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Nuestros "Santos"

Gilberto  |  Nicola  | 

Entre los hombres y mujeres de todo tiempo y lugar que han encontrado el “tesoro” de la propia vida, hubo  también algunos chicos “especiales” que han dejado en la  Comunidad una estela luminosa.
Chicos llegados “a  pedazos”, desfigurados por una vida de sufrimientos y de errores, chicos que han tomado a Dios en serio y a través del camino de la Comunidad lo han encontrado, elegido y seguido hasta el final sin mirar hacia atrás.
Son “nuestros santos”  del Cenáculo,  que ya están  en el cielo, de fiesta con el Padre e intercediendo por todos aquellos jóvenes que  hoy  todavía están tristes, desilusionados y perdidos, necesitados de encontrar el Dios del Amor.
Algunos de estos jóvenes nos han dejado  como herencia  algunos escritos.  Páginas simples que vienen del  corazón, confidencias de personas que estaban viviendo  los últimos meses de la peregrinación terrena.
Deseamos proponerles algunos extractos de estos “diarios” para que leyéndolos y meditándolos también nosotros escuchemos el llamado a la santidad y podemos intentarlo porque estamos habitados, iluminados, sanados y siempre sostenidos por el Espíritu Santo que llena el universo y habita en el corazón de cada hijo de Dios.


Gilberto
Gilberto ya no era un chico  cuando entró en la Comunidad: tenía 41 años. Fue uno de los primeros “drogadictos.  Había caminado 23 años por las calles del mundo: las de la droga y las de una búsqueda de quién sabe qué libertad… y en un determinado momento,  al borde de la locura y de la desesperación, tomó un colectivo para Medjugorje,  llegó al Podbrodo en “carencia” extrema, y allí, sobre la colina de las apariciones de la Virgen, una persona le dio la dirección de nuestra Comunidad y le dijo “ve y te salvarás”...(sigue)

Nicola
Nicola tenía en la mirada, en los ojos, en el rostro la tristeza, la soledad que había vivido en su  familia. Las heridas profundas de la infancia, la rabia, los gritos, la violencia, el dolor de su casa. A los catorce años había escapado de casa, creyendo que así podía escapar del dolor, de la rabia contra su padre,  pero en vez de liberarse fue cayendo en  una desesperación  mayor: el alcohol, las drogas, la heroína y luego el descubrimiento de ser seropositivo.
Pero Nicola en la Comunidad tomó en serio a Dios y le entregó toda su existencia, recibiendo el perdón y la Luz del Señor.  “Si el Señor me sana, decía,  voy al Brasil con los niños de la calle, mi vida está allá”…(sigue)

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