HOMILÍA DEL P. STEFANO ARAGNO (Dt 7, 7-24; Jn 2,1-11)
En este día sábado, que la Iglesia tradicionalmente dedica a María, queremos agradecerle a Ella de modo especial. A esta pequeña pero gran mujer, una joven muchacha que con su “Sí” ha cambiado la historia; un pequeño “Sí” que permitió a Dios descender y vivir con nosotros.
¿Qué nos dicen las lecturas que hoy nos ofrece la Iglesia?
En la primera lectura, tomada del libro del Deuteronomio encontramos a Moisés hablando al pueblo. Moisés fue elegido por Dios para hacerle hacer un camino a un pueblo que era esclavo, como nosotros. No era esclavo de la droga sino del mal, esclavos del faraón de Egipto. Era un pueblo humillado, triste, que no tenía confianza. Un pueblo que pensaba que ya no tenía esperanza. Un pueblo que en la oscuridad de esa desesperación le gritó a Dios, como tantos de nosotros.
Cuando ustedes nos cuentan sus historias de vida , siempre nos dicen que en un momento desde lo más profundo del alma estalló hacia Dios un grito de dolor, de desesperación ; de esa vida aplastada por la cruz salió un grito capaz de perforar el corazón de Dios, de permitirle entrar en ese corazón destruido y crear algo bello. Queridos jóvenes, Dios ha creado la Comunidad para ustedes.
Un día Dios llamó al corazón de Madre Elvira allí donde ella estaba: una religiosa feliz en su Congregación, porque ese grito de tristeza, de desesperación había tocado Su corazón de Padre. Dios respondió encontrando y llamando a otro corazón, un corazón disponible y abierto: el corazón de sor Elvira, que también comenzó a escuchar el mismo grito que sentía Dios.
Cuando Dios siente, le hace sentir también a la persona que ha elegido y la pone en movimiento. Movió el corazón de Elvira, la incomodó, la levantó y la puso en camino: una vocación dentro de la vocación, una llamada dentro de la llamada...
Ella dijo la palabra más bella y más grande que puede decir un hombre cuando Dios lo llama, dijo: “Aquí estoy!”, aunque las piernas le temblaran, aunque no supiera qué era lo que iba a comenzar.
“¡No temas!” le dijo una vez el ángel Gabriel a la joven de Nazaret. “No temas porque lo que está naciendo no es una obra tuya sino de Dios, que ha escuchado un grito y ahora golpea a tu corazón. Sólo tienes que ponerte en marcha con fe.”
Esto es lo que hizo Elvira. Primero caminó dentro de sí: en su corazón habían comenzado los dolores del parto. Sepan que fue un parto muy largo. En vez de nueve meses los dolores han durado muchos años pero luego, cuando nació, fue como un río. Resultó un parto múltiple, pronto llegaron muchos hijos, uno después del otro. Comenzaron a correr y siguen fluyendo: 56 hijos en 25 años ¡merece un aplauso! Piensen qué hermoso es decirle que sí a Dios ya que significa generar mucha vida.
Regresemos a Moisés: tampoco él entendía mucho cuando Dios lo llamó y le hizo ver la zarza ardiente que no se consumía. Aquella zarza era el corazón de Dios, que arde pero no se consume y que también deseaba hacer arder el corazón de Moisés. Pero él era tartamudo, no podía hablar con claridad, entonces le dijo a Dios: “Te has equivocado.”
A Elvira también muchas veces le dijeron que estaba equivocada, que Dios no podía llamar a alguien como ella, hija de gente pobre, que no estudió, que no tenía las capacidades humanas que el mundo considera importantes para una profesión como ésta…. Pero Dios no mira la apariencia, nunca se fijó en la apariencia. Dios mira el corazón, Dios lee en el corazón y llama.
Luego Moisés contempla lo que Dios está operando y le dice al pueblo algo que me parece estupendo porque nos viene bien también a nosotros: “El Señor se prendó de ustedes y los eligió.” Dios se prendó de nosotros y nos eligió. Miren que cuando nace la Comunidad, Dios ha decidido: “Yo me enamoro de la vida de estos jóvenes y los elijo.” Somos importantes para Él. Dios nos eligió hace 25 años, abriendo las puertas de esa casa, destartalada como nuestra vida, para decirnos: “Yo me prendo de tu vida, me ocupo, me caso con tu vida.”
Jesús irá a las bodas de Caná para decirle a la humanidad: “Me caso contigo, conmigo siempre habrá vino.” Dios nos dijo: “Yo me enamoro de tu vida.” Y la historia que comenzó aquí es una bella historia de amor porque nació del corazón de Dios y el Amor de Dios ama en total libertad. El único amor que liga y a la vez libera.
