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Historia de las Fraternidades

PILAR  2005  /  ARGENTINA   
Resurrección  junio 2012 

El encuentro con nuestra realidad por parte de algunos sacerdotes y familias argentinas, deja en sus corazones el deseo de “trabajar” juntos para que la Comunidad Cenacolo pueda llegar a la Argentina. Así se formó una pequeña “comunidad” de  personas que rezan, crecen en la amistad y  ayudan a las familias que pasan por la cruz de los hijos perdidos en la droga. . .luego de algunos años de  fiel espera y de ‘trabajo’ constante, la Virgen María les provee una propiedad cerca de Pilar. Así comienza nuestra aventura en Argentina. . .

Aún antes de existir la casa, hacía unos años que la Comunidad ya había nacido en el corazón de  un grupo de amigos argentinos que rezaban juntos con insistencia y “trabajaban” para hacer conocer la Comunidad. Entre ellos había algunos sacerdotes, que nos habían conocido haciendo peregrinación a Medjugorje, y tenían en el corazón el deseo de ver nacer una fraternidad del Cenacolo en la ‘pampa’ argentina. También las familias de los primeros jóvenes argentinos que habían entrado en Europa, esperaban con entusiasmo la llegada del Cenacolo a su tierra.  Nosotros mismos, al ver su fidelidad y confianza de poner todo en manos del Señor y de la Virgen María, esperábamos con alegría la posibilidad de dar vida a la primera fraternidad. En 2004, Padre Stefano, Mauricio y Albino fueron a Buenos Aires por primera vez, conocieron al grupo de amigos, aprobaron su esfuerzo, su oración y su servicio, vieron los primeros lugares ofrecidos como posibilidad. Cerca de un año después algunos jóvenes “misioneros”, sumergidos en lecciones de español, traducciones de cantos y oraciones en esa lengua, se preparaban para llegar a la Argentina. La Providencia, a través de la señora Luisa, de la Legión de María, había respondido  donando un gran terreno con una pequeña casa, casi en ruinas y abandonada, en Pilar, a 60 kilómetros de Buenos Aires y cerca del Santuario de la Virgen de Luján, patrona de la Argentina.  Llegamos a fines de noviembre y en Buenos Aires ya era verano. Habíamos visto la casa en fotos, pero cuando llegamos nos conmovimos. La única casa estaba hecha en estilo alpino, parecía un refugio de montaña en la ‘pampa’ argentina y la madera que la revestía estaba podrida en más de un lugar. Alrededor de la casa había algunas construcciones derruidas, un galpón y mucho, mucho terreno, bellísimo, con viejos y altísimos eucaliptos y un camino de entrada arbolado.  Cerca de la puerta de entrada  ya estaba la Virgen con los brazos abiertos, como para decirnos que nos esperaba y que estaba allí para recibirnos. Los amigos ya habían trabajado para que pudiéramos habitar la fraternidad desde el principio. En cuanto llegamos nosotros también “nos arremangamos” dándole vida y rostro comunitario a la casa: limpiamos todo alrededor cortando el césped y retirando la basura desparramada por todos lados, limpiamos a fondo el exterior, todo, para hacer más acogedora nuestra casa para la llegada de Madre Elvira y la inauguración oficial de la fraternidad. Faltaban pocos días que fueron intensos: el trabajo comenzó con la capilla que se hizo donde antes estaba la cocina y el comedor de la casa. El Padre Eduardo Pérez nos regaló un tabernáculo bellísimo y otros amigos trajeron la cruz, manteles para el altar y todo lo necesario para las primeras Misas que celebramos delante de la Virgen, en el jardín, de noche y extenuados por el trabajo. . .
Cuando llegó Madre Elvira, acompañada por sor Mely se hizo todo más luminoso y más dinámico: trabajar al lado de ella nos hizo tomar conciencia más profundamente de lo que significa no desperdiciar el tiempo ni la Providencia. Al verla trabajar con las herramientas en la mano, limpiar la cocina, saludar a todos y sonreír a los primeros vecinos “curiosos”, nuestro corazón latía muy fuerte por tener una Madre así. Finalmente, el 8 de diciembre, Solemnidad de la Inmaculada Concepción, con la Santa Misa celebrada por el entonces Obispo de Zárate-Campana, S.E.R. Monseñor Rafael Rey, Jesús Eucaristía vino a  vivir con nosotros en la fraternidad. Fue un día de intensa emoción y de profundo agradecimiento a Dios por haber hecho “real” lo que parecía un sueño. Todavía no teníamos la cocina y nos apretábamos en el pequeño comedor, pero estábamos movidos por el entusiasmo y la fe. Abrir una nueva fraternidad nos permitió hacer experiencia viva de la Providencia, y día tras día nos maravillaba lo que iba sucediendo.
