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Don Ivan

Testimonio de don Ivan
Me dijeron que el lema del Festival de los Jóvenes este año es : “Señor, aumenta nuestra fe.” En seguida me acordé de mi pasado porque vengo de una familia cristiana que me transmitió la fe. Pero aún teniendo un poco de fe me perdí en la droga. En esos años de droga, de oscuridad, si alguno me hubiera preguntado si creía en Dios seguro que le hubiera respondido que sí, porque los croatas tenemos una fe tradicional fuerte, ni la droga pudo apagarla en mi vida. Esa fe tradicional esta muy enraizada en nuestra identidad nacional porque en nuestra historia siempre luchamos por la libertad y la fe católica era la base profunda de nuestro ser.
Hoy, pensando un poco me doy cuenta que era una fe muerta. Fuerte, tradicional, pero muerta. La vida de la Comunidad le dio un alma a esa fe. Es una fe que resucitó en la Comunidad, que se volvió curiosa en el confronto con Dios: “¿Quién es Dios? ¿Es verdad que Dios está vivo?” ¡Antes nunca me hubiera hecho estas preguntas! En mi pasado simplemente creía que Dios existía. Muchos chicos y chicas de la Comunidad, aunque hayan estado en la droga, aún con graves problemas. . . cuando vienen a la Comunidad a veces dicen que siempre creyeron en algo sobrenatural, pero no se preguntaron: “¿Quién es este Dios? ¿Está vivo o es un fantasma?” “¿Habla, se puede hablar con Él o es un Dios mudo?” “¿Es posible encontrar, escuchar a Dios?” “¿ Es posible vivir lo que Él te habla?” En el pasado no existían estas preguntas, era algo sobrenatural.
La Comunidad me dio la respuesta para todas esas preguntas. La vida en la Comunidad te hace buscar ese Dios, buscar su rostro. Resurge la fe. La fe busca el rostro de Dios, comienza a creer en un Dios vivo, abre tu corazón para poder escucharlo. La fe se hace un camino y un encuentro con un Dios vivo, real y se hace escucha de ese Dios que te habla al corazón. Hay un diálogo entre tú y Dios . La fe te hace discípulo de ese Dios y se transforma en la fuerza para poner en práctica Su palabra. La fe se hace amor por los hermanos y las hermanas, sacrificio concreto, renuncia para amar más. Todo esto lo aprendí en Comunidad. Todo esto le dio vida a mi fe: paso de ser una fe tradicional a ser una fe viva, resucitada, una fe que verdaderamente cambió mi vida y que cambia la vida de muchos jóvenes de la Comunidad.
Para mí ésta es la verdadera fe. Verdaderamente tenemos que agradecer a Dios. Mirando la vida en la Comunidad, los chicos y chicas cuando entramos en la Comunidad no creemos en nada ni en nadie. Piensen cuánto mal hicimos, a cuántos engañamos, cuántas veces nos engañaron a nosotros. Perdimos la confianza en nuestros padres, y ellos la perdieron en nosotros. Perdimos la confianza en los amigos y los amigos perdieron la confianza en nosotros. Quedamos solos. Cuando no crees en nadie, cuando no tienes confianza en nadie, cuando nadie cree en ti, cuando nadie tiene confianza en ti, te sientes de verdad solo, triste, muerto. Una vida sin fe es la vida de un muerto. Y nosotros vivimos esta experiencia de la muerte.
Es bello ver que esta fe, esta vida, renacen en el Cenacolo, a través de enseñanzas simples que  el Espíritu Santo sopló en el corazón de Madre Elvira. Madre Elvira nos enseñó a ser verdaderos amigos entre nosotros, a perdonarnos, a amarnos y a querernos. Nos incomodó, nos hizo hacer sacrificios, nos hizo descubrir el trabajo como un don. Justo a través de estas cosas empiezas a tener fe, a tener confianza en ese hermano que tienes al lado; por que recibes amor y afuera ya no sabías qué era el amor. Porque en la Comunidad no te hablan del perdón, te perdonan. Y poco a poco comienzas a tener confianza en ese que te perdona, que te ama. Comienzas a tener confianza en quien te pide sacrificios pero los hace antes que tú. Esta es la belleza de la Comunidad. Y se rompe el hielo de no creer, de no tener confianza, de la soledad y comienzas a confiar en los otros.
Comienzas también a creer en ti mismo; piensen cuántos de nosotros comenzamos a tener confianza en nosotros mismos cuando vimos que podíamos comenzar un trabajo y terminarlo bien ¡comienzas a tener confianza en ti mismo porque eres capaz! Habías perdido la seguridad, habías perdido todo. . . y todo comienza a renacer en ti. 
Recuerdo que una vez Madre Elvira, en una catequesis, dijo que no quería que el Estado pagara por nuestro mantenimiento. Nos dijo también muy claramente que tampoco quería que nuestros padres, a quienes tantas veces engañamos y mentimos paguen por nosotros. Nos dijo: “¡Tengo confianza en ustedes, jóvenes, creo que pueden ganarse el pan cotidiano con sus propias manos, tengo confianza en ustedes!” Ella lo decía con mucha convicción y verdaderamente comenzabas a creer en ti mismo. Esto yo lo vi en la Comunidad, yo viví este despertar de la fe dentro de mí. He visto como la fe comienza a caminar desde planta baja hacia el cielo, hacia lo alto, hacia Dios. Con las alas de la oración y de la caridad comienzas a tener una fe verdadera en Dios, comienzas a creer en Dios, a tener una fe viva que te lleva a un encuentro con Él. Por eso es verdad que en este Festival de los Jóvenes podemos rezar al Señor: “¡Señor, aumenta nuestra fe!”
Siempre recuerdo el testimonio de uno de los nuestros –se llama Maurizio- que dijo una vez: “Durante muchos años pensaba que el don más grande que me había hecho la Comunidad era la vida, porque yo estaba muerto y hoy estoy vivo, tengo una mujer, hijos. Dios a través de mi vida le dio vida a mis hijos. Pero luego pensé: hay un don más grande que la vida, es el don de la fe”. El don de una fe madura, que ama, una fe que es un verdadero encuentro con Dios. ¿Qué sería la vida sin fe? Una vida triste, una vida nunca realizada plenamente.
Por eso recemos juntos: “¡Señor, aumenta nuestra fe!”
Gracias Señor por todo lo que me diste hasta hoy. Haz que para todos los que estamos aquí, esta peregrinación a Medjugorje, este encuentro con tu Madre, sea un paso más en la maduración de nuestra fe, de nuestro corazón.
Amén. ¡Aleluya!

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