Homilía del Cardenal Queridos hermanos y hermanas! No puedo olvidar que hoy es la fiesta de Padre Pío. Pidamos a él una ayuda especial para la Comunidad Cenacolo. Dios quiere que todas las personas se salven y que reconozcamos la verdad. Este es un mensaje bellísimo: Dios quiere que todos nos salvemos. Pero… yo? Yo debo ser salvado? Por qué? ¡Yo estoy bien! Seguramente hay muchos jóvenes que deben ser salvados de la droga, del alcohol, etc. Seguramente hay muchas personas que deben ser salvadas…pero nosotros…por qué necesitaremos salvarnos? Las dificultades las soporto, los problemas los resuelvo y al final vamos todos al cielo: ¡somos tan buenos! Los otros necesitan ser salvados…pero yo, yo solo necesito una ayuda. Pienso que todavía no hemos entendido que cosa llevamos en nuestros corazones, no nos hemos dado cuenta de las cosas que están dentro de nosotros. Recuerdo que en el 1996, cuando yo tenía 21 años, tuve contacto por primera vez con el mundo de los alcohólicos: aquel encuentro me tocó mucho. Había en Alemania un instituto para la cura del alcoholismo, ahí conocí a los “alcohólicos anónimo”. Seguramente muchos de ustedes conocen los 12 pasos de ellos, un documento del cual cada uno de nosotros puede aprender mucho. El primer paso que nos hace salir del infierno del alcohol es: “No puedo salvarme solo” Los amigos de aquel grupo me decían: hasta que alguien que tiene problemas de alcohol no ha hecho este primer paso, no logrará salir de su dependencia. “No puedo salvarme solo” he notado que esta regla vale para cada uno de nosotros. Pero… la situación ¿es tan grave? ¿Estamos de verdad en peligro?... Hermanos y hermanas creo que descubriremos la situación solo cuando encontraremos a Jesús. Solo cuando encontraremos a Aquel que nos dice. “Yo soy tu salvador” llegaremos a entender que tenemos necesidad de ser salvados, sanados. Hasta que no hemos conocido su amor creemos de poder solos. Solo cuando conocemos a Él entendemos que necesitamos a alguien que nos sane. San Pablo era uno que trabajaba y pensaba que podía salvarse con sus buenas obras, hasta que no ha encontrado a Aquel que luego lo ha llamado: “…Hijo de Dios que me ha amado y da dado a sí mismo por mí (Gal 2,20). Cuando entendió esto, entendió también que nunca se hubiese salvado por si solo. Queridos míos, quisiera decirles en tres puntos que cosa significa todo esto. Primero: si es verdad que tenemos necesidad de ser salvados, entonces ninguno de nosotros llegará a la meta sin que sea nuestro Señor Jesucristo a salvarlo. Esto significa que todos nosotros tenemos algo en común: la necesidad de ser liberados, sanados. ¿Quién nos salva del pecado, de la cárcel de mi mismo y de mis complicaciones? Es Jesús, ¡nuestro Salvador! Luego otra cosa, porque si es así, entonces el pobre que encuentro es mi hermano, mi hermana. De hecho no puedo dar vuelta la cara a alguien que necesita ayuda y decir: tú estás perdido y yo no. El pobre es mi hermano, mi hermana. En la primer lectura hemos escuchado las palabras fuertes del profeta Amós, que nos recuerda que el pobre no es un objeto, que no podemos aprovecharlo para trabajos deshonestos solo porque no tiene la posibilidad de defenderse. El mensaje del profeta es claro: El Señor salva al pobre. Dios no se olvida de él y por esto no se deben cerrar los ojos delante de un pobre. La tercera cosa es que no podemos llegar solos a la meta. Tenemos necesidad los unos de los otros, de la comunidad; de la Iglesia. Jesús nos estimula hacia la amistad, hacia la unidad y estoy seguro que ustedes del Cenacolo de estas cosas pueden contarnos mucho. Jesús nos hace amigos de la Iglesia y la bellísima experiencia de esta amistad, nos hace ver que no estamos más solos, que vivimos en comunión. Dos cosas más antes de saludarlos. San Pablo dice Dios quiere que todos se salven, y agrega: que lleguen a entender la verdad. ¿Qué significa esto? Que sin la verdad no hay salvación, que en la mentira ¡nadie se puede salvar! Si no vivimos la verdad, si no dejamos de vivir en la falsedad, no nos salvaremos. La más grande verdad que debemos conocer es que somos verdaderamente amados, que no somos despreciados. Si reconoces la verdad, reconoces que Jesús es tu amigo, es tu Salvador y nada te puede separar de su amor. Pero ¡debés tener confianza! Una última observación. Jesús dice que a quien es fiel en lo poco le será confiado mucho. La salvación comienza siempre con las pequeñas cosas. Los pequeños pasos en el bien, que nos empujan a hacer aún más, que nos dan gozo porque reconocemos el bien que nos hacen, son pasos de salvación, pasos de amor. Es bellísimo vivir la salvación desde hoy. Querida sor Elvira, hoy en este aniversario de los diez años de la Comunidad Cenacolo en Austria quiero agradecerle porque también su camino a comenzado con un pequeño paso: simplemente no ha dado vuelta la cara a la pobreza que ha encontrado delante de su puerta. Y después de este pequeño paso, han llegado muchos más. Agradecemos al Señor por esto.
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