La divina Providencia, en estos seis años de vida de la fraternidad no dejó nunca de acompañarnos. Nunca faltaron los amigos, los sacerdotes, los chicos. En los coloquios cada vez había más jóvenes, necesitábamos no sólo refaccionar la casa sino crear nuevos ambientes para los chicos que querían entrar pidiendo la vida. El comedor y la cocina que habíamos logrado hacer con mucho sacrificio, ya quedaban “chicos”, para no hablar de la capilla que había quedado muy pequeña. Viendo que mucha vida de jóvenes seguía llamando a la puerta, pusimos nuestros proyectos en manos de la Virgen. Una vez más el Señor se mostró cerca nuestro con un gesto concreto de su Providencia: una señora benefactora, al conocernos, quedó profundamente conmovida por la Comunidad y su estilo de vida y se ofreció gentilmente a construir una casa más grande donándonos todos los materiales necesarios. Para nosotros fue un gran signo del amor de Dios por todos esos chicos que nos pedían ayuda. Los materiales unidos a nuestro trabajo duro, a nuestros sacrificios, al amor y a la disponibilidad sin horarios ni límites de los numerosos y fieles amigos, “hizo” el milagro.
Hasta hoy al mirar la casa se puede contemplar no sólo una bellísima y luminosa construcción, sino la maravilla y la misericordia de Dios por cada uno de nosotros.
La casita primera, la del techo alpino como una flecha señalando el cielo, fue remodelada  transformándola en una bella y espaciosa capilla. Hacia un lado está la zona del día y hacia el otro la de la noche. Y es pasando a través de Jesús que la noche se hace día, que la oscuridad se transforma en luz: ¡esa es nuestra historia! Una gran “Providencia espiritual” fueron desde el principio varios sacerdotes que con amistad y fidelidad se entregaron para la celebración de los Sacramentos: Padre Carlos y Padre Diego, con nosotros cada semana, el Padre Eduardo que jamás faltó un domingo o fiesta importante y el Padre Eduardo Pérez que a pesar de sus innumerables obligaciones pastorales siempre está atento a las necesidades espirituales más profundas.  También el actual Obispo de la Diócesis de Zarate-Campana, S.E.R. Monseñor Oscar Sarlinga nos quiere mucho y sentimos su amistad y su bendición como un don precioso.
En la actualidad somos cerca de sesenta chicos en la casa, de todas las edades que provienen de toda la Argentina, donde la Comunidad es cada vez más conocida. La vida sigue creciendo y “empuja”: a menudo nos invitan a escuelas, parroquias, encuentros de jóvenes. . .para dar testimonio de la belleza y alegría del encuentro con el Señor Que nos hizo pasar “de las tinieblas a la luz”. Los coloquios para los jóvenes se realizan dos veces por mes, aún en la lejana Patagonia y el grupo de las familias, cada vez más numeroso, se reúne para rezar y sostener a las familias de los chicos que entran. Durante el año, “la gran familia” del Cenacolo argentino se encuentra en algunas jornadas de retiros, de fiesta, de encuentro, de formación, de comunión profunda. Hay mucho trabajo gracias al espacio grande de la casa: un gran establo que nos da carne, queso y leche; campos enormes, tierra fértil que da buena cosecha en la huerta grande y prolija, la carpintería y otros talleres. Los jóvenes que en estos años pasaron por aquí y “resucitaron”, se encuentran para rezar juntos y seguir viviendo en el mundo los valores cristianos aprendidos en su camino. Finalmente: la familia de la Comunidad en esta tierra es un equipo bello, numeroso y completo.
Hoy estamos verdaderamente felices de poder recibir mucha vida que renace en la fe, en la amistad, en el sacrificio y agradecemos al Señor por el privilegio de vivir su proyecto en esta tierra “fértil”, que seguramente con los años dará todavía “más fruto”.

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