recen para que seamos capaces de ver la luz del Señor.Me gustaría también que nosotros en la diócesis de Birmingham pudiésemos tener, con la aprobación de Madre Elvira, la bendición de una Comunidad. ¡Es mi gran esperanza! Tengo una particular devoción a la Virgen bajo el título de Nuestra Señora de la Alegre Esperanza, y estoy rezando cotidianamente por esta intención.
Estuvo presente en la Fiesta de la Vida para celebrar con nosotros el vigésimoquinto aniversario junto con muchos jóvenes y familias americanas, ¿por qué?
Quería agradecer a Madre Elvira por todo el bien que ha hecho la Comunidad en América y en el mundo. La Fiesta de la Vida fue un evento en verdad especial de oración y de alegría, decidí aceptar la invitación porque el XXV aniversario de fundación es algo histórico de lo que deseaba participar.
Estaba contento por tener la oportunidad de celebrar la Misa en tres ocasiones, dos veces junto a don Stéfano y una vez con Mons. Giovanni D´Ercole, y además, después de la Fiesta, en la Casa de Formación de Pagno también con el hermano Máximo, uno de los primeros amigos que conocí hace 16 años… fue un poco como encontrarnos entre “viejos amigos”. Me llevo en el corazón también la última Misa celebrada juntos en la simplicidad, que fue conmovedora. En Italia fui recibido realmente con mucha atención y lo agradezco.
El gran motivo por el que vine fue el de dar gracias por todos estos años de haber compartido vida y amor, para dar gracias junto a muchas personas de culturas diferentes, entre las cuales estaba muy feliz de que hubiese también muchas familias y jóvenes americanos.
¿Qué vivió en su corazón en esos días?
Principalmente estaba orgulloso de ver que nuestros jóvenes americanos estaban bien y eran parte viva de la Fiesta; me hizo feliz ver muchas de sus familias llegadas para festejar y que después continuaron con una peregrinación a Lourdes, una maravillosa experiencia de fe.
La noche de la vigilia eucarística, en la que recordamos delante a la Eucaristía los veinticinco años, fue la más conmovedora. En particular me conmovió cuando le entregaron a Madre Elvira la imagen restaurada de la Virgen que la había “recibido” sobre la puerta de la Casa Madre, el día en que la Comunidad estaba naciendo. Después la procesión con velas y los testimonios hechos delante al Santísimo Sacramento… me conmoví mucho interiormente. También compartí muchas cosas personales, y momentos de escucha en los que sentí una profunda riqueza para mi camino espiritual. Podría decir que todo lo que viví durante la Fiesta fue para mí como un retiro espiritual concentrado, un gran acontecimiento: fue para mí una experiencia de fe y de conversión.
Vi el entusiasmo de muchos jóvenes que volvieron en ocasión del XXV aniversario de la Comunidad para agradecer a Madre Elvira y a muchas otras personas, encontré chicos que conocí en Florida en Comunidad y que ahora están casados, con hijos, y vuelven a agradecer junto con sus padres: son testimonios concretos en los que se ven los frutos de la vida cambiada en la fe, y espero que esto pueda suceder cada vez más en los Estados Unidos.
También como Obispo continúa sosteniéndonos y preocupándose por nosotros. ¿Qué representó para usted en su vida de fe el encuentro con la Comunidad?
Como ya dije antes, también yo tuve un cambio de perspectiva en mi vida cristiana, que tuvo una gran influencia sobre mí: me ayudó a ser más paciente, a concentrarme en las cosas importantes de la vida y a no estar preocupado por el éxito del momento o pensar que yo soy el rostro de la Iglesia. Me enseñó a recurrir a Dios, me transmitió la confianza en Él, la fidelidad a una vida de oración y la devoción fiel a la Eucaristía y a la Virgen María, haciendo que se conviertan en el centro de mi vida.
La vida donada al que lucha con la desesperación me tocó como sacerdote y como Obispo, la confianza plena en la Divina Providencia, la educación en no dar todo y ya, en hacernos cargo de nuestra responsabilidad poniendo a Dios en el primer lugar.
Espero que un día se pueda ver nacer otra casa en Birmingham donde podremos difundir este mensaje en nuestra diócesis, y a través de EWTN, la televisión católica de Madre Angélica, que ahora está en “mi corral”, en mi diócesis, y querría que anunciase al mundo la esperanza de renacer para muchos jóvenes.
Querría llegar al mayor número de personas que están luchando para decirles que hay esperanza para todos, pero que también tiene un precio la esperanza, y es nuestra apertura a la gracia de Dios y nuestro propósito de permitir a Dios trabajar bien en nosotros.
Queridísimo “Obispo Baker”, gracias porque en tu deseo de donar a los jóvenes americanos no cualquier propuesta de recuperación, sino la esperanza que nace de la vida cristiana, te hizo encontrar años atrás a la Comunidad. Tu creer en nosotros nos hizo dar un “salto” de fe para llegar a los Estados Unidos. Hoy podemos contemplar juntos la bondad de la semilla que Dios puso en tu corazón… ¡Gracias porque como entonces, todavía hoy eres para nosotros un amigo simple, verdadero y fiel! |