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El Espíritu Santo descendió sobre la colina de Saluzzo

El domingo doce de junio, Día de Pentecostés, el Espíritu Santo descendió sobre la colina de Saluzzo, trayendo una oleada de alegría y frescura de vida para todos nosotros.
En nuestra casa, esta gran Solemnidad  siempre se dedica al don de la vida consagrada: es cuando los hermanos consagrados de la Comunidad y las Hermanas Misioneras de la Resurrección profesan y renuevan su feliz y pleno seguimiento de Jesús abrazando los Consejos Evangélicos.
Esta vez la Fiesta comenzó con la representación evangélica de nuestras Hermanas que contaron la vida de San Pedro, pescador, discípulo de Jesús, fuerte y  dispuesto a dar la vida por ÉL, pero también frágil en la hora de la prueba, cuando lo niega al Señor. Pedro, levantado por el  amor misericordioso de Dios y renovado por el Espíritu Santo el día de Pentecostés,  se transforma en un auténtico testimonio  de Jesús Resucitado.
La mañana  continuó con la Adoración Eucarística y  como los apóstoles reunidos en el Cenáculo durante la Última Cena  alrededor de Jesús, también nuestros sacerdotes y Hermanos se arrodillaron delante de la Eucaristía. En ese momento tres hermanos: Marco, Konrad y Hubert abrazaron por primera vez los Consejos Evangélicos de  Castidad,  Pobreza, Obediencia y Servicio a los pobres, reforzando su deseo de seguir al Señor. A continuación los demás hermanos renovaron una vez más su  “SÍ”  a Dios.
A la tarde, luego de haber pasado unos sencillos momentos junto a las familias y a muchos amigos que vinieron para compartir con nosotros este momento de gracia, nuestro Obispo, Mons. Giuseppe Guerrini, presidió la Santa Misa. Delante de él y de nuestra Madre Elvira, tres de nuestras Hermanas: Sor Brigitta, sor Daniela y sor Verónica dijeron su “Sí, quiero.”. . .Quiero seguir al Señor, quiero dar la vida por Él, quiero reconocerlo en cada joven, en cada rostro, en cada gesto, en cada mirada, en cada vida  de un modo casto, pobre, obediente, lista para servir a todos. Las Hermanas que ya habían profesado, junto con Madre Elvira, renovaron con alegría su consagración.
Fue una jornada de muchos “Sí”, que dieron fuerza y coraje a todos para  entregarse mejor, amar más, servir mejor, correr con el Señor.

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