Hace un rato Maurizio y Paola dijeron: “¡Cuántas veces el amor matrimonial es visto como una unión que sofoca!”, si somos realistas muchas veces es así: si no está Jesús, si no está María, la vida de todos, hasta tu misma vida, te liga y te encadena.
Escuchen qué bello por qué el Señor se ha prendado y nos eligió: “…no porque sean más numerosos que los otros pueblos”; ninguno de nosotros puede jactarse de nada ¡si hay alguna comunidad que puede decir que “no tiene nada de lo cual jactarse”, somos propiamente nosotros! ¿De qué nos vamos a jactar? Nadie nos quería. Dios sí y llamó al corazón de una mujer, abrió de par en par las puertas de una vieja casa, corrió y sigue corriendo por todo el mundo porque le interesa nuestra vida, quiere involucrarse con nosotros y Su Amor es fiel, no “afloja”. Dios no “afloja” y no nos deja, supera la traición. Su Amor a veces es traicionado por nosotros, pero Él no traiciona. A veces es un Amor que ofendemos, pero no se ofende sino que sigue amando.
No nos eligió porque seamos los más numerosos ni los más buenos: “. . .al contrario, tú eres el más insignificante de todos.” Somos los más insignificantes de todos los pueblos, sin embargo, Dios se inclina hacia nosotros. Dios tiene un amor especial por los más pequeños, por el pobre, por el que se siente fracasado. Miren lo que nos dice todavía Dios a través de Moisés: “¡El Señor se ha ligado a ustedes y los ha elegido porque los ama!” No hay una noticia más grande y más bella que Dios nos pueda dar.
La Comunidad Cenacolo entonces, nace como una casa para darnos el Amor de Dios, que da a nuestra vida la posibilidad de unirse a la de Dios. El Señor nos ama tanto que antes de traernos a esta Casa, entró en la oscuridad en la que estábamos, con mano potente nos hizo salir de Egipto. Dios descendió a las plazas, a las calles donde vivíamos una vida sin sentido nos tomó de la mano y nos trajo aquí. Desafío a cualquiera de ustedes, chicas y chicos de la Comunidad, a que piensen cuando dicen: “¡Yo vine a la Comunidad!” ¡Porque no es cierto! Hemos sido traídos por Dios.
Ayer Mons. Giovanni nos dijo que nosotros creemos que llevamos la cruz pero que la verdad es que la cruz nos lleva a nosotros. ¡Qué gran verdad! La cruz nos trajo aquí, porque en esa cruz está Cristo Crucificado. Nos alzó en alas de águila; las alas de águila de nuestro Dios son los brazos abiertos de Jesús en la cruz que descienden sobre nuestra cruz, que nos alzaron y nos trajeron a esta colina santa y bendita donde Él descendió para comenzar algo bello. El Señor nos hizo salir, nos rescató, ha pagado el rescate, pagó nuestras deudas . . . ¡y teníamos tantas! Dios pagó todas nuestras deudas, todo lo que hicimos de malo. Pagó todo, nos rescató ¿saben con qué pagó? Con la cruz de su Hijo.
La Palabra también nos dice algo importante para hoy, para este tiempo en que estamos en la Comunidad: “Reconoce, entonces, que el Señor, tu Dios, es el verdadero Dios, el Dios fiel.” ¡Reconozcámoslo! Si no lo reconocemos perdemos el don de Dios. Reconoce que el Señor es el Dios fiel, que no te dejó ni te deja; abre los ojos y toma conciencia de que Dios te trajo aquí. Tengo la impresión que muchos desperdician el don de la Comunidad porque no lo ven como un don de Dios. Es un gran don de Dios estar aquí; la Comunidad es la casa de Dios, no una idea de Madre Elvira, no es un proyecto nacido y pensado por ella. Es algo nacido del corazón de Dios que quiere unirse a nuestra vida para cumplir algo grande y bello: no nacimos para morir como esclavos. Dios nos liberó de la esclavitud para que permanezcamos libres y usemos esa libertad para amar, para servir, para anunciar, para llevar la luz.
“Serás bendecido.” Le dice Dios al pueblo, y miren que era un pueblo destartalado como nosotros, un pueblo hecho pedazos, como decimos nosotros: un día quería avanzar y al otro quería retroceder, un día era impulsado por Moisés, y en cuanto Moisés dejaba de hacer sus “shampu”, se perdían y comenzaban a adorar el becerro de oro.
Era un pueblo frágil, débil, pobre y pecador. También esa era una comunidad de pecadores públicos como la nuestra, sin embargo Dios ama ese lugar de la fragilidad porque es ahí donde se manifiesta más claramente que la obra es suya. Cualquiera que venga a la casa Cenacolo una semana se dará cuenta que la obra no es nuestra.
