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En la Iglesia

Testimonio de la fuerza de la Eucaristía  | 

El reconocimiento de la Iglesia
Luego de años de servicio y de misión, el 30 de mayo de 1998, en la significativa solemnidad de Pentecostés, cuando el santo Padre Juan Pablo II se encontraba en Roma con  los nuevos movimientos eclesiales y las nuevas Comunidades, el entonces Obispo de  nuestra Diócesis de Saluzzo, Monseñor Diego Bona reconoce a la “Comunidad Cenacolo” como “Asociación  Privada de Fieles” aprobando el Estatuto por tres años “ad experimentum”.
En el Estatuto está prevista la posibilidad de  comenzar un itinerario de formación para quienes desean dedicarse a la Comunidad abrazando los consejos evangélicos. Es una intuición profética. En aquellos años, algunos jóvenes, varones y mujeres, piden hacer este camino  con el estilo de vida de la Comunidad.
Otro momento eclesial particularmente significativo, que llenó nuestro corazón de alegría fue la peregrinación jubilar de la Comunidad a Roma el 16 de febrero de 2000, acompañados por nuestro Obispo, Monseñor Diego Bona.
El santo Padre se dirigió a nosotros con las siguientes palabras: “Saludo con afecto al numeroso grupo de jóvenes de la Comunidad Cenacolo, llegados de Italia, de Croacia y de Francia, guiados por el Obispo de Saluzzo, Monseñor Diego Bona.  El Papa está con ustedes, queridísimos; Él aprecia  vuestra obra y los sigue con su oración. No se acobarden frente a las dificultades. Que la Cruz sea  vuestro apoyo y que de  Cristo, muerto y resucitado, les llegue el constante estímulo para perseverar en el camino emprendido, para ser testimonios de esperanza en la sociedad.”
En el mes de enero de 2001 fue ordenado el primer sacerdote de nuestra Comunidad (Padre Stefano), otro gran regalo del Señor en  esta obra Suya.
En la fiesta de Pentecostés de 2001, el Obispo renovó la aprobación eclesial del  Cenacolo como “Asociación Pública de Fieles”, que fue refrendado en forma definitiva por el actual Obispo de Saluzzo Monseñor Giuseppe Guerrini, el  8 de diciembre de 2005: la Iglesia descubre en nosotros Su obra  y nosotros tenemos  la alegría, el privilegio y la responsabilidad de  amar y servir a los pobres con la sabiduría de  esta Madre y Maestra.
Una gran sorpresa que testimonia  el amor y la ternura que tiene la Iglesia hacia nosotros fue  el nombramiento por parte de Benedicto XVI  de Madre Elvira como “oyente” en el Sínodo de Obispos sobre la Eucaristía en Roma , octubre de 2005.  Frente al santo Padre, los Cardenales y los Obispos presentes, Madre Elvira testimonió  el milagro vivo y permanente que, gracias a la adoración eucarística, sucede en nuestras Comunidades.
Al extenderse la Comunidad Cenacolo  también fuera del ámbito diocesano y nacional, llevó a numerosos Obispos de  distintos lugares de Europa y del mundo a  solicitar el camino de la aprobación pontificia de la obra.  Luego de   la participación de Madre Elvira en el Sínodo, percibimos que había llegado la “hora” de comenzar humildemente este camino, para verificar si estaban las condiciones para  un reconocimiento de la Santa Sede como Asociación Internacional de Fieles ante el Pontificio Consejo para  los Laicos.  Al escuchar el parecer favorable de nuestro Obispo Diocesano, que apoyó y sostuvo plenamente este camino, comenzamos la elaboración de los Estatutos según las indicaciones recibidas. Y este “tiempo de trabajo” resultó un “tiempo de gracia” que nos permitió ordenar serenamente todo lo que el Espíritu Santo, en su fantasía de amor, había generado en estos años.
Así, el 16 de octubre de 2009 Madre Elvira recibió de manos del Cardenal Stanislaw Rylko, Presidente del Pontificio Consejo para los Laicos, el Decreto de aprobación Pontificia de la Comunidad como Asociación  Internacional  de Fieles.
El Pontificio Consejo para los Laicos indicó que  es práctica común que el Decreto lleve una fecha significativa para la Comunidad. Elegimos el 16 de julio de 2009, fiesta de la Virgen del Carmen, cumpleaños de la Comunidad.  Es bello ver en este camino la tierna mano de La Virgen María que nos guía y nos acompaña. Es recomenzar con nueva fuerza, con luz nueva, con una pertenencia nueva que nos pide mayor madurez, responsabilidad y esfuerzo, pero que nos da mucha alegría.
También la fecha en que nos entregaron el Decreto coincide,   sin haberlo programado y providencialmente con un día “especial”:  en efecto, el 16 de octubre es el día en el que “un hombre venido de lejos”, Juan Pablo II, era elegido Papa.  Es un motivo más para alegrarse”: nuestra Comunidad nació, se desarrolló y creció bajo su Pontificado y ahora  es “reconocida” y sigue su camino de maduración  en la Iglesia dejándose guiar por la mano segura del Santo Padre Benedicto XVI.
Una mano en Juan Pablo II, la otra en Benedicto XVI: ¡Entre sus manos  caminamos seguros!

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