Viernes 13 de julio de 2007 Madre Elvira Sepan que la fiesta comienza dentro de nosotros: si no vibramos con nuestra vida, corremos el riesgo de no vivirla. La fiesta comienza con una bonita sonrisa. ¿Cómo se festeja si no nos sonreímos? Algunos chicos no se sienten de fiesta porque sus padres no han venido, pero…chicos, ¿se acuerdan cómo eran ustedes? Pretender que los demás hagan algo que podríamos hacer nosotros, es un absurdo. Lo primero para estar bien con todos es no pretender nada. La pretensión nos vuelve tristes, es el origen de muchos pensamientos negativos y que se transforman en pecado al juzgar la vida del otro simplemente porque no hace lo que nosotros esperábamos. ¿Dónde está escrito? Cada uno de nosotros quiere vivir la libertad, la libertad que Dios nos ha dado y que consiste en dejar libres a los demás, sin pretender, sin imponernos. ¡Debemos pretender de nosotros mismos y no de los demás! Cuando queremos encontrar el rostro de Dios, miremos a un niño que sonríe. Lamentablemente en estos tiempos ni los niños sonríen más. Los adolescentes no sonríen más, los padres ya no se hablan con una sonrisa en los labios porque hay muchos problemas. Pero ¿qué problema es tan importante? ¿Qué hacemos si no hay alegría? La sonrisa es la expresión de la alegría verdadera, que no nace de la conveniencia, que no es alegría sino placer: “…mi papá me ha comprado el auto…”. La alegría es otra cosa. La alegría muchas veces nace precisamente del dolor, de aquella pequeña espina de tu corazón, porque has visto una injusticia o te la han hecho a ti. Pero no podemos “apuntar con la pistola” contra alguien porque nos ha hecho mal. El Señor nos dice que debemos perdonar setenta veces siete. Y quien no perdona no puede vivir con alegría; está siempre triste porque espera que sea el otro el que dé el primer paso. Nosotros somos afortunados, porque hay mucha gente en el mundo que no conoce la bondad y la Misericordia de Dios. Muchas veces hemos sido revestidos con la Misericordia de Dios, porque somos pecadores, lo aceptemos o no. Debemos aprender a pedirnos perdón y a perdonarnos unos a otros. Es lo primero que les digo cuando un chico y una chica quieren formar una familia: no pongan "mala cara" más de un minuto. Hay que superar el miedo, el enojo porque después se transforman en ira, en antipatía y al final, en soledad. Sólo porque no somos capaces de perdonarnos, como nos ha perdonado tantas veces el Señor. Debemos ser capaces de vivir el amor, de vivir lo que realmente somos. Nosotros hemos nacido de la fuente que es Dios Amor, Dios Misericordia, Dios paz, Dios belleza, Dios diálogo. ¿Por qué los chicos y las chicas permanecen en la Comunidad? Una Comunidad muy exigente, que pide todo lo que se puede dar, todo lo que es vida. ¿ Por qué permanecen aún sin moto, sin coca cola, sin discoteca…? Porque cuando no están todas estas cosas se toma conciencia de la propia vida. ¡Es la vida que cuenta y no las cosas! Y ellos se han quedado porque en el fondo buscaban un poco de paz, buscaban amistad leal, sin condiciones, una amistad en la verdad. Buscaban y la han encontrado porque efectivamente la amistad existe, el amor existe, la paz existe; la misericordia y el perdón son los grandes valores que ya tenemos dentro de nosotros y que estamos llamados a desarrollar. Los chicos quieren gustar lo que buscaban desde hacía mucho tiempo y que ahora han encontrado a través de la cruz, del sacrificio; y no recibiendo siempre todo y enseguida, porque eso no es amor. No es amor cuando dan todo: le damos algo al niño para que nos deje en paz. Es un amor envenenado, porque el niño crecerá con pretensiones. Es un amor falso. Por ejemplo, cuando se le ofrece a un niño algo de comer, se le debe enseñar a compartirlo con los demás, de otro modo ¿cómo aprenderá a ser solidario, a ayudar a los pobres, a pensar en quien está peor que él? ¡Esa es la verdadera alegría: ¡ayudar a los demás, que se sientan amados!! Si no se lo enseñamos desde pequeños, serán egoístas y siempre necesitarán muchas cosas. Hay situaciones que son inaceptables: "¿Qué quieres comer esta noche?" Pregunta la mamá a la niña de seis, siete años. Así, la madre se vuelve niña y la niña debe volverse madre y elegir ella… pero ¿cómo hace para elegir? Aprendamos a vivir bien nuestro rol, a no engañar a los niños ilusionándonos con que eso es el amor por ellos, cuando en realidad es confusión, alterar los roles. Aprendamos a vivir sin miedo a la cruz, al sacrificio, al sufrir juntos para madurar un amor distinto, verdadero: el Amor de Cristo.
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