Hasta los ciegos se dan cuenta de que un conjunto de pobrezas y miserias humanas que va adelante en conjunto, que recomienza todos los días, que se quieren, se perdonan, hacen sacrificios absurdos juntos, que no cuentan las horas de trabajo, que vive la alegría de la simplicidad. . .¡sólo Dios puede hacer una cosa así! Sólo Dios podía crearla, sólo en el escritorio de los proyectos de Dios, no en el nuestro, por cierto, porque Elvira nunca tuvo un escritorio de proyectos, siempre se guió por el deseo de cumplir la voluntad de Dios.
“Serás bendecido. Nadie será estéril entre ustedes, ni los hombres ni las mujeres ni los animales.” ¡Qué bello! El Señor desea que nuestra vida no sea más estéril. Justo esa vida que generó muerte y que nos hacía morir, Dios quiere que sea una vida fecunda. Ninguno será estéril: podemos hacer hijos: muchos, tantos. Hijos en la fe, en la oración en el amor. Es hermoso pensar que cuando la humanidad se casa con Dios genera abundancia.
Luego el Señor nos ofrece un camino: “Por esto, observa los mandamientos, los preceptos y las leyes.” Me parece importante que los jóvenes de la Comunidad comprendamos bien esta frase. Dios como camino de salvación no nos ofrece ni pastillas, ni ilusiones, ni ideas, nos ofrece un camino de fidelidad a su Palabra; esta es el único camino de liberación y es lo que experimentamos en la Comunidad. Si eres fiel con el corazón a lo que la Comunidad te dice, te sientes libre: ese camino te hace libre. ¡Entonces cuánto dura el camino de la Comunidad? Dura toda la vida. Porque la Comunidad enseña un nuevo sentido para vivir, un sendero nuevo sobre el que nuestros pies deben caminar todos los días de la vida, si no volvemos a Egipto, nos perdemos de nuevo y regresamos a la tristeza
Entonces el Señor nos ofrece un camino de sanación y a la vez de lucha. Dios le dice al pueblo: “Destruye entonces a todos esos pueblos que el Señor, tu Dios, pone en tus manos. No tiembles cuando el mal te ataca porque en medio de ti está el Señor tu Dios.” ¡Dios no nos abandona! no abandonó nuestra vida en el sepulcro, no nos dejó en el infierno, en la oscuridad, en la tristeza de nuestra muerte sino que descendió para ayudarnos. Dios no nos abandona hoy, está ligado a nosotros para siempre y es hermoso saber que si le damos la mano estamos seguros para siempre, estamos en sus manos, en su corazón, siempre acompañados por Él.
Sobre las Bodas de Caná ya dijeron mucho tanto Mons. Giovanni como Ismael. Sólo quisiera compartir lo que más me tocó hoy al leer este texto: “Se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí.” ¡Estaba allí! ¡Dónde está María está todo! Cuando Madre Elvira llegó a esta colina, no había nada, pero estaba la Madre de Jesús, estaba aquí para atendernos, para abrirnos el corazón, la puerta de la casa y decirnos ¡Finalmente llegaste! ¡Finalmente llegaron!
La Virgen estaba allí, sobre la puerta y esa misma pequeña Virgen será traída aquí esta noche en una procesión, en medio de velas encendidas para consagrarnos a ella.
Esa Virgencita allí, sobre el dintel de esa puerta es la Pascua del Señor. Cuando el pueblo de Israel huía de Egipto, puso en los dinteles de la puerta un signo de la liberación: la sangre de un cordero. Para nosotros los católicos es la sangre de Cristo en la Cruz. Pero aquí, en la Comunidad Cenacolo sobre el dintel de la puerta estaba María de Nazaret, estaba la Madre de Jesús.
Estaba la Madre, entonces está Jesús, la Iglesia, los Apóstoles. Donde está María, donde Ella está presente, la Iglesia está viva, la vida está viva, el vino es vino nuevo, la humanidad encuentra a su Dios y por lo tanto se encuentra a sí misma, encuentra la belleza de existir, se encuentra no como lugar del pecado sino como capacidad de amar.
“Estaba la Madre de Jesús”: era, es y será. Entonces estamos tranquilos porque si María está con nosotros caminamos por el camino que Dios eligió para nuestra vida. Ella es, pequeño y humilde camino y sin embargo tan grande e importante.
En esta Misa, chicos y chicas, padres y amigos, démosle la mano a María. Dios nos la ofrece como la Alianza, la amistad que nos sostiene, nos guía, nos protege y nos acompaña.
Estaba la Madre de Jesús, está la Madre de Jesús, estará la Madre de Jesús